No se necesita mucho para darse cuenta de que la honestidad no es valorada en nuestra sociedad. Por supuesto, la gente habla de la necesidad de que haya transparencia en el gobierno y en los negocios.
Pero en la vida cotidiana, un gran número de personas sigue viviendo como si el engaño fuera una parte necesaria de la condición humana. Piense en su propia experiencia: ¿cuántas veces ha justificado usted alterar la verdad? Quizás quería evitar ofender a un amigo o colega. O tal vez trató de encubrir una mala decisión. Pero, no es así como Dios quiere que vivamos. Él nos ha dado una manera mejor.
El apóstol Juan escribió: “Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Jn 1.7). Mantener nuestros pies en este camino iluminado significa vivir honestamente en cada aspecto de la vida.
Desde la manera como nos ocupamos de los conflictos, hasta la forma como manejamos las responsabilidades en nuestro trabajo, lo que hacemos —y cómo lo hacemos— le importa a Dios. Aunque podemos engañar a las personas, Dios nunca puede ser engañado. Él ve la realidad de nuestros corazones con la máxima claridad.
Tome un momento para examinar todas las bendiciones que el Padre celestial le ha dado —todo aquello por lo cual usted se esfuerza tanto por construir y proteger. La falta de integridad destruye estas cosas, y si usted no cambia mientras viva en este mundo, en la vida venidera tendrá que dar cuentas al Señor por sus decisiones.
Entonces, ¿es usted una persona íntegra? Cuando nadie está a su alrededor, ¿es la misma persona que se presenta a los demás? Usted no puede permitirse ignorar estas preguntas, porque sencillamente hay demasiado en riesgo.
¿Qué es la integridad?
A los ojos de Dios, vivir con honestidad es muy importante. Él quiere que los creyentes se caractericen por la integridad en su trabajo, relaciones, finanzas y todos los demás aspectos de la vida. Por consiguiente, necesitamos entender lo que significa tener esta cualidad. En el Salmo 15, David nos da una imagen de lo que es ser una persona íntegra, y describe los beneficios.
Primero que todo, la integridad es esencial para relacionarnos con Dios (vv. 1, 2). Puesto que la deshonestidad y la hipocresía crean una barrera en nuestra comunión con el Señor, solo aquellos que tienen un corazón honesto y una conducta recta pueden estar cerca de Él.
La integridad comienza en el corazón (v. 2). Aunque David la describe como andar en la verdad y hacer lo que es correcto, ésta tiene que ver también con nuestro corazón. Antes de que podamos ser honestos e íntegros externamente, tenemos que ser auténticos internamente.
La integridad influye en la manera como nos relacionamos con los demás (vv. 3-5). Los cristianos debieran ser conocidos como buenos vecinos y amigos confiables, que no chismean, divulgan calumnias, guardan rencor ni buscan venganza. Hasta donde seamos capaces, debemos cumplir con nuestros compromisos, tratar con justicia a los demás, y no aprovecharnos de nadie.
También debemos escoger bien las personas o las cosas con que nos asociamos, sabiendo que un estilo de vida pecaminoso nos destruye. Y además, necesitamos tener amigos que conozcan y honren al Señor.
La integridad da estabilidad a la vida (v. 5). Cuando vivimos con honestidad, no tememos “ser descubiertos”, porque seremos auténticos por dentro y por fuera, sin ninguna hipocresía o encubrimiento. Aunque suframos por decir la verdad, no seremos turbados, porque estaremos de pie en el terreno sólido de la obediencia a Dios.
¿Se asemeja su vida a la persona descrita en el Salmo 15? Aunque Dios no espera que usted sea perfecto, sí quiere que se esfuerce por convertirse en la persona que Él ha planeado que usted sea —una persona íntegra.
¿Por qué renunciamos a nuestra integridad?
Tal vez la respuesta más simple sea que nos falta confianza en Dios. La Biblia nos da una idea clara de cómo debemos vivir, pero cuando nos concentramos en nuestros temores y deseos egoístas, podemos llegar a utilizar el engaño para conseguir lo que queremos o para evitar lo que no queremos.
Satanás siempre está buscando la manera de impedirnos ver el engaño en nuestras vidas, y es rápido para proporcionarnos excusas: Esto no le hará daño a nadie. Nadie lo sabrá jamás. Nadie es perfecto. Sin embargo, si realmente queremos integridad, tenemos que estar dispuestos a examinar nuestras vidas para ver si hay algunas formas sutiles de engaño ocultas allí.
El tiempo para tomar la decisión en cuanto a si usted mentirá o dirá la verdad, no es en el momento de la tentación. Utilizar la Palabra de Dios como guía, ayuda a determinar de antemano cómo desea usted relacionarse con los demás, cómo debe hacer su trabajo, y cómo manejar sus finanzas. Entonces, cuando surjan situaciones que lo tienten a mentir, estará arraigado firmemente en sus convicciones.
La integridad debe buscarse y mantenerse.
La única manera para andar en integridad, es obedecer a Cristo en vez de hacer las cosas a nuestra manera. La única manera de garantizar un buen resultado, es obedecer al Señor y confiar en que Él obrará en todo. Aunque la honestidad causa pérdidas o perjuicios en el momento, ella da como resultado un carácter íntegro invalorable.
Después de leer este artículo, ¿le reveló el Espíritu Santo algún engaño oculto en su vida? Si es así, el primero paso es eliminarlo y reconocer que es un pecado. Dios quiere que usted se ocupe de esto y cambie de dirección. Su propósito no es condenarle, sino llevarle a las bendiciones que produce la obediencia. Después de confesar el pecado del engaño, dé los pasos necesarios para asegurarse de que se mantendrá en ese camino de integridad.
Tipos de engaños
Insinuaciones: El chisme y la calumnia comienzan con comentarios indirectos acerca de otra persona, que dan la impresión de que cometió una falta.
Falsas impresiones: Cuando se manipula una situación para que los demás lo vean a uno con buenos ojos, se adorna la verdad, u omite parte de ella para condicionar la percepción de la otra persona.
Mentiras blancas: Estamos acostumbrados a catalogar a las mentiras que no parecen importantes y no acarrean repercusiones serias, como “mentiritas blancas”. Sin embargo, el Señor no les asigna colores, porque todas las mentiras son iguales ante sus ojos.
Verdades a medias: Cuando decimos la verdad, pero omitimos algunos hechos importantes para obtener ventaja o protegernos a nosotros mismos, estamos pecando.
Por ejemplo, si usted está tratando de vender su automóvil, pero no dice que tiene un carburador que no trabaja apropiadamente, ha engañado al comprador. Claro, no fue una mentira absoluta, pero no revelar esa información importantísima pudiera beneficiarlo a usted, pero causar un daño a la otra persona.