(Job 5:17, 18)
INTRODUCCION. La felicidad al estilo de Dios siempre será una paradoja para nosotros. Los estándares por los que Dios mide el gozo del cristiano esta diametralmente opuesto a la oferta del mundo. Una de esas mediciones tiene que ver con las “bienaventuranzas”. Desde las que aparecen en el Antiguo Testamento como las traídas por nuestro Señor Jesucristo, vienen en forma contrastadas. Por ejemplo, ¿piensa el mundo que hay felicidad cuando Jesús dijo “bienaventurado sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan?”. Jesús también dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu…” cuando se refirió a los que le pertenece el reino de los cielos.
¿Concibe el mundo la pobreza como sinónimo de felicidad? Hay una bienaventuranzas que Pablo la recogió de Jesús que dice: “Mas bienaventurado es dar que recibir”. ¿Se enfoca la felicidad del mundo en dar? Esta sociedad es muy egoísta. Su lema es recibir en lugar de dar. Si no fuera así, ¿por qué el afán por los bienes materiales y la exhibición de las cosas que se obtienen y que se muestran como parte de su felicidad? El asunto es que la felicidad al estilo del mundo y la que se nos viene al estilo de Dios están totalmente constrastadas.
Mientras el mundo concibe la felicidad dentro de lo pasajero y fugaz, Dios habla de una felicidad en términos eternos. La bienaventuranza que nos presenta el pasaje de hoy suena para muchos como extemporánea y no aplicable para lo que el hombre moderno busca. Pero para los que ven en la enseñanza de Dios una contradicción, es así como ella nos guía y nos conduce a la vida eterna. De eso se trata la felicidad al estilo de Dios basada en esta bienaventuranza. Veamos su contenido.
I. CONOZCAMOS EN PRIMER LUGAR AL HOMBRE OBJETO DE ESTA BIENAVENTURANZA
“He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga…” v. 17a
1. El hombre a quien Dios castiga lo ama. Entre los amigos que se acercaron para consolar a Job está uno de nombre Elifaz. Después que había declarado el juicio de Dios de una manera general, se dirige a Job para decirle que Dios tiene sus propios métodos, entre ellos el castigo, para la felicidad del hombre. Los que piensan que el castigo es severo sobre todo por la forma como el ser humano lo aplica, el castigo de Dios nos es dado para que estemos dispuestos a temerle con toda humildad.
Dios nos disciplina porque nos ama (Pr. 3:12). De esta manera podemos concluir que el proposito de Dios al castigarnos nunca será un castigo severo donde no nos haga sentir su bondad y misericordia en el proceso. Mientras algunos pudieran ver en el castigo una ocasión para resentirse con quien la aplica, en el caso de Dios la aplicación de este instrumento correctivo nos acerca más a él. Esto es hermoso. La majestad de Dios no es causa de miedo o de rechazo. Job no sabia porque estaba siendo castigado sin embargo no “atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:22). Si Dios lo aplica él tendrá su razón.
2. El hombre a quien Dios castiga lo salva. La última cosa que podemos pensar es que Dios se enoje contra nosotros, pero esta es otra verdad bíblica. Nos gusta saber que Dios nos sonríe, nos abraza, nos guíe y nos proteja. Pero ver a Dios enojarse contra nosotros por lo que hacemos no encaja en nuestra “teología”. Sin embargo, lo que Elifaz nos está indicando es que si Dios nos castiga es porque el aborrece el pecado y su intención es salvarnos de sus consecuencias eternas. Si bien es cierto que Elifaz da por sentado que Job había cometido un pecado, y que por eso estaba siendo castigado, el principio de su declaración se mantiene.
El pecado desagrada a Dios y debe ser castigado, de allí la justificada disciplina para quien en esto incurre. El propósito de Dios será siempre salvarnos del pecado. Su intención como Padre amante será la de atraernos a él. El principio es que si Dios nos aflige al disciplinarnos, también es cierto que él nos estará reteniendo para que nos arrepintamos y volvamos a él. La mejor manera de ver esta acción de Dios es cuando él castigó al pecado entregando a su propio Hijo.
3. El hombre a quien Dios castiga lo promociona. La afirmación de Elifaz involucra a un hombre cristiano; su posición no era para aplicarla a todos los hombres, en especial a los que no tienen ningún temor de Dios. Esto plantea lo que sería la naturaleza de la disciplina cristiana, su real propósito. Uno de los instrumentos que Dios usa para lograr sus fines en sus hijos es el quebrantamiento. La figura del alfarero y su trabajo con el barro ilustra esta verdad bíblica. El proceso de formación de la vasija de barro requiere de una verdadera intervención de las manos.
Pero la otra parte la hace la rueca donde la figura fresca es llevada para darle la forma requerida. El trabajo final vendrá cuando ella es llevada al horno para ser cocida y fortalecida por el fuego. Es el fuego lo que hará el trabajo final. Las obras preciosas que después vemos pasó por un largo proceso de prueba para que luego sea exhibida y vendida. ¿Quién pone en duda este proceso en la vida de Job? El castigo permisivo de Dios resultó en una promoción que fue vista en el mejor estado que tuvo Job, aún sobre el primero. Eso hace el castigo divino.
II. CONOZCAMOS EN SEGUNDO LUGAR EL BENEFICIO DE ESTA BIENAVENTURANZA
“… por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso” v. 17b.
1. Porque nos beneficia no debe ser rechazada. De acuerdo al texto no debemos tener por poco la disciplina del Señor. La idea es que no hablemos mal de ella. Que no nos quejemos si somos sometidos al dictamen divino. Los métodos de Dios siempre serán extraños y algunas veces incomprensibles. Sin embargo, si eres sometido a uno de esos “métodos” no rehuses lo que él pudiera estar haciendo. No le preguntes a Dios por qué o hasta cuándo. Job no pecó contra Dios. Su actitud, por lo menos al principio, estuvo llena de alabanza y de reconocimiento a Dios, su Hacedor y proveedor.
Hay castigos injustos que si deben ser rechazados. La justicia humana no siempre es justa. Muchos castigos son el resultado de venganzas personales, venganzas religiosas o venganzas políticas. Pero note usted que Elifaz habla de un castigo del Todopoderoso. Por sus cualidades divinas, el castigo de Dios es el más justo. La Biblia nos dice que si soportamos la disciplina es porque somos sus hijos. Hay casos donde el castigo de Dios trae muerte, esto indica que los tales son bastardos. Por lo tanto no rechacemos su disciplina porque somos sus hijos.
2. Porque nos beneficia debe ser aplicada. Dios no es un ser caprichoso. Todas las cosas que hace responden a un orden y a un plan determinado. Cuando Elifaz dice que es bueno para el hombre de Dios aceptar su disciplina, está dejando en sus manos la aplicación de aquello que al final nos hará bien. Se cuenta de una joven, hija de un famoso médico, que cayó enferma. Su padre evaluó la enfermedad de su hija. Se vio obligado a aplicar las famosas sangrías ahí donde la enfermedad se encontraba, con el consecuente dolor que dicha práctica médica le producía.
Interrogada por sus amigas acerca de los métodos utilizados por su padre para sanarla, ella contestó con estas palabras confiadas y ejemplares: "Mi padre es médico, él sabe lo que hace; yo me abandono con toda confianza a él porque estoy segura de que busca mi salud y quiere lo mejor para mí, mi felicidad está en complacerlo y agradecerle con una sonrisa" . Sobre este particular, el escritor sagrado ha dicho: “ Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (He. 12:11). Es una bendición ser ejercitados en la disciplina.
3. Porque nos beneficia debe ser superada. Quién de nosotros sería capas de recibir y superar la prueba por la que pasó el patriarca Job. Somos muy bueno sirviéndole al Señor cuando todas las cosas están bien, ¿cuál sería nuestra actitud si llegáramos a una prueba que toca lo que más amamos? Santiago nos pide que sentamos profundo gozo cuando nos hallemos en diversas pruebas (Stg. 1:2). Se supone que esta recomendación del medio hermano de Jesús está dirigida a creyentes maduros; a aquellos que pueden enfrentar esos únicos y difíciles momentos en sus vidas por cuanto Dios les sacará de allí en victoria. Santiago habla de la necesidad de superar el castigo impuesto por alguna prueba porque a través de el aprendemos la paciencia, la que también nos conducirá a vivir en integridad. De igual manera Pablo nos dice que esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un eterno peso de gloria (2 Cor. 4:17). De esta manera, cualquier castigo que nos sea impuesto por Dios debemos superarlo por sus resultados.
III. CONOZCAMOS EN TERCER LUGAR LA PROMESA DE ESTA BIENAVENTURANZA
“Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; El hiere, y sus manos curan” v. 18
1. El Dios que hace la llaga la vendará. Hay muchas personas muriéndose por falta de medicinas. Las crisis humanitarias plantean un problema serio para los países que no tienen acceso inmediato a los medicamentos que curan al enfermo. Los médicos se encuentran en situaciones donde a pesar de saber la cura para el dolor, no siempre pueden curarla. Pero hay un médico que si puede vendar todas nuestras heridas. Hay heridas más dolorosas que las físicas. Un dolor de muela o de cabeza dura poco tiempo, pero el dolor del alma, o el emocional, no tiene una cura inmediata. Son esos dolores los que traen congojas y hacen que el espíritu se aflija.
La promesa de este pasaje es que Dios es “quien hace la llaga, y él la vendará…”. Es cierto que esto no aplica para todos los casos. Hay heridas que Dios trae a corazones que hace rato se endurecieron y por lo tanto no serán curados. Dios hirió al faraón con diez plagas, pero el no fue curado, sino destruido. Sin embargo, a sus hijos, Dios venda sus heridas. Nada nos da más confianza que estar en manos de este Médico divino. Así confiaba Job (Job 13:15).
2. El Dios que hiere sus manos curan. Esta es la felicidad al estilo de Dios. Nadie puede pensar en un escenario donde vea que su propia herida es una dosis de medicina. Eso parece un contraste, pero así es como Dios trabaja. Elifaz ha dicho que Dios “hiere, y sus manos curan”. Esta potestad no la tienen otros médicos. Todos ellos están puestos para curar la herida que otro hizo. Este texto tiene un gran aliciente. Bien pudiera decir que no importa el tamaño de mi herida pues más grande, poderosa y curativas son las manos del Señor.
Es una garantía saber que Dios está en control de todas las cosas. Hay médicos que tienen que decirles a sus pacientes: “Le tengo malas noticias”. Es allí donde un gran temor invade el cuerpo de los afligidos y resignados familiares, pues la noticia pudiera ser de muerte. Pero una “mala noticia” divina es la ocasión para que se manifieste el poder de Dios. Mis amados, las correcciones que soportamos pudieran ser dolorosas en sí mismas, según Hebreos 12:11), pero esas heridas son los métodos que Dios utiliza en nuestro peregrinaje para enderaza nuestras vidas. A los que amamos a Dios sus heridas serán curativas. No le tenga, pues, miedo a su castigo. Dios sigue trabajando en usted.
CONCLUSION: La felicidad al estilo de Dios pone al mundo al revés. Nadie quiere sufrir. Nadie quiere ser castigado o disciplinado. Hay una rebelión interna que rechaza todo aquello que se vea como castigo en la vida. El concepto de una “teología” que busque todo lo positivo y saque a un Dios airado del escenario, es cada vez más popular.
Un Dios airado no lo soporta nuestra alma. Pero Elifaz “el amigo de la experiencia” de Job nos ha dejado una de las bienaventuranzas que nos pone en el lugar correcto de lo que hace el castigo en la vida del creyente. “Bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga” nos dice el texto. ¿Cómo le suena esto? ¿Le parece duro? Bueno, la otra parte dice: “… por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso”.
¿Cuál es su reacción frente a la corrección divina? ¿Y qué le parece finalmente esa declaración?“Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; él hiere, y sus manos curan”. ¿Qué le produce esta promesa? ¿Está de acuerdo con la felicidad al estilo de Dios? El hombre autenticamente feliz es una obra de las manos de Dios