Entre todos los personajes que rodearon la primera Navidad, sin duda que los sabios que vinieron del oriente son los más emblemáticos, debido a su procedencia, lo largo de su viaje, y la misteriosa estrella que guió su caminar.
Bien pudiéramos decir que esa estrella fue como un GPS (sistema global de navegación por satélite), que les llevó exactamente al lugar donde estaba el niño, a quien ellos, por revelación especial, llamaron rey de los judíos. ¿De dónde viene su número y sus nombres? Su número siempre ha estado asociado con los tres regalos, aunque esto no es concluyente. En algunas partes se habla hasta de doce reyes magos.
Abriendo los Tesoros de la Navidad (Mt. 2:1-12)
Por allá, a mediados del siglo VI, en la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia) se les asignaron los nombres de "Melchor", "Gaspar" y "Baltasar" , que supuestamente equivalen en griego a "Appellicon", "Amerín" y "Damascón" y en hebreo a "Magalath", "Serakin" y "Galgalathha (Fuente, Wikipedia). Y para que no los acusaran de discriminación, hay un “negrito” en el equipo, montado también en su camello.
La llegada de estos sabios del oriente provocó una conmoción en toda la ciudad. El rey Herodes se asustó en extremo, y su conciencia le estaba indicando que los días de su reinado parecían estar por acabarse.
Los escribas fueron consultados acerca del Mesías. Los habitantes de Jerusalén estaban espantados por la posible represalia del rey con esta noticia. Pero lo que más les importaba a estos sabios era que “su estrella hemos visto en el oriente y venimos adorarle”.
La vida de estos hombres, su fatigoso viaje y los regalos que trajeron, nos muestran que la Navidad, más que recibir regalos, es la ocasión para reconocer al que ha nacido para traerle sus regalos. Pero vea bien los regalos, porque el niño que ha nacido también es rey. ¿Cuál sería un regalo para un rey? Los sabios de oriente escogieron lo mejor. Al llegar donde estaba el niño “abrieron sus tesoros”. Por la vía de la deducción, consideremos cuál es el mejor regalo con el que debemos llegar a Jesús en esta Navidad.
I. EL REY QUE HA NACIDO MERECE LO MEJOR DE NUESTRO TIEMPO
1. Tiempo para buscarlo v.1. Hay una tradición que dice que aquellos sabios duraron nueve meses desde sus lejanas tierras hasta Belén.
El tiempo abarcaría desde que María quedó embarazada hasta la fecha de su alumbramiento. Como quiera que haya sido, estos hombres gastaron suficiente tiempo para hacer su viaje hasta encontrar al rey de Israel que había nacido. Eso incluyó el tiempo de la revelación del nacimiento hasta que se dio el momento de la salida. Debe considerarse que ese viaje, por ser tan largo, planteaba una preparación adecuada.
Así que ellos dedicaron tiempo para obtener la información, la ropa y la comida para el viaje; y sobre todo, el estudio que harían acerca de la extraña estrella que finalmente les guiaría en su viaje. El asunto es que estos hombres no estimarían cuánto tiempo tendrían que invertir para el viaje, pues se trataba de lo más importante que les había revelado. Si fue un ángel que se les apareció, les tuvo que dar las mismas introducciones que les había dado a María, José y los pastores.
La noticia que han escuchado se refería al niño que nació en Belén, quien era el salvador del mundo. Amados hermanos, ningún tiempo será mejor que aquel que invirtamos para buscar al salvador, que ya se nos ha revelado. Pero los afanes de la Navidad serán tantos que lo último que vemos es al “niño que ha nacido”.
¿Se ha dado cuenta del tiempo que perdemos en cosas tan triviales, en lugar de invertirlo en conocer a Cristo? Pablo había determinado no malgastar el tiempo en la que otros lo perdían, porque lo que era para él ganancia, lo tenía por basura “a fin de conocerle” (Fil. 3:3-12).
La única manera de conocer a Cristo es gastando tiempo con él. La navidad debe llevarnos a ese tiempo.
2. Tiempo para publicarlo. La búsqueda de aquellos viajeros estaba definida. El gozo de su corazón era hallar al Mesías para confirmar la revelación dada. Así que estos hombres gastaron tiempo para llegar a Belén, tiempo en ver a Jesús con sus padres, y luego gastaron tiempo en regresar para dar a conocer la noticia. La noche que pasaron en casa de María y José, escuchando acerca del niño, tuvo que ser el mejor tiempo de sus vidas.
En aquella noche escucharon a José hablar sobre la decisión que había tomado respecto al embarazo de María, sin que fuera de él. ¡Imagínese la historia que le contaría María! Las mujeres son más precisas en esto. Pero lo más importante tuvo que ser el tiempo que ellos dedicaron para anunciarlo en su regreso. No sabemos más nada de aquellos sabios, sino lo que dicen las tradiciones que venieron después, pero de una cosa estamos seguros, esos hombres, al igual que los pastores, tuvieron que regresar hablando a todo el mundo del niño que había nacido.
¿Sabía usted que en Navidad de quien menos se habla es de Jesús? ¿En qué se gasta más el tiempo y el dinero en la Navidad? Y los creyentes, ¿hablaremos de él como lo harían los sabios al regreso? ¿Hablaríamos de él como lo hizo Simeón, Ana, los pastores, los ángeles? El tiempo que gastes hablando del Señor en la tierra, contará para el resto de tu eternidad con los redimidos. Si no hablamos de Jesús en Navidad, no vale la pena su celebración. Cuéntale a alguien la Natividad de Jesús.
EL REY QUE HA NACIDO MERECE LO MEJOR DE MIS ESFUERZOS
1. Esfuerzo para vencer las dificultades v. 2. El primer asunto que nos plantea el largo viaje de estos hombres, era el desafío del camino mismo. No era un camino cómodo, sino que era un camino peligroso e inhóspito. Había bandas que se dedicaban a robar y a matar en el desierto. Por otro lado, considérese que el desierto durante el día puede superar las temperaturas de cincuenta grados y por la noche descienden hasta menos cero grados.
La Biblia no nos dice, pero la preparación física de estos hombres tuvo que ser excepcional para aguantar un viaje de miles de kilómetros. ¿Cuántos kilómetros caminaron estos hombres para encontrarse con el salvador? A ellos no les importó la distancia ni los riesgos hasta encontrar al recién nacido rey. En esto hay mucho que aprender. La verdad es que cuando se trata de los asuntos del Señor no siempre somos dados a esforzarnos para dar lo mejor de nosotros.
Con frecuencia repetimos de memoria Josué 1:9, pero esto no significa que lo obedezcamos. La verdad es que muy pocos de nosotros caminaríamos tanto para encontrarnos con el salvador. Nunca habíamos tenido tan sofisticados medios para darle un mejor servicio a nuestro Señor, como los que contamos ahora. Pero la más simple excusa servirá para no servir al Señor.
2. Esfuerzo hasta encontrar la búsqueda. La pregunta que hicieron estos sabios es, en definitiva, la más importante que debe hacerse todo hombre: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? v. 2. Note que no estaba en Jerusalén, la capital política, social y religiosa de la fe hebrea. La gente de Jerusalén tampoco sabía dónde estaba el muchachito, pues se alborotaron cuando oyeron que un nuevo rey había nacido. Herodes no sabía donde estaba.
Cuando se le habló de un niño-rey, se perturbó en gran manera, pensado que con su llegada se acabaría también su poder. Irónicamente, los únicos que si sabían dónde había nacido, los escribas y fariseos, se limitaron sólo a ubicar el lugar dónde nacería el Mesías. Pero, ¿dónde más no está el “rey de los judíos”? No está en ese desenfrenado del comercio que busca hacer las ganancias que no pudo hacer en todo el año. No está en las fiestas paganas que se hacen en su nombre.
No está en los bailes, borracheras y orgías que suelen darse en la Navidad. Entonces, ¿dónde encontrarlo? Está en Belén, la cuna de su nacimiento. Está con los sabios que vinieron con tanta alegría buscándolo. Está con María y José, sus felices padres.
Está allí, esperando con los brazos abiertos para que alguien le reciba. Está allí, al alcance de todos. Nadie que ponga su esfuerzo en buscarlo regresará sin tener una respuesta. La profecía decía: “Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis con todo vuestro corazón" (Jer. 29:13). La Navidad quedaría sin sentido si no encuentras a Jesús en ella. ¿Lo has encontrado?
EL REY QUE HA NACIDO MERECE LO MEJOR DE MI HONOR
¿Quién era el bebé que nació en Belén? Nos llama la atención que los sabios del oriente no llegaron preguntando si el bebé que nació era un maestro, pues ese hubiera sido un título que habría hecho honor a su doctrina inmaculada. Tampoco llegaron preguntando si el bebé era un profeta, pues eso hubiera hecho honor a su visión de predecir los acontecimientos más exactos de la profecía universal.
Tampoco preguntaron si el bebé era algún sumo sacerdote, pues eso le hubiera dado el honor de ser el más competente intercesor entre Dios y los hombres. ¡No! Ellos no preguntaron por esos títulos. La convicción que habían en sus corazones, producto de la revelación especial, era que aquel bebé nacido en un humilde establo para animales, conocido como el “pesebre de Belén”, era un rey, pero no cualquier rey, sino el único que un día cabalgaría sobre los cielos en un caballo blanco, con un letrero en mayúscula en su muslo, que diría: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES (Apc. 19:16).
Nosotros tenemos que saber que Jesús es más que un gran maestro, un profeta singular, un hacedor de milagros. Él nació como Rey, gobierna como Rey y vendrá como Rey.
Un día estaremos con ese Rey en la gloria y ante él echaremos nuestras coronas. Jesús es el Rey a quien debemos todos nuestros honores.
EL REY QUE HA NACIDO MERECE LO MEJOR DE MI ADORACIÓN
1. La adoración tiene que ver con la reverencia vv. 2, 11. Cuando los sabios de oriente vieron al niño dice el texto que se postraron y lo adoraron. Tomen en cuenta que aun cuando ellos vieron a María y a José, a quien adoraron fue al niño. El único que merece toda nuestra adoración desde que nació, hasta los siglos de los siglos, se llama Jesús. El recién nacido de Belén nos invita a una adoración diligente, quebrantada y jubilosa.
Los caminantes del oriente se regocijaron cuando vieron que la estrella se posó sobre la humilde vivienda donde estaba el recién nacido rey. Es una pena que la Navidad que celebramos en este tiempo no tenga el sentido de la adoración. Peor aún, por lo general llegan a ser navidades irreverentes. Se puede ver como el culto a lo material y sensual, es lo que más se exalta. ¡Oh, si pudiéramos imitar a esos sabios en su adoración!
Ahora Jesús no es el bebé de Belén, sino aquel que le dio un nombre que es sobre todo nombre, y a él, como decía el apóstol, le debemos nuestra más sublime adoración, diciendo: “Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, a El sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”. (1 Tim. 1:17). La Navidad debe ser el tiempo de adoración al Rey.
2. La adoración tiene que ver con mi entrega. Los sabios del oriente no sabían del texto de Deuteronomio 16:16, que dice: “Y ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías...”. Sin embargo, ellos entendieron que entre todas las cosas que llevarían para ese viaje, no podían faltar los tesoros para el recién nacido rey. Ellos trajeron tres presentes de altísimo valor. La adoración de estos hombres contemplaba lo mejor que tenían: oro, incienso y mirra. Se dice que el oro tenía que ver con la realeza. Jesús es Rey. El incienso con el sacerdote. Jesús es el gran sumo sacerdote.
Y la mirra con el Mesías. Jesús moriría por nuestros pecados. Sin saberlo, estos hombres profetizaron los más completos oficios de Jesús. Pero también con ese oro sus padres pudieron pagar la ida y estadía Egipto, por cuanto Herodes, después que se vio burlado de los magos, buscó al niño para matarlo, descargando su ira en la muerte de los inocentes v. 16. Por cuanto el oro representa lo mejor de lo material, el Señor es digno que le traigamos el fruto de nuestras finanzas.
La adoración sincera considera la importancia de mis diezmos y mis ofrendas para el Señor. El incienso tiene que ver con la ofrenda de mi oración al Señor. Mi adoración no es completa si no me ocupo en la oración. Y la mirra era un ungüento que serviría para limpiar y perfumar al bebé nacido. Nuestra adoración debe ser un grato perfume, especialmente para los que no le conocen.
CONCLUSIÓN
Los sabios de oriente vinieron y abrieron sus tesoros para darle a Jesús lo mejor de lo que ellos tenían. Esto es la Navidad.
Durante todo el año recibimos todo de Dios. La Navidad, por lo tanto, nos recuerda que debemos adorar a Dios dándole a él lo mejor de nuestro tiempo, de nuestros esfuerzos, de nuestro honor y sobre todo, lo mejor de nuestra adoración. No podemos conformarnos con darle al Señor lo que no tiene valor.
Él es digno de mis mejores presentes. ¿Por qué? Porque de acuerdo a Juan 3:16, Jesús se dio como el mejor de los sacrificios, se dio como lo mejor para todos los crean en él, y se dio como lo mejor para obtener la vida eterna. En consecuencia, abramos hoy nuestros tesoros para ofrecerle al Señor lo mejor de lo que tenemos.
En profunda humildad y adoración, vengamos para ofrecerle el oro que representa lo mejor de mis bienes materiales, el incienso que representa lo mejor de vida espiritual y la mirra que representa lo mejor de mi servicio.
Haga de esta Navidad un verdadero acto de adoración. No deje que la Navidad termine sin haberlo encontrado. Asegúrese que ha nacido en su corazón.