La unidad separados del Espíritu Santo es imposible.
En nosotros mismos no tenemos suficiente amor como para unirnos en espíritu a otra persona.
Tampoco tenemos la paciencia, la bondad, la gentileza, el gozo o el dominio propio necesarios.
¡Todos ellos tienen que ver con el fruto del Espíritu Santo en nosotros! Solo cuando decidimos vivir consciente y voluntariamente de acuerdo al Espíritu Santo podemos comenzar a lograr la unidad con otros creyentes.
¿Por qué es tan importante que logremos la unidad dentro del cuerpo de Cristo? Porque solo en un cuerpo unificado puede soltarse el poder de Dios.
Solo cuando nos vemos ligados entre nosotros bajo la autoridad del Jefe Divino podemos comenzar a experimentar la llenura del poder del Espíritu Santo que fluye en medio de nosotros.
Es el poder de Dios el que destruye el yugo de las ataduras de pecado, enfermedad y opresión, y si hay algo que necesitamos en la iglesia de hoy, eso es más salvación de Dios, liberación y poder sanador.
¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!
Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras.
Salmo 133.1-2
Este es un perfecto ejemplo de unidad en el cuerpo de Cristo. Puedes imaginar cómo el aceite es derramado sobre la cabeza, como corre sobre la cara y la barba,
se abre camino hacia el dobladillo de las vestiduras y gotea sobre los pies hasta hacerlos brillar. Este es el aceite de gozo para el cuerpo de los creyentes en lo colectivo.
Hay gozo y paz cuando los creyentes viven en forma sincronizada bajo el poder de la unción unificadora de Dios.
Ya hablamos antes acerca de andar sincronizadamente con el Espíritu Santo.
Ahora llevamos esto un paso más allá y vemos que al andar de esta manera con el Espíritu Santo, podemos andar en unidad los unos con los otros.
Cuando el líder de una iglesia en particular del cuerpo de Cristo es ungido con el Espíritu Santo, ese aceite se supone que corra desde la cabeza hasta los pies en esa congregación,
sin que ni siquiera una pizca se contamine con agendas individuales o deseos carnales dentro del cuerpo de esa iglesia.
Así, si tomáramos una muestra del aceite de la parte mas baja de las vestiduras, debería ser igual a aquel aceite tomado de la cabeza del ungido – puro, sin contaminación de ninguna clase.
Cada vez que comienzas a agregar tus sentimientos, tus opiniones, tu agenda, tus objetivos o tus deseos a la pura agenda del Espíritu Santo,
diluyes y contaminas lo que el Espíritu Santo intenta hacer en ti y en la vida de los demás que están ligados a ti.
Cuando esto sucede se corrompe la unidad y la ministración se vuelve cada vez más inefectiva. La presencia y poder del Espíritu Santo se disipan porque Él se contrista y se va.
¿Cómo conseguimos y mantenemos la presencia del Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo? Solo sucede cuando cada creyente está dispuesto a someterse al Espíritu Santo y dice:
“Lo que el Espíritu Santo está haciendo y diciendo es mucho más importante que cualquier aspecto de mi ser, ya sea mi imagen, reputación, influencia o identidad”.
Debemos ver a la unidad del Espíritu como algo esencial para que el poder de Dios derramado en nosotros pueda sanar a los quebrantados de corazón y liberar a los cautivos.
Debemos estar dispuestos a caer rostro en tierra delante de Dios y rendir nuestras agendas para el bien del reino, de manera que todos puedan venir al conocimiento de la salvación de Jesucristo.
Andar en unidad es la clave para que el Evangelio sea predicado efectivamente en toda la tierra.