La joven lo siente acostada junto al teléfono, esperando que suene. La familia lo siente cuando llega una carta de su hijo que sirve lejos como soldado. El paciente lo siente cuando el doctor regresa sonriente con los resultados del análisis. ¿Qué es? Es la esperanza.
Alguien ha comentado que el ser humano es capaz de vivir sin muchas cosas, pero no puede vivir mucho tiempo sin esperanza. ¿Qué nos ayuda a soportar los problemas del presente, pensando que el mañana podrá ser mejor? Sólo la esperanza. ¿Qué nos capacita para dar el último esfuerzo, pensando ver un buen resultado? Sólo la esperanza.
Nos hace falta la esperanza. Pero ¿dónde la buscamos? Entre otros lugares, muchas personas la buscan en el gobierno. Cuando sucede algún desastre, dicen: ¿Por qué no hizo algo el gobierno? Cuando enfrentan algún problema, preguntan: ¿Cómo me podrá ayudar el gobierno? Su refrán es éste: el gobierno es mi pastor, nada me faltará.
Es una gran bendición vivir bajo un gobierno relativamente estable y relativamente justo, pero el gobierno se conforma de personas humanas y defectuosas como tú y yo. Por más que se ha intentado, no se ha podido construir una sociedad perfecta aquí en la tierra.
¿De dónde, entonces, viene nuestra esperanza? Quizás deberíamos de hacer como hacen algunos, y simplemente vivir sin esperanza - tratando de sobrevivir cada día, divirtiéndonos lo más posible para no enfrentar el vacío. Nuestro corazón nos dice, sin embargo, que hay más en la vida que esta clase de existencia sin esperanza.
La semana pasada vimos un episodio de la vida del profeta Elías. Dios lo levantó como profeta al imperio del norte, conocido como Israel. Estas diez tribus se habían separado del sur después de la muerte de Salomón, y habían seguido las costumbres idólatras de su primer rey, Jeroboán. No obstante, Dios no los dejó sin testimonio; levantó profetas como Elías y su sucesor, Eliseo, para llamarlos a regresar a El.
Aunque el pueblo volvió al Señor por un momento bajo el ministerio de Elías, sus corazones pronto se desviaron nuevamente. Un poco más de cien años después, Dios se hartó. Vamos a ver lo que sucedió desde la perspectiva de un profeta del sur llamado Isaías, y veremos dónde se encuentra la verdadera esperanza. Leamos, para empezar, Isaías 7:1-2:
7:1 Aconteció en los días de Acaz hijo de Jotam, hijo de Uzías, rey de Judá, que Rezín rey de Siria y Peka hijo de Remalías, rey de Israel, subieron contra Jerusalén para combatirla; pero no la pudieron tomar.
7:2 Y vino la nueva a la casa de David, diciendo: Siria se ha confederado con Efraín. Y se le estremeció el corazón, y el corazón de su pueblo, como se estremecen los árboles del monte a causa del viento.
Las cosas entre Israel y Judá habían llegado a un nivel tan bajo que Pecaj, el rey de Israel, estaba planeando atacar a Acaz, el rey de Judá. No confundan a Acaz, rey de Judá, con Acab, el rey de Israel que vimos la semana pasada. Acab vivió más de cien años antes de Acaz, y reinó en el norte. Fue un rey malo, como todos los reyes del norte. Acaz no fue un rey muy bueno, pero al menos pertenecía a la descendencia del gran rey David.
Cuando le llegó la noticia a Acaz de que Pecaj, rey del norte - aquí conocido como Efraín - y el rey de Siria se habían aliado en su contra, nos dice el texto que su corazón se estremeció - y también se estremecieron los corazones de todo el pueblo, como los árboles estremecidos por el viento.
Lo que sucede es que, sin esperanza verdadera, el corazón es inestable. Todo depende de lo que sucede a nuestro alrededor. Si todo va bien, podemos estar de pie. Tan pronto se presenta un problema, sin embargo, quedamos sacudidos. Gritamos: ¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá defenderme? Desgraciadamente, el Chapulín Colorado sólo existe en la televisión, así que tenemos que buscar socorro en algún otro lado.
Pero hay un camino mucho mejor. Dios mandó a Isaías a recordársela a Acaz, y a nosotros también. Leamos los versos 3-9:
7:3 Entonces dijo Jehová a Isaías: Sal ahora al encuentro de Acaz, tú, y Sear-jasub tu hijo, al extremo del acueducto del estanque de arriba, en el camino de la heredad del Lavador,
7:4 y dile: Guarda, y repósate; no temas, ni se turbe tu corazón a causa de estos dos cabos de tizón que humean, por el ardor de la ira de Rezín y de Siria, y del hijo de Remalías.
7:5 Ha acordado maligno consejo contra ti el sirio, con Efraín y con el hijo de Remalías, diciendo:
7:6 Vamos contra Judá y aterroricémosla, y repartámosla entre nosotros, y pongamos en medio de ella por rey al hijo de Tabeel.
7:7 Por tanto, Jehová el Señor dice así: No subsistirá, ni será.
7:8 Porque la cabeza de Siria es Damasco, y la cabeza de Damasco, Rezín; y dentro de sesenta y cinco años Efraín será quebrantado hasta dejar de ser pueblo.
7:9 Y la cabeza de Efraín es Samaria, y la cabeza de Samaria el hijo de Remalías. Si vosotros no creyereis, de cierto no permaneceréis.
Acaz se estaba preparando para la invasión, revisando el sistema de agua potable de la ciudad. Al menos no se había quedado inmóvil ante la amenaza de una invasión; pero se le había olvidado de dónde venía su verdadera esperanza. Su seguridad no estaba en los preparativos que podía hacer para la guerra, en tener agua disponible y soldados armados.
Isaías le dice que, aunque Pecaj de Israel y Rezín de Siria planeaban quitarlo de su trono e instalar a otro en su lugar, Dios sabía que eran sólo tizones humeantes. Acaz los veía como antorchas encendidas que prenderían fuego a toda su nación, pero el Señor los veía como tizones a punto de apagarse.
La razón por la que Pecaj y Rezín querían invadir la tierra de Judá era para que los judíos se unieran a ellos en oponerse a los asirios, que representaban el imperio de más poder de la era. Isaías ve, por el poder de Dios, que este plan fracasaría; que los asirios serían victoriosos, y que Acaz no tenía nada que temer de la amenaza de Pecaj y Rezín.
Es más, dentro de sesenta y cinco años, las diez tribus del norte serían dispersadas por otras tierras y suplantadas por gente extranjera. Como lo declara el verso 8, dejarían de existir como pueblo. Esta profecía se volvió realidad pocos años después, como lo leemos en 2 Reyes 17:6-11 y 24:
17:6 En el año nueve de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, y llevó a Israel cautivo a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos.
17:7 Porque los hijos de Israel pecaron contra Jehová su Dios, que los sacó de tierra de Egipto, de bajo la mano de Faraón rey de Egipto, y temieron a dioses ajenos,
17:8 y anduvieron en los estatutos de las naciones que Jehová había lanzado de delante de los hijos de Israel, y en los estatutos que hicieron los reyes de Israel.
17:9 Y los hijos de Israel hicieron secretamente cosas no rectas contra Jehová su Dios, edificándose lugares altos en todas sus ciudades, desde las torres de las atalayas hasta las ciudades fortificadas,
17:10 y levantaron estatuas e imágenes de Asera en todo collado alto, y debajo de todo árbol frondoso,
17:11 y quemaron allí incienso en todos los lugares altos, a la manera de la naciones que Jehová había traspuesto de delante de ellos, e hicieron cosas muy malas para provocar a ira a Jehová.
...
17:24 Y trajo el rey de Asiria gente de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Israel; y poseyeron a Samaria, y habitaron en sus ciudades.
Alrededor del año 722 a.C., Israel fue invadida y conquistada. Oseas, un usurpador que había matado a Pecaj y tomado su lugar en el trono, murió y la gente fue dispersada.
Para que todo esto se realizara, quedaba muy poco tiempo - Isaías lo sabía, porque Dios se lo había revelado; pero Acaz lo ignoraba, y se afligía. Volviendo a Isaías 7:9, encontramos la frase clave que le declara Isaías: "Si ustedes no creen en mí, no permanecerán firmes". En el idioma original, creer y permanecer firmes son formas diferentes de la misma palabra.
Podríamos tratar de captar la idea diciendo algo así: "Si ustedes no se afirman en fe, no estarán firmes". La única forma de estar firmes es afirmarnos por fe en el Señor. En otras palabras, la esperanza verdadera viene de confiar en el Señor. El es el único que conoce el futuro.
En este mundo de inseguridades, podemos desesperarnos por los peligros. Podemos vivir intranquilos, perplejos, estancados frente a las dudas. Si conocemos al Señor, ¡no tenemos que vivir así! Podemos enfrentar el futuro con seguridad, porque conocemos al que tiene el futuro en la palma de su mano.
¿Qué piensas del futuro? ¿Te asusta? ¿Lo tratas de ignorar? No tienes que seguir viviendo así. Decídete hoy que te afirmarás en el Señor. Sólo en El podemos encontrar la esperanza segura. Isaías se lo dijo a Acaz, y luego le dio una profecía para confirmárselo. La profecía tenía que ver con la situación inmediata de Acaz, pero también tendría repercusiones que nos llegan a nosotros.
Leamos los versos 10-17:
7:10 Habló también Jehová a Acaz, diciendo:
7:11 Pide para ti señal de Jehová tu Dios, demandándola ya sea de abajo en lo profundo, o de arriba en lo alto.
7:12 Y respondió Acaz: No pediré, y no tentaré a Jehová.
7:13 Dijo entonces Isaías: Oíd ahora, casa de David. ¿Os es poco el ser molestos a los hombres, sino que también lo seáis a mi Dios?
7:14 Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.
7:15 Comerá mantequilla y miel, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno.
7:16 Porque antes que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, la tierra de los dos reyes que tú temes será abandonada.
7:17 Jehová hará venir sobre ti, sobre tu pueblo y sobre la casa de tu padre, días cuales nunca vinieron desde el día que Efraín se apartó de Judá, esto es, al rey de Asiria.
Isaías le invita a Acaz a pedirle a Dios una prueba de lo que le acaba de decir. Acaz aparenta ser muy espiritual al decir: "No pondré a prueba al Señor". Sin embargo, cuando Dios te invita a ponerlo a prueba, ¡no es una falta de respeto aceptar su invitación! Por esto, Isaías le da una prueba.
Esta prueba tendría un cumplimiento inmediato. Una joven - probablemente de la casa real - tendría un hijo, y sorprendentemente, le pondría como nombre "Emanuel" - una palabra que significa "Dios está con nosotros" o "Dios con nosotros". Sería una señal para Acaz en el sentido de ser un nombre sorprendente en medio de la crisis que enfrentaba. Sería una señal también porque, antes de que el niño supiera discernir lo bueno de lo malo, los dos reyes a los que tanto temía Acaz quedarían sin poder. Serían derrotados por los asirios.
Sin embargo, esta profecía no era sólo para Acaz. Isaías lo indica dirigiéndose a la casa de David, la dinastía de David. Un día, de esta dinastía nacería un hijo de una virgen, que no sólo sería llamado Emanuel, sino que realmente sería Emanuel - Dios con nosotros. Esta profecía tiene un doble cumplimiento, con el segundo cumplimiento mayor que el primero.
Mateo así lo interpreta en Mateo 1:22-23:
1:22 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
1:23 He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.
Refiriéndose al nacimiento de Jesús, él declara que ha sucedido para dar mayor cumplimiento a las palabras de Isaías. La joven desconocida que dio a luz durante el reinado de Acaz y, sorprendentemente, le puso como nombre a su hijo "Dios está con nosotros" prefiguraba a una virgen que, siglos después, daría a luz un hijo que sería realmente "Dios con nosotros".
Aquí está la realización de la verdadera esperanza. La esperanza verdadera se realiza por medio de Jesucristo. El vino humildemente a nacer, a enseñarnos lo que Dios espera de nosotros, y finalmente a dar su vida en sacrificio por nosotros. Si nos mantenemos firmemente unidos a El por fe, sabemos que El nos llevará a estar con El cuando regrese.
Podemos tener esperanza solamente por Jesús. En este mundo, hay muchas incógnitas; pero hay una seguridad, y esa seguridad está en Jesús. Sólo El puede darnos un futuro seguro, un futuro a su lado después de la renovación de todas las cosas. Sólo en El podemos saber que todo está bajo control, a pesar de las apariencias.
Dime: ¿está segura tu vida en sus manos? ¿Te has encomendado a El? ¿Estás viviendo firme en la fe? No tienes que vivir con tu corazón sacudido como árbol frente al viento. Puedes fundamentarte en la Roca firme y eterna. Ven hoy a Jesús. Reconócelo como tu Señor y tu Rey. El es tu verdadera esperanza.