“Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.”
Zacarías 9:9
Jesús y sus discípulos se acercaba a la ciudad de Jerusalén para celebrar la gran fiesta judía de la Pascua, la cual recordaba aquella gran liberación que el pueblo judío experimentó del yugo opresor del faraón egipcio, cuando liderados por Moisés escaparon para siempre de su dominio.
Al llegar al monte de los Olivos, el maestro envió a dos de sus discípulos a una aldea próxima con esta orden: Allí encontrarán una burra y su cría atadas. Desátenla y tráiganmela. También les advirtió que si alguna persona les llamara la atención por ello, deberían responderle: “El Señor los necesita; y luego los enviará.”
Mateo explica que tal cosa sucedió para que se cumpliera la profecía de Zacarías que dice: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.”
Los discípulos hicieron exactamente como Jesús les ordenó. Pusieron sobre los lomos del animal sus mantos y el Maestro se sentó encima. Así fue la entrada de Jesús en Jerusalén. Una numerosa multitud tendía sus mantos en el camino por donde él pasaba y otros cortaban ramas de los árboles y las tendían en el camino.
Todos le aclamaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Entonces toda la ciudad se conmovió, diciendo: “¿Quién es éste? Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.”
En esta semana que se inicia con el Domingo de Ramos nosotros también, como Jesús y sus discípulos, vamos a celebrar nuestra liberación. Pero no será una libertad de yugo extranjero ni de dictadura la que celebraremos, sino la liberación de la incredulidad y el egoísmo.
Durante esta semana de Ramos vamos a seguir al Maestro en su camino doloroso hasta la cruz, donde pagará el precio de nuestra maldad y luego celebraremos la alegría de su victoriosa resurrección. Será una semana intensamente espiritual.
Sólo un Maestro de la talla de Jesús de Nazaret podía saber en qué lugar se encontraban el asna y el pollino que habrían de servirle para entrar en la Ciudad Santa. El Hijo de Dios que todo lo conoce, que escudriña con ojo sabio todas las cosas visibles e invisibles y que, aún más, conoce nuestra interioridad, sólo Él podía advertir que los discípulos serían interrogados por el dueño de esos animales.
Debían responder “El Señor los necesita; y luego los enviará.” Jesús es algo más que un simple rabí o maestro. Él es el Señor. Cuando el Señor ordena todos se sujetan a Su autoridad. Jesús no robó el asna y el pollino sino que los tomó para Su misión. Luego les serían devueltos a su dueño. Siendo la máxima autoridad del universo, es justo y honesto. No actúa como muchos que toman de lo ajeno y jamás devuelven lo prestado. Él debía ser consecuente con Sus propios mandamientos.
Seis siglos antes de Jesús, un profeta llamado Zacarías había profetizado que el pueblo de Jerusalén y el monte de Sion se alegrarían mucho y darían voces de júbilo porque su rey vendría a ellos cabalgando un pollino hijo de asna. Este sería el signo visible de que Él era el verdadero rey de los judíos, el Mesías Salvador. Pero hay, según el Texto, unas características que definen a este personaje: a) Rey, b) Justo, c) Salvador, d) Humilde.
1) Jesucristo es nuestro Rey, un gobernante espiritual cuya misión principal es la liberación completa de la persona. Él está interesado en liberarnos de toda culpa y que el amor gobierne nuestras vidas.
2) Jesucristo es un hombre y un Dios Justo, ejemplo para todo ser humano. Vino a hacer justicia, no a la manera humana sino al modo de Dios, demostrando en su propia pasión el eterno amor del Creador por todos los pecadores.
3) Jesucristo es el Salvador, “no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en quien podamos ser salvos.” Los habitantes de este planeta necesitan ser salvados de la eterna condenación del odio y la maldad. Jesús hace posible esa salvación al que cree en Él.
4) Jesucristo es Humilde. La condición propia del que no está en la luz es el orgullo. Su soberbia no le permite acceder a la fe ni aceptar el cariñoso regalo del Dios misericordioso. En cambio Jesús es humilde, acepta la cruz y muere por nosotros. “Aprended de mi, que soy manso y humilde, y hallaréis descanso para vuestras almas” dice Jesús.
Este domingo hagamos como los discípulos y la multitud. Echemos nuestros mantos para que Jesús cabalgue sobre ellos, es decir dejemos todo orgullo, toda carga, todo dolor y pecado, a los pies del Señor y reconozcámoslo como el Único que puede liberarnos. Cortemos ramas de palmera, símbolo de perfección humana, es decir ofrezcámosle nuestros mejores dones a Él, que por su muerte nos dará la vida.
Y también unámonos a la multitud, cantando ¡Hosanna al Hijo de Dios! La palabra hebrea hosanna significa salva ahora. Con el tiempo, a raíz de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, llegó a usarse como salve, saludo de aclamación y bendición. Pero “hosanna” es ante todo nuestra humana petición de salvación. Aclamemos en nuestro corazón a Jesús, rey y profeta de Nazaret de Galilea, Salvador y Señor de los pobres.
Queridos amigos y hermanos: Deseo que esta semana sea una ocasión especial para vuestras vidas, que marque para siempre un antes y un después, la semana en que Jesús conquistó sus corazones.