La Resurrección
1 Corintios 15:20-22; 35-58
Había algunos en la Iglesia de Corinto que enseñaban que «no hay resurrección de los muertos». Para combatir un error tan fatal, y establecer la doctrina más firmemente en la mente de los santos, Pablo escribió este magnífico compendio de la cuestión.
Nada hay como esto en ninguna parte; ni en todo el mundo, porque el gran apóstol da aquí lo que él había recibido del mismo Cristo resucitado (vv. 3, 4). Las grandes verdades de este capítulo de resurrección son:
I. La resurrección de Cristo. «Ahora bien, Cristo ha resucitado de los muertos» (v. 20). El Cristo de las Escrituras tiene que morir, ser sepultado y resucitar (vv. 3, 4).
Que Jesús era el Cristo quedó demostrado por su resurrección de entre los muertos y su aparición a Cefas y a quinientos hermanos a la vez (Engañar a quinientos a la vez hubiera sido una maravilla tan grande como resucitar de entre los muertos, especialmente cuando estos hermanos hermanos eran al principio escépticos. Esto no es un mito, sino un hecho establecido por muchas pruebas indubitables (Hch. 1:3).
II. La esperanza de la resurrección. «Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo, han perecido». Es sobre este fundamento la resurrección de Cristo que este apóstol enseñado por el Espíritu erige toda la estructura de la fe cristiana.
La muerte de Cristo de nada nos servirá si Él no ha resucitado ni ha sido aceptado por Dios en nuestro favor. Él murió por nuestros pecados, pero Él tiene que ser resucitado y exaltado a la diestra de Dios antes que se pudiera predicar el perdón en su Nombre (Hch. 5:31). Si Cristo no ha resucitado, no hay esperanza para el hombre (Ro. 5:10).
III. La resurrección de los muertos. Nada sino confusión y error puede sobrevenir si se piensa que Pablo se refiere aquí a una resurrección general del día postrero. Los muertos a que se hace referencia en este capítulo son aquellos que «durmieron en Cristo».
Así en Cristo todos serán resucitados. Todos están en Adán, y mueren. Todos aquellos que están en Cristo serán vivificados. Los que son de Cristo, en su venida. Los muertos malvados no tendrán parte en la primera resurrección (Ap. 20:5). ¿Como se podría referir a los tales como sembrados en deshonor, resucitados en gloria?.
IV. El cuerpo de resurrección. Pablo suscita ahora esta gran cuestión doble, y pasa a responderla. ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo vendrán?.
1 NO será el mismo cuerpo que es sembrado en la tumba (v. 37). Gracias a Dios, no habrá mutilados en el cielo, ni cuerpos deformes allí.
2 Será un cuerpo dado por Dios (v. 38). Un cuerpo que en todo le será agradable, y digno de un espíritu redimido (2 Co. 5:10.
3 Será un cuerpo en todo apropiado al espíritu individual. «A cada semilla su propio cuerpo» (v. 38). Un cuerpo puede diferir de otro cuerpo en gloria, así como «una estrella difiere de otra» (vv. 41, 42). 4 Será un cuerpo incorruptible (v. 42). Incapaz de muerte, de enfermedad o de corrupción.
5 Será un cuerpo de gloria (v. 43). Semejante a su cuerpo en gloria (Mt. 17:2). 6 Será un cuerpo de poder (v. 43). No sujeto a las leyes de la tierra.
Todas las cadenas materiales quedarán rotas. 7 Será un cuerpo espiritual (v. 44). Totalmente sujeto a las voliciones del espíritu lavado en sangre (1 Jn. 3:2). Entonces llevaremos la imagen del celestial (v. 49).
V. El misterio de la resurrección. «He aquí, os digo un misterio», etc. Aquí el apóstol revela una verdad que había estado velada hasta entonces, y que, extraño es decirlo, es una verdad que sigue velada para muchos, aunque revelada, esto es, que no todos los hijos de Dios morirán, aunque sí que todos ellos deben ser transformados (v. 51).
El mismo Señor vendrá, y los que viven y quedan en aquel tiempo serán arrebatados junto con aquellos que han dormido en Cristo, pero que serán entonces resucitados de entre los muertos (1 Ts. 4:15-17).
En un momento, en un parpadeo, los muertos serán resucitados, y nosotros (los vivos en aquel tiempo) seremos transformados (v. 52). Está reservado a los hombres no a todos los hombres que mueran una vez (He. 9:27).
VI. El cántico de la resurrección. Este cántico se titula: Sorbida es la muerte con victoria. Es una victoria sobre el poder del pecado, un pecado, además, que fue intensificado por una ley santa. Es una victoria perfecta sobre todos los efectos del pecado.
¿Donde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde se encuentra el efecto de su veneno en estos nuevos cuerpos? ¿Donde está, oh muerte, tu aguijón? Tú habías reclamado una vez nuestros cuerpos como tu botín, pero has quedado eternamente derrotada en este nuevo cuerpo incorruptible.
Con todo, éste es un cántico de alabanza además de triunfo. Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. nicamente Él pudo sorber la muerte con victoria (Is. 25:8). Éste será el cumplimiento total de Oseas 13:14. Obsérvese allí la expresión clara de su determinado propósito.
VII. El incentivo de la resurrección. Pablo concluye ahora su gran argumento con una exhortación llena de poder motivador. «Así que, hermanos míos amados, sed firmes» (v. 58). Teniendo ante nosotros una expectativa tan gloriosa, ¿qué clase de personas deberíamos ser ahora?
1 Debería haber estabilidad de caracter. «Manteneos firmes y constantes.» No dejemos que la incredulidad de otros nos aparte de la fe de este Evangelio.
2 Debería haber constancia de servicio. «Abundando en la obra del Señor siempre», sabiendo que no es en vano; porque en el estado de resurrección y ante el Tribunal de Cristo, serán dada la recompensa (Ap. 22:12). Se someterá a prueba la obra de cada uno, de qué clase sea (1 Co. 3:12-15).