La Oración es Poder
En cualquier actividad, hay ciertas cosas que son indispensables. Por ejemplo, recuerdo una ocasión en la que decidimos salir a comer a un restaurante para celebrar el cumpleaños del papá de un amigo. A última hora, el cumpleañero no pudo acompañarnos, pero el grupo decidió salir a celebrarlo de todas formas.
¡Era un poco extraño estarle celebrando el cumpleaños a una persona que no nos acompañaba! Podríamos decir que faltaba lo más importante - el invitado de honor. En la vida cristiana también hay algo que no puede faltar. Sin embargo, sucede en muchas ocasiones que tratamos de llevar la vida cristiana cuando nos falta este ingrediente imprescindible.
¿A qué me refiero? Me refiero a la oración. Cuando nos falta oración, nos falta poder. Cuando nos falta oración, perdemos la conexión constante con Dios que es la clave para una vida cristiana de éxito. En el pasaje de hoy, aprendemos acerca de la importancia de la oración diaria para nuestra vida personal, y también para la misión de Dios en el mundo. Preparémonos para oír la voz de Dios, y leamos Colosenses 4:2-4:
4:2 Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias;
4:3 orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso,
4:4 para que lo manifieste como debo hablar.
El apóstol Pablo sabía algo que nosotros a veces olvidamos. Es que la oración tiene que ser una parte íntegra de la vida del cristiano. Una vida cristiana sin oración es una vida sin poder. Es por esto que Pablo dice, primero: "Dedíquense a la oración: perseveren en ella con agradecimiento." Tener una vida poderosa de oración no es algo automático; es algo que tenemos que buscar. Tenemos que dedicarnos a ello, y perseverar.
En otras palabras, tenemos que hacer de la oración una costumbre en nuestras vidas. Tiene que ser parte de la rutina diaria. Sólo así perseveraremos en ella. Pero precisamente aquí es donde mucha gente dice: ¡Yo no quiero que se vuelva costumbre! ¡No quiero que se vuelva rutina!
Lo que sucede entonces es que, para que no se vuelva rutina, simplemente lo dejan de hacer. Por supuesto, de esta manera no se vuelve rutinario; pero pierden todo el poder que viene mediante la oración. Es necesario cultivar la costumbre, acostumbrarnos a orar todos los días, y perseverar en ello.
Podemos tomar como ejemplo a la pareja que separa una hora cada semana para pasar tiempo juntos. Cada cierto día, salen a tomarse un café o a pasear en el parque - sólo para platicar. Alguien podría decir: "¡Qué triste! Su relación se ha vuelto rutinaria. ¡Es mejor ser impulsivo, dejarse llevar por los sentimientos y sólo hacer lo que sientes ganas de hacer!"
Pero estoy seguro que cualquier pareja que tenga muchos años de matrimonio te dirá que es esencial separar ese tiempo, y convertirlo en una rutina. Tener una rutina no es lo mismo que hacer las cosas por rutina. El hecho de separar ese tiempo cada semana no significa que la pareja no se ame; al contrario, significa que se valoran tanto que apartan tiempo para estar juntos.
Y así es con la oración. Si sólo oramos cuando "nos nace", tendremos una relación muy pobre y esporádica con Dios. Tenemos que separar tiempo para platicar con Dios todos los días; pero entonces, sucede algo extraordinario. En esa "rutina" empezamos a descubrir cosas nuevas: nuevas experiencias del amor de Dios, nuevas respuestas a la oración, nuevas fuerzas para vivir en victoria.
Espero que la oración sea una de tus costumbres. Si no lo es, ¿por qué no empiezas hoy a separarle tiempo a Dios todos los días? ¿Por qué no levantarte diez minutos antes de lo acostumbrado y dedicarle ese tiempo a Dios en oración? O quizás te sea más fácil tomar unos diez o quince minutos después de acostar a los niños para dedicarlos a la oración. Lo importante es separar un tiempo para orar.
Además de separarle un tiempo a Dios, busca momentos para orar a lo largo del día. Si te encuentras parado en un semáforo rojo, ora a Dios. Si algo bueno te sucede, dale las gracias en ese mismo momento. Si enfrentas alguna tarea difícil, ora antes de empezarla. Empezarás a ver un cambio en tu vida y tu corazón.
Hay muchas cosas que podemos expresar en oración. Le damos gracias a Dios por lo que nos da. Le pedimos perdón por los pecados que hayamos cometido. Le pedimos que nos libre de cualquier tentación. Oramos por nuestras necesidades. Pero vamos a enfocarnos en una de las formas en las que debemos orar. Cuando Jesús les enseñó a sus discípulos a orar, una de las primeras peticiones que les enseñó a hacer fue ésta: "Venga tu reino" (Mateo 6:10).
La oración que hacemos por los misioneros es una manera de enfocar esa petición. Lo que hacen los misioneros es impulsar la venida del reino de Dios mediante su predicación y su ministerio. Tú y yo participamos en su labor mediante nuestras oraciones. Tenemos que aprender a orar de forma específica, y lo descubrimos en el ejemplo que nos da el apóstol Pablo en los versos 3 y 4.
Pablo les pidió a los colosenses que oraran específicamente por él. Les explicó para qué quería que oraran. El se encontraba encarcelado en Roma, esperando la oportunidad de presentar su caso ante el emperador. Para Pablo, no sólo era una oportunidad para defenderse; él pensaba presentar el evangelio al emperador, y a todos los demás que pudiera.
Por esto, él pide de los colosenses dos cosas: que oren para que Dios le abra puertas para proclamar la Palabra, y que oren para que él lo pueda anunciar con claridad. Cuando nosotros oramos por los misioneros, debemos pedir cosas específicas por ellos también.
Si no sabemos qué pedir, podemos usar las peticiones que Pablo menciona aquí. Podemos decir: Señor, dales puertas abiertas para el ministerio. Señor, ayúdales a expresar tu Palabra con claridad. Estas siempre son buenas peticiones. Pero podemos ir más allá de esto. Si recibimos alguna carta o informe de nuestros misioneros, de seguro ellos mencionan cosas específicas por las que podemos orar. Pidamos directamente por las necesidades de ellos.
Un ejemplo de esto se encuentra en la vida de J. O. Fraser, misionero a China a principios del siglo pasado. Por varios años, predicó el evangelio sin ver mucha respuesta. La poca gente que se convertía pronto volvía a su vida anterior de ocultismo. Estaba a punto de rendirse, cuando dos cosas sucedieron: el Espíritu Santo le ayudó a empezar a orar con fe por la salvación de muchas familias chinas, y logró formar un equipo de oración de unas diez personas en su país de origen que oraban directamente por su ministerio.
En los años siguientes, cientos de familias aceptaron a Cristo, y finalmente se convirtieron varios miles. Esta tribu en particular hoy lleva el evangelio a otras tribus alrededor. ¿Te das cuenta del poder de la oración? Tú puedes formar parte del equipo de oración de nuestros misioneros. De esta manera, puedes participar también en su victoria.
Tenemos tarjetas de oración disponibles para orar por nuestros misioneros. Toma una o dos, y empieza a orar por estas personas y por su ministerio. También recibimos informes de nuestros misioneros, donde ellos nos hablan de su ministerio y de las necesidades que tienen. No dejemos de orar específicamente por las cosas que ellos nos piden.
Creo que una de las estrategias que ha usado el enemigo para mantener a la Iglesia en la mediocridad es convencernos de que la oración no es importante. Si oramos, muchas veces lo hacemos sin mucha dirección. Nuestras peticiones son tan indefinidas que son imposibles de contestar. "Dios, bendice a los misioneros." ¿Cómo? Dios nos está enseñando en su Palabra a orar de una forma directa y concreta. Nos está llamando a luchar en oración, en lugar de simplemente decir algunas palabras rápidas.
Un misionero en el país de India contó que los primeros 25 años de trabajo de su organización en dicho país fueron muy lentos. Había un buen número de misioneros trabajando, pero sólo lograban sembrar una Iglesia al año, con mucho esfuerzo. Después de considerar la situación con cuidado, el liderazgo del ministerio decidió reclutar a mil personas en sus países de origen para orar 15 minutos al día por su labor.
En los siguientes años, esta misión pasó de tener 25 Iglesias con 2.000 creyentes, a tener 550 Iglesias con más de 73.000 creyentes. Este misionero se quedó convencido de que el cambio había venido en respuesta a la oración. No había otra explicación.
Hermano, hermana, tú y yo podemos luchar al lado de los misioneros que llevan el evangelio a los países más remotos, y lo hacemos de rodillas, en oración. No perdamos el poder que viene a través de la oración. No dejemos de interceder por los que llevan el mensaje.
Oremos por nuestra Iglesia, por nuestros líderes y por nuestras necesidades - pero oremos también por los que sirven en otros lugares. En la oración, podemos tocar partes del mundo que nunca veremos. La oración es poder.