Quizás recuerden aquella actividad de la infancia - el juego de comparación de padres. Los que tuvieron la bendición de crecer con su padre solían jugarlo durante el recreo, o saliendo de la escuela, o en cualquier momento en que los niños estaban conversando sin la presencia de los adultos.
El juego consiste en ver quién tiene el padre más padre. Generalmente empieza con un niño que dice: Mi papá le gana al tuyo. El otro no tiene más que responder: Mi papá gana más que el tuyo. Así continúa el juego, hasta que generalmente alguien tiene que inventarse una historia muy grande acerca de su papá para ganarles a los demás.
Como suelen ser los asuntos de la niñez, es un juego algo simple. Sin embargo, refleja algo que quizás los adultos olvidamos - la importancia de un padre. Es triste ver el número de niños que hoy crecen sin la presencia de sus padres, muchas veces por el egoísmo de quienes han querido probar los placeres sexuales sin hacer primero el compromiso matrimonial que Dios requiere.
Tener un buen padre es importante en la vida de todo niño, en parte porque de su padre recibe cada niño su concepto de Dios. Padres, ustedes pueden ayudar a sus hijos a conocer a Dios reflejando en sus propias vidas las cualidades de Dios como Padre. Dice Proverbios 20:7: "El justo anda en su integridad; ¡cuán dichosos son sus hijos después de él!"
Si tu padre no fue lo que debió ser, puede conocer en Dios el Padre perfecto, el Padre más padre. La paternidad no es algo que empezó cuando Adán y Eva tuvieron su primer hijo. Es algo que tiene su origen en el carácter de Dios. Veamos.
Lectura: Efesios 3:14-15
3:14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
3:15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,
El apóstol Pablo lo dice casi como un aparte, pero es una declaración sumamente profunda. Es simplemente la idea de que la paternidad, el ser padre de familia, tiene su origen en Dios el Padre. Dios Padre creó dentro de la humanidad el oficio de padre para reflejar, de alguna manera, su propio carácter.
El mejor padre humano, entonces, es el que más se parece a Dios. Podemos aprender de Dios cómo ser buenos padres humanos, y podemos encontrar en Dios el Padre más perfecto que cualquier ser humano.
Hoy vamos a considerar dos cualidades de Dios en los que nos podemos confiar como sus hijos, y que debemos de imitar como padres. Empecemos en Mateo 5:44-45:
5:44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
5:45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.
Aquí podemos ver que
I. El cuidado de Dios como Padre es incondicional
Solemos decir como broma, si no llovió en cierta parte, que se habrán portado mal los que viven allí. Aunque Dios a veces manda desastres naturales para castigar a su pueblo, no debemos de tratar de deducir en base al clima si los habitantes de cierta zona son buenos o malos.
Jesús nos dice que Dios provee para todos. El manda la lluvia sobre justos e injustos, así como el sol brilla sobre todos. Así es el cuidado de Dios para los que forman parte de su creación. Dios tiene un cuidado paterno de toda criatura, hasta las aves del cielo.
Esto no significa, dicho sea de paso, que todos somos hijos de Dios, como algunas personas creen. La Biblia es muy clara en decir que sólo los que se comprometen con Jesús y reciben de El la salvación tiene el derecho de llamarse hijos de Dios. Aunque no toda la humanidad pertenece a la familia de Dios, sin embargo, El tiene un cuidado paternal de todos.
Cuando entendemos esto, podemos comprender por qué las cosas en este mundo a veces parecen no tener sentido. Nosotros solemos pensar que, si somos hijos de Dios, todo nos debe de ir bien; mientras que los que no son de Dios deben de sufrir y tener mala suerte.
Claro está que las cosas no funcionan de esa manera en este mundo. Comprendemos que Dios provee aun por los que no buscan de El. El desea que todos se arrepientan, y El da a todos muchas oportunidades para volver hacia El.
Como padres, Dios nos da el ejemplo de cuidar a nuestros hijos y buscar su bienestar, aunque no se estén comportando según nuestro antojo. El amor humano es un amor condicional. Te amo si tú me amas, es su lema. Es un amor sumamente inmaduro también. Se demuestra en los padres que aman a sus hijos sólo cuando éstos los complacen.
El padre que ha llegado a conocer a su Padre celestial, en cambio, sabe amar a su hijo y cuidar de él aun cuando no hace todo lo que su padre quiere.
El amor incondicional de nuestro Padre celestial nos debe de enseñar a amar a nuestros hijos aun cuando ellos no devuelven el amor que les mostramos.
Una de las cosas más difíciles tiene que ser amar a nuestros hijos cuando, en su inmadurez, nos dicen: Ya no te quiero, simplemente porque no les hemos complacido en algún capricho. Sin embargo, así es Dios con nosotros, y así debemos de aprender a ser con nuestros hijos.
Pero el amor incondicional de Dios no significa que El no trate de corregir nuestras acciones. Podemos pensar que el amor incondicional significa que podemos vivir como nos da la gana, y no importa - porque Dios nos ama de cualquier forma. Veamos lo que la Biblia dice acerca de esto.
Lectura: Hebreos 12:7-11
12:7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
12:8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
12:9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?
12:10 Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
12:11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.
Aquí podemos ver que
II. El amor de Dios busca el crecimiento en carácter de sus hijos
Hay un concepto muy peligroso que ha infiltrado nuestra cultura, y que afecta de muchas formas la crianza de los hijos. Es el concepto de que todos somos buenos, en realidad, y que simplemente necesitamos la libertad para desarrollar nuestro carácter a nuestro antojo.
Por supuesto, hay algo de cierto en esto. Todos tenemos personalidades diferentes, y cada niño necesita la libertad para desarrollar sus propios intereses. No debemos de tratar de convertir a nuestros hijos en copias de nosotros, pues ellos pueden tener talentos muy distintos.
Erramos, sin embargo, si no reconocemos la diferencia entre la personalidad y el carácter. La personalidad consiste en los intereses, talentos, forma de pensar y perspectiva de la persona. Dios nos ha creado a cada uno de nosotros con una personalidad diferente, y esto es bueno. Dios no busca la uniformidad. Si nos hubiera querido todos igualitos, como salen las cosas de la fábrica, así nos habría hecho. Dios nos hizo a todos distintos.
El carácter, en cambio, es la capacidad para escoger lo bueno, aunque sea difícil. Incluye la honestidad, el dominio propio, la paciencia, el respeto a la autoridad y a los derechos de los demás, entre otras cosas. En el carácter, Dios desea que todos avancemos hacia la madurez.
Dios como Padre nos creó a todos diferentes. Los dones que da son distintos. La forma en que nos usa dentro de la Iglesia es diferente para cada uno de nosotros. El se deleita en la diversidad de personalidades que existen.
En cuestión de carácter, en cambio, El desea que todos desarrollemos las cualidades de buen carácter, y por esto El nos disciplina. La disciplina es una de las marcas que indica que le pertenecemos a Dios. No nos debe de sorprender, entonces, que Dios nos corrija, que trate de modelarnos para que seamos honestos, pacientes, amorosos - personas de carácter.
El padre sabio así hará con sus hijos también. Les ayudará a encontrar su propia personalidad, dándoles oportunidades para probar diferentes cosas y tener sus propios intereses. Respetará y fomentará el desarrollo de la personalidad única que Dios ha dado a sus hijos.
Sin embargo, también trabajará para que sus hijos desarrollen el carácter. De la forma en que Dios nos disciplina, también disciplinará a sus hijos para que aprendan a respetar a la autoridad, para que respeten a su madre, para que sean honestos.
Si no lo hacen, están tratando a sus hijos como si no fueran suyos, como si fueran hijos ilegítimos. En realidad, creo que no deberíamos de pensar en hijos ilegítimos, sino en padres ilegítimos - padres que les han robado a sus hijos la oportunidad de crecer dentro de una familia formada por dos padres comprometidos, como Dios lo desea.
No tratemos a nuestros hijos como si no lo fueran. Más bien, esforcémonos para que aprendan a ser responsables, a comprender la diferencia entre lo bueno y lo malo, a ver en nosotros un ejemplo a seguir en sus propias vidas.
Es trabajo. Es difícil disciplinar. Mucho más fácil es dejar que hagan lo que quieran, con tal de que no nos molesten. Dios nos da el ejemplo, sin embargo, de desarrollar el carácter de nuestros hijos para que sean personas de bien.
Conclusión
El Padre más padre, por supuesto, es nuestro Padre celestial. ¿Estás caminando en comunión con El? Puedes confiar en su cuidado. Puedes descansar en su amor. Toma en cuenta también que su disciplina es para tu bien. Cuando El te disciplina, es para que crezcas y te desarrolles como hijo suyo.
Padres, en Dios tienen un ejemplo a seguir. Si podemos aprender a amar incondicionalmente, y disciplinar a nuestros hijos para que sean personas de bien, seremos más como ese Padre tan padre. Que Dios bendiga a cada padre.
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