Las Preciosas Promesas de Dios. Charles Stanley
¿Qué pensaría usted de una persona muy adinerada que siempre estuviese quejándose de no tener suficiente? Al verle, pensaría: "Bueno, un momento, tiene dinero, y mire lo que viste. O vea su auto, vea su casa". ¿Por qué no está conforme? O sea, si tiene tantas posesiones, ¿por qué actúa de esa manera?
Y uno tiene que preguntarse: ¿Acaso no sabe que es una persona pudiente? ¿Acaso no se considera rico? ¿Acaso no sabe aprovechar su fortuna? ¿Qué tiene de malo que una persona viva así? Definitivamente algo anda mal.
Pero conozco a muchos creyentes que viven igual. Realmente son muy ricos, y no actúan como tal. No saben lo que es suyo. Quizás porque no lo creen, o porque nunca han aprendido, o se les escapó en algún momento de sus vidas, esta gran verdad.
Viendo cómo Dios muestra claramente en su Palabra su modo maravilloso de sustentarnos. Pero hay quienes se quejan como si fuesen mendigos: como si nunca tienen suficiente: "Dios me abandonó". "Es que Dios no entiende cuáles son mis necesidades". "Sé lo que dice la Biblia, pero no es así en mi vida". ¿Cuál es el problema? ¿Lo será Dios? ¿O más bien con el hecho de que no entendemos lo que tenemos? Así que le ruego que preste mucha atención.
Pues cambiará la imagen que tiene de sí mismo, y quizás el concepto que tiene de Dios. Así que le invito a acompañarme a 2 Pedro, y vayamos al capítulo 1. Este mensaje es parte de la serie sobre "Las promesas de Dios".
Y en este pasaje en particular, Pedro describe la gran riqueza que tenemos. Veamos lo que dice, 2 Pedro 1, desde el versículo 1: "Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado una Fe igualmente preciosa que la nuestra, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe "Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús.
"Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel, O sea, de Jesucristo--aquel que nos llamó por, escuche: por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas.
Para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia"; Lo que quisiera que veamos en este pasaje, y los demás que leeremos, es esto, y mucha atención, porque sé que muchos no lo creerán, pero escuche, aunque lo sepa o no, el día que aceptó a Cristo como su Salvador, se convirtió en una persona con grandes riquezas.
¿Dónde está el valor de todo eso? Aquí está: En las promesas de Dios. Y en breves momentos le mostraré por qué lo digo. Al aceptar a Cristo como su Salvador, las promesas de la Palabra de la Biblia pasaron a ser suyas, usted es una persona con muchas riquezas.
Comencemos con la primera evidencia del legado de riquezas que Dios le ha concedido. Acompáñeme un momento a Romanos capítulo 5. Y leeremos varios pasajes-- En Romanos 5 vemos cómo comienza todo.
Y esto es lo que dice: Dice en el versículo 6: "Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, seremos salvos por su vida.
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación". Mire, al aceptar a Cristo como su Salvador personal, Él perdonó todos sus pecados, y le llevó a tener una relación estrecha con Dios. De ahí en adelante, mire puede llamarse hijo de Dios. Es su posesión. Ahora tiene un legado, la herencia de que Dios es su Padre; Jesucristo es su Salvador, su hermano; y ahora es miembro de la familia de Dios, ese es usted.