LLORANDO, PERO SEMBRANDO LA PRECIOSA SEMILLA . Predicas cristianas de James Smith
«Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá con regocijo, trayendo las gavillas» (Sal. 126:5 y 6).
¡Qué versículo más espléndido! Ha sido una inspiración para el obrero creyente desde que fue escrito por el buen rey Ezequías hace dos milenios y medio.
Puede ser llamado un proverbio inspirado. Ha encontrado entrada en la literatura general, y es citado frecuentemente con diversos propósitos. Es en realidad una profecía, cumplida muchos tiempos en la historia de Israel, y espera un pleno y más grande cumplimiento en el futuro.
Pero de entrada presenta un problema. Porque ¿quién ha oído de un sembrador lloroso, de un granjero u hortelano llorando mientras sembraba? Generalmente, esta tarea se lleva a cabo con un espíritu de alegría y de abundante esperanza. Lo cierto es que nunca se «siembre con lágrimas» aunque puedan «segar con regocijo». Esto nos presenta un problema.
Pero la clave de la respuesta es muy sencilla. Estudiando el Salmo entero, el problema quedará contestado fácilmente. Es un Salmo de cautividad, o más bien un Salmo del regreso de la cautividad. «Cuando Jehová hizo volver la cautividad de Sion, estábamos como los que sueñan.» Las nuevas de la inminente emancipación parecían demasiado buenas para ser verdaderas.
Pero la profecía se cumplió. «Entonces nuestra boca se llenó de risa, y nuestra lengua de alabanza.» Incluso los paganos exclamaron: «Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos», tan patente era obra del Señor la liberación de ellos.
Cuando los felices libertados oyeron esto, exclamaron todos a una: «Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estamos alegres».
Alegres, gozosos, triunfantes, volvieron a su tierra amada. Pero el espectáculo de las ciudades, villas y aldeas asoladas y de los viñedos devastados abrió la fuente de las lágrimas, y el duelo ahogó el nuevo gozo. Pero ahí está el fondo de la cuestión: ¿Se abandonaron a sus dolores? ¿Abrigaron sus penas en sus brazos? No, nada de esto.
Aunque con llanto, comenzaron sus trabajos para remediar aquel triste estado de cosas. Araron y cavaron, y sembraron, aunque con lágrimas.
Aunque se fueron llorando, sin embargo llevaron consigo sus cestos de semillas, llevando la preciosa semilla. Y así, al cabo de un tiempo, volvieron «con regocijo, trayendo sus gavillas».
No es difícil ver la aplicación. Muchos hombres de negocios hoy día hacen frente a la ruina. Un buen negocio, resultado de años de trabajo, ha dejado de existir. ¿Qué, entonces? ¿Debe el desafortunado abandonarse a la desesperación? No, sino que, aunque con lágrimas, se deben reemprender las viejas tareas.
El día después del calamitoso incendio de Chicago se encontró este cartel sobre las ruinas ennegrecidas de una tienda antes próspera: «Todo se ha perdido, ¡menos la esposa, los hijos y la esperanza! Mañana se reanudan las actividades como de costumbre». ¡Maravilloso!
A veces, los conductores de actividades cristianas se encuentran, sin culpa suya, con que el trabajo de años queda deshecho. ¿Qué entonces? No se debe abandonar la esperanza, sino que se debe tomar el cesto de las semillas, y reanudar las tareas familiares, con la certidumbre de una cosecha abundante.
¿No tenemos aquí un mensaje? Sí, un mensaje para creyentes derrotados y desalentados, dolidos por su estado recaído, y por la desolación y ruina en sus vidas y experiencias.
Si se hace confesión de pecado, no solo habrá perdón, sino que en Jesucristo hay una plena y total liberación, y la restauración de los años que se comió la langosta. Los tales pueden, más aún, deben, retomar las antiguas y benditas tareas familiares en el servicio del Señor, sabiendo que «los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán».
Hay siete hechos tocantes al obrero cristiano que deben ser notados al ponderar esta Escritura.
I. Su actividad. «Irá andando.» Dios tiene una obra para que todos la llevemos a cabo. Felices seremos si las tareas que ocupan nuestro tiempo y pensamiento están designadas por Dios.
II. Su desprendimiento. «Irá andando.» Bien dispuesto a dejar los cómodos sillones y el caliente fuego de la chimenea ante la llamada del deber, recordando que no puede haber logros sin dolor.
III. Su sinceridad. «Irá andando y llorando.» Es decir, emprendiendo las tareas asignadas no de una manera formal y seca. Haremos nuestra tarea no de una manera seca y formal, sino de corazón y de buena gana. El sufrimiento es el precio de todo verdadero progreso.
IV. Sus recursos. «El que lleva la preciosa semilla.» La semilla es la Palabra de Dios. Su preciosa verdad ha de ser sembrada en fidelidad y confianza. ¡Qué glorioso cesto de semillas tenemos en la Palabra de Dios.
V. Su certidumbre. «De seguro» (V.M.). Dale vueltas a esta palabra: sin duda alguna, con toda certidumbre. Podemos salir andando con la total certidumbre de una cosecha gloriosa.
VI. Su alegría. «Volverá a venir con regocijo.» El gozo de la cosecha es ciertamente un verdadero gozo.
VII. Su recompensa. «Trayendo sus gavillas». Acudiendo ante el gran Trono de Recompensas no en solitario, no con las manos vacías. Qué recompensa por un servicio sacrificado!