EN EL CAMINO A EMAÚS
© Pastor Iván Tapia
12 Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo.
13 Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron.” San Marcos 16:12,13
En forma simple podríamos decir que la vida de un cristiano consta de tres pasos: Puerta, Camino y Meta. La Puerta es la entrada al Reino de Dios, o sea la conversión a Jesucristo mediante la fe, que supone arrepentimiento, la recepción del perdón y el Espíritu Santo, y la confirmación de esa conversión con el bautismo en agua.
La Meta es muy clara, no es la muerte sino la vida y la vida de Jesucristo; ser como Jesús debería ser la meta de todo discípulo. Pero entre Puerta y Meta se desarrolla lo que nos ocupa durante toda nuestra vida cristiana aquí en la Tierra, el Camino de Cristo, es decir todas las experiencias, trabajos, misión, responsabilidades, victorias y tropiezos que implican la vida.
Decir “soy cristiano” es fácil, vivir como tal es el desafío que nos plantea el Señor. Él nos ha llamado a vivir como Él, seguirle en Su Camino, imitarle y aún más, ser Él, encarnarle.
En este Camino se ponen en juego diversos elementos espirituales como los dones recibidos de Él, los talentos personales, los carismas sobrenaturales, las virtudes cristianas que son el fruto del Espíritu, y cada circunstancia de vida, los dolores y los goces, diseñados por Dios para nuestro crecimiento cristiano.
Entender esto es crucial en la vida de fe, si no lo comprendemos es que aún no somos discípulos del Maestro, tan sólo unos admiradores de Su Persona, alguien más en la multitud. Pero Él quiere que le sigamos; que nos convirtamos de corazón, alma y mente; que suframos y gocemos con Él y en Él; que seamos aprendices de Su Evangelio en carne propia.
Así como la Puerta y la Meta son Jesucristo, también el Camino es Jesucristo, quien dijo “Yo soy el Camino, la verdad y la vida” (San Juan 14:6). Jesús vive y va con nosotros durante todo el trayecto de nuestras vidas. La vida es como un viaje, para algunos más largo que para otros.
En este viaje a los cristianos nos acompaña el Maestro, Jesús, nuestro Señor. Esta es una de las enseñanzas que nos deja el encuentro de dos discípulos con Jesús Resucitado en el camino a Emaús.
¿Cómo es el viaje del cristiano?
1. El viaje lo hacemos acompañados por Jesús Invisible.
“13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. / 14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. / 15 Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. / 16 Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.” (San Lucas 24:13-16)
Dos discípulos caminan desde Jerusalén hacia la aldea de Emaús, la que se encuentra aproximadamente a 12 kilómetros. El camino lo hacen a pie. Debían caminar hacia occidente, en dirección al Mediterráneo. En el camino conversaban de diversas cosas, y en especial sobre los sucesos acaecidos recién sobre la muerte de Jesús, su Maestro.
Probablemente no iban sólo ellos por ese camino, sino también otros peregrinos. Mientras ellos iban muy concentrados en su discusión, se les acercó Jesús, ya resucitado, pero ellos no lo reconocieron. Tenían sus ojos velados por la tristeza y la decepción.
Como sucedió a estos discípulos, el Señor va junto a nosotros y muchas veces no nos percatamos. El camino lo hacemos día a día; “cada día tiene su propio afán”, sus propios problemas a enfrentar: Enfermedades, problemas económicos, trabajos a realizar, relaciones humanas, dificultades diversas.
Como ellos, en el camino de la vida compartimos con familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, conversamos acerca de nuestras vidas y todos plantean opiniones, consejos, advertencias, etc.
Caminamos muchas veces a ciegas, sin la mirada espiritual, con los ojos velados para no reconocer a Jesús, que camina invisible a nuestro lado. Es invisible mientras no lo consideremos en nuestras decisiones, opiniones y distintas circunstancias.
Jesús es nuestro compañero invisible en el viaje de la vida cristiana. La idea es que no sea así, que nuestros ojos espirituales no permanezcan velados a Él, sino que por medio de la fe y la oración, tengamos una constante “visión” del Resucitado.
2. El viaje suele ser muy accidentado.
“17 Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? / 18 Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? / 19 Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; / 20 y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. / 21 Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. / 22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; / 23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. / 24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.” (San Lucas 24:17-24)
El Señor les preguntó qué conversaban y por qué estaban tan tristes. Muchas veces también nosotros podemos encontrarnos con personas que están decepcionadas porque han perdido a un ser querido o han adquirido una enfermedad catastrófica. Si no ven a Jesús, el Consolador y Sanador, no podrán superar su tristeza.
Todo Jerusalén estaba enterado de los últimos acontecimientos, cómo los sacerdotes habían entregado a las autoridades romanas al rabí Jesús, para que fuese muerto, acusado de blasfemia. Y venía este peregrino ignorante de tales sucesos. El Peregrino pregunta qué cosas habían pasado allí. Entonces le refirieron acerca del nazareno, “profeta, poderoso en obra y en palabra”, al que las autoridades crucificaron.
Luego el discípulo confiesa que ellos esperaban que el Maestro libertara a Israel, estaban decepcionados. ¡Cuán decepcionado podría haber estado el Maestro de estas palabras! Pero Él les conocía, sabía de sus capacidades y también estaba cierto que comprenderían todo cuando Él se lo explicara y cuando recibieran el Espíritu Santo. Los humanos, tan ligados a nuestra carne, somos duros de entender y sin el Espíritu somos incapaces de penetrar en las verdades de Dios.
Habían pasado tres días. Este hecho en el camino hacia Emaús estaba ocurriendo justo aquel domingo de la resurrección. Horas antes, cuentan ellos, las discípulas no encontraron el cuerpo de Jesús en el sepulcro y unos ángeles les dijeron que Él vive.
Los discípulos que viajaban hacia Emaús eran Cleofas y, piensan algunos, el propio Lucas que escribió este Evangelio. Como esos discípulos los cristianos a veces caminamos con dudas y frustrados por las penas propias de la vida. Este viaje suele ser muy accidentado. El sufrimiento es propio de la vida después de la expulsión del Paraíso y la consecuente maldición:
“14 Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. / 15 Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. / 16 A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. / 17 Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. / 18 Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. / 19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” (Génesis 3:14-19)
3. El viaje requiere de una Guía de Ruta.
“25 Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! / 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? / 27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.” (San Lucas 24:25-27)
Jesús, sin que ellos aún se percataran que era Él, les reprendió por tener poca fe en las profecías. Les explicó que era necesario que el Mesías padeciera antes de entrar en Su gloria. El Antiguo Testamento lo profetizaba. Así les abrió las Escrituras con respecto a la venida del Salvador, su pasión, muerte, resurrección y glorificación. Seguramente les recordó pasajes como éste:
“1 ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? / 2 Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. / 3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. / / 4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. / 5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. / 6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. / / 7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. / 8 Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. / 9 Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.” (Isaías 53:1-9)
Necesitamos abrir los ojos, escudriñar las Escrituras y tener fe. Todo lo que nos sucede en la vida tiene una razón de ser; Dios está sobre la vida del cristiano; en cada hecho hay un aprendizaje que hacer. La Biblia nos da la perspectiva de ellos:
“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.” (Romanos 15:4)
Todo viaje por un camino desconocido, como la vida, pues nadie sabe qué ocurrirá al día siguiente, requiere de un manual, un mapa y una brújula para no perdernos. El manual para nuestro viaje es la Biblia, el mapa lo da la doctrina del Evangelio y la brújula es el Espíritu Santo.
No dejemos de leer la Palabra de Dios, seamos fieles a las enseñanzas de Jesús en el Evangelio y estemos siempre atentos a los impulsos y la guía del Espíritu de Dios. Sin obedecer a una guía de ruta nos extraviaremos en el Camino y aunque no perdamos la salvación, sí perderemos la oportunidad de crecer en Jesús.
4. El viaje lo hacemos comunicados con Jesús.
“28 Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos. / 29 Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. / 30 Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. / 31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. / 32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? / 33 Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, / 34 que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. / 35 Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.” (San Lucas 24:28-35)
Llegando a Emaús, Jesús simuló que viajaba más lejos. Pero los discípulos le rogaron que pernoctara con ellos pues ya era el atardecer. Así fue que entró en la casa de ellos para acompañarles. Esto sucede cuando alguien nos resulta agradable, simpático, interesante, no queremos separarnos de esa persona. A Cleofas y su compañero les atrajo tanto la personalidad del Maestro que no querían apartarse de Él; quizás deseaban que les siguiera enseñando acerca de las Escrituras y el Mesías.
Pero, al momento de comer, cuando estaban a la mesa y Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y les dio, entonces le reconocieron y al momento Él desapareció. Aquel gesto tan propio de Jesús, como era el dar gracias al partir el pan, fue lo que les hizo identificarlo. Nosotros también, en el partimiento del pan en la Santa Cena, debemos identificar a Jesucristo, abrir nuestros ojos humanos y verle con los del espíritu.
Entonces comprendieron lo que sentían cuando Él les hablaba y explicaba las Escrituras, mientras caminaban hacia Emaús; era el mismo sentir que siempre tuvieron con el Maestro: Sus corazones ardían. ¡Cómo arde nuestro espíritu cuando escuchamos la predicación de la Palabra de Dios! El Espíritu Santo nos da testimonio de Cristo al escuchar la Palabra de Dios. O cuando celebramos la Santa Cena que nos recuerda que Jesús murió por nosotros, que resucitó y está vivo para habitar en nuestro interior y acompañarnos en todo el trayecto de la vida en esta Tierra y hasta la eternidad.
Inmediatamente volvieron a Jerusalén. No se nos informa con qué propósito habían ido a Emaús. Ya con los Doce y demás discípulos comunicaron la experiencia y supieron que el Señor en verdad había resucitado.
Fue hermoso para ellos darse cuenta que el propio Maestro les había acompañado en todo su trayecto a Emaús, al mismo tiempo que se aparecía a los apóstoles, es decir podía ahora estar en todas partes, lo que se llama ubicuidad, una cualidad de Dios. Así es como Él puede estar con todos los cristianos del mundo a la vez.
Durante el viaje de la vida cristiana no podemos permanecer solos o ajenos a la Presencia del Señor; necesitamos comunicarnos con Jesús, nuestro Compañero de viaje. El viaje lo hacemos con Él, quien nos dijo:
“...y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (San Mateo 28:20)
“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.” (San Juan 14:18)
CONCLUSIÓN.
La vida cristiana es un viaje que hacemos siguiendo el Camino de Cristo, pero sobre el camino de la vida. El relato del encuentro de dos discípulos con Jesús Resucitado, en el camino a Emaús nos enseña que: 1) El viaje lo hacemos acompañados por Jesús Invisible; 2) El viaje suele ser muy accidentado; 3) El viaje requiere de una Guía de Ruta; y 4) El viaje lo hacemos comunicados con Jesús.