Madurando en lo Espiritual
La madurez espiritual está marcada por el conocimiento espiritual puesto en acción. —Edward Bedore
Como padre, he visto cambiar y madurar a mis hijas, y redescubrirse a medida que pasaban por las diversas etapas de su desarrollo. No consiento a mi hija que está en la primaria, ni le ofrezco ayuda a mi hija mayor en sus tareas de la universidad. Porque eso presentaría obstáculos para su crecimiento.
Cada una de mis hijas está en una posición diferente, en términos espirituales y en cuanto a su desarrollo. Como padre, tengo la responsabilidad de conocerlas y entenderlas a cada una, en su progreso, para que nuestros corazones sigan conectados. Me sorprendería y preocuparía que una de mis adolescentes actuara como una niña de un año.
De la misma manera, tu Padre celestial entiende con claridad que estás en proceso de crecimiento espiritual y, como todo buen padre, te aplaude y te anima a cada paso que das hacia la madurez. Dios espera que cada uno de nosotros crezca, se haga fuerte y tome su lugar, como revolucionario que va desarrollándose y madurando en Él.
Los pensadores y académicos cristianos han identificado las etapas del crecimiento espiritual de diversas formas. Las Escrituras parecen hacerlo de la manera más sencilla: infancia, adolescencia y adultez.
El problema del estancamiento espiritual que se daba en la iglesia primitiva muchas veces sigue siendo el que vemos hoy. Hay muchos que jamás pasan de la infancia espiritual. La iglesia de Corinto estaba llena de gente que había empezado bien, pero que en algún punto del camino se había estancado.
En su primera carta a esas personas, después de haber dejado Corinto, Pablo les presentó el desafío de mirar con toda sinceridad el lugar en que estaban en términos espirituales: Amados hermanos, cuando estuve con ustedes, no pude hablarles como lo haría con personas espirituales. Tuve que hablarles como si pertenecieran a este mundo o como si fueran niños en la vida cristiana.
Tuve que alimentarlos con leche, no con alimento sólido, porque no estaban preparados para algo más sustancioso. Y aún no estaban preparados, porque todavía están bajo el control de su naturaleza pecaminosa. Tienen celos unos de otros y se pelean entre sí. ¿Acaso eso no demuestra que los controla su naturaleza pecaminosa? ¿No viven como la gente del mundo? 1 Corintios 3:1-3
Es perfecto y normal que un bebé se contente con leche, pero al fin será destetado y empezará a comer alimento sólido. A medida que avanza su desarrollo, es necesario y vital que el niño quiera algo más que la leche. De la misma manera, a medida que creces y te desarrollas, tus necesidades cambiarán. Naturalmente empezarás a tener hambre de mayor revelación y de verdades, porque tu imagen de Dios y tu entendimiento de Él crecen también.
A lo largo de tu vida, Dios permitirá que pases por pruebas, para ver si ha llegado el momento de pasar al siguiente nivel de responsabilidad y autoridad. Te da tareas pequeñas para ver si confías en Él y das lo mejor de ti. Y si lo haces, te da algo más grande.
El principio se nos presenta en varios pasajes, pero hay uno en particular que se destaca: El que es fiel en lo muy poco, es fiel también en lo mucho; y el que es injusto en lo muy poco, también es injusto en lo mucho. Lucas 16:10 (LBLA)
Al confiar en Dios en cada punto de tu desarrollo, Él va cambiando tus motivaciones, deseos, relaciones y acciones. Gradualmente, vas asumiendo más del corazón de Cristo. Te importan las cosas que le interesan a Él, y lo que le rompe el corazón, también quebranta el tuyo. Cuando el Espíritu Santo te señale las cosas de tu vida que le desagradan, ya no te encogerás de hombros con indiferencia.
Pero tampoco vas a castigarte porque hayas cometido un error. Es que agradeces más que nunca entonces el hecho de que Cristo pagó por tus pecados, y es más grande que nunca tu decisión de hacer que tu vida valga para Él.
Lentamente, así como el niño va creciendo y madurando, tu vida va caracterizándose cada vez más por lo que es la vida del Espíritu. Vas llenándote de más amor, más gozo, más paz, más paciencia, más benignidad, más bondad, y menos descontrol de tus emociones y acciones (Gálatas 5:22-23). Eso es lo que significa “parecernos más a Cristo”.
¿Por qué es que muchos cristianos quedan estancados en la etapa de la infancia? Yo lo llamo “síndrome de niño consentido”, y es la condición del corazón que dice que si conoces bien el juego, puedes evitarte el esfuerzo de crecer y hacerte responsable.
Es la mentalidad que te permite disfrutar de todos los beneficios de dejar que otros te carguen sin tener que aprender a caminar. Pero no es así como Dios quiere que vivas. El estilo de vida de la revolución del corazón no es la autoindulgencia. Es, más bien, el de renunciar a tu vida para ganar la de Él.
Cuando sientes la tentación de jugarle una trampa al sistema y saltarte los pasos del crecimiento espiritual, date cuenta que el síndrome de niño consentido está tratando de marginar ese proceso de maduración que Dios ha puesto en tu ADN espiritual. No hay atajos en la madurez espiritual, así como tampoco los hay para el desarrollo personal en todas las demás áreas de la vida.
Cuando estás dispuesto a hacer lo que haya que hacer, te conviertes en lo que necesitas ser con tal de alcanzar el éxito en cada etapa. Al pasar de la infancia espiritual a la adolescencia, Dios poda las áreas que ya no necesitamos. Jesús comparó esto con la poda de la viña: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
Él corta de mí toda rama que no produce fruto y poda las ramas que sí dan fruto, para que den aún más. Juan 15:1-2 (NTV) Cuando crecemos, Dios poda las áreas que ya no necesitamos.
Después de la temporada de crecimiento, los jardineros podan las viñas de manera drástica. Durante un tiempo, parecen solo pequeños bultos, que alcanzan la altura de la rodilla de uno. Pero en la primavera surgen los nuevos brotes y son más productivas las viñas de lo que fueron el año anterior.
¿Cómo quedas cuando Dios te poda? Al dedicarte a honrar a Dios y edificar Su reino, Él te usa para producir fruto: salvando a otros y ayudando a los jóvenes creyentes a crecer en su fe. Cuando de repente, como de la nada, empiezas a sentir que te cortan tus ramas espirituales.
Las acciones que antes daban fruto ahora no producen y tu primera reacción es pensar que esto sucede porque has cometido un error. Pero en la temporada de la poda, no es tu pecado lo que causa el problema. Es, más bien, tu fruto. Dios te está llevando por el proceso del cambio, para moldearte y hacerte más fructífero en la temporada siguiente.
Si malinterpretas lo que está haciendo, estarás tentado a enojarte con Dios, contigo mismo y con los demás. Lo que percibes como algo malo, de hecho es para tu beneficio.
La poda nunca es agradable, pero es necesaria.
Como dueño de un negocio de jardinería, muchas veces podaba los árboles de mis clientes en los meses de invierno. Y, en ocasiones, cuando había terminado de podar las plantas y los árboles, o incluso mientras lo hacía, venían a quejarse porque te los estaba cortando demasiado.
“No los podo para que se vean bien ahora. Estoy pensando en lo que va a pasar en la primavera y el verano. Los corto para que se vean de lo mejor, durante la temporada de mayor crecimiento”, les explicaba. También decía que podaba las ramas atravesadas de los árboles para que crecieran con más fuerza y tuvieran una forma más bella. Así que podaba con propósito y visión.
De la misma manera, Dios nunca nos poda sin ton ni son. Él usa Su perfecta habilidad para cortar esas partes de tu vida que no son eficaces ni fructíferas.
Por un tiempo, tal vez te veas como si te hubiera despojado de algo, pero cuando pases por otras temporadas de crecimiento, estarás más fuerte y darás más fruto que nunca. Si estás creciendo, cuenta con que Dios te hará pasar por temporadas de poda. Ellas forman parte de Su gran plan, el que diseñó para tu vida.
Las temporadas de poda suelen suceder en los momentos de transición, entre una etapa y la siguiente. Si interpretas correctamente estos momentos como algo beneficioso, seguirás creciendo en Él.
Pero si te resistes a estos momentos de cambio y te das por vencido, verás impedido tu crecimiento y te quedarás en esa etapa del desarrollo, sin avanzar hasta que obtengas una nueva percepción acerca de lo que sucede y puedas pasar la prueba.
Nunca olvidaré la temporada por la que pasó nuestra congregación hace unos años. No teníamos edificio propio, por lo que nos veíamos obligados a cambiar nuestro servicio de entre semana de un lugar a otro.
Era como si nuestra iglesia hubiese llegado a un lugar donde dejó de crecer; para mí, como pastor, fue una etapa dolorosa. Me preguntaba muchas veces si lo que hacía en ese entonces realmente había hecho alguna diferencia en las vidas de las personas.
Al final de un servicio en miércoles, el Espíritu Santo me llevó a hablar con Greg, un joven de catorce años, que claramente parecía estar dispuesto a darse por vencido.
Greg me dijo que había perdido su pasión por Dios y que no sabía cómo recuperarla. Había estado muy involucrado en nuestro ministerio para jóvenes varios años, pero creía que su temporada ministerial había llegado a su fin.
Apoyé mis manos sobre sus hombros, lo miré a los ojos y le dije: “Greg, Dios no se ha olvidado de ti. ¡Estás destinado a más que esto! Dentro de ti hay un pastor.
Confía en lo que te digo: la frustración de hoy no es tu destino final”. Recuerdo haberle dicho: “Dios tiene grandes planes para ti. ¡No dejes de crecer!”. Me miró como si no hubiera nadie más en el salón. Esa conversación cambió su vida.
No renunció. Hizo exactamente lo que Dios le decía que hiciera: siguió creciendo. Hoy, está activo dando testimonio a otros jóvenes de nuestra iglesia, del mismo mensaje de esperanza y sanidad que causó que su corazón fuera revolucionado. Si hubiera dejado de crecer en su relación con Cristo, faltaría una pieza vital en nuestro ministerio de jóvenes.
A veces, cuando las personas pasan por temporadas de poda, suponen erróneamente que pueden resolver el problema cambiando de esposa o esposo, de empleo, de ciudad o de iglesia. Cuando uno hace algunos o varios de estos cambios, quizá sienta alivio al principio pero pronto empiezan a salir a la superficie los viejos patrones de inmadurez. Es importante reconocer que no podremos avanzar hasta que pasemos por la temporada de pruebas y poda.
Si sientes que estás estancado en alguna área de tu vida, da un paso adelante en lo espiritual y empieza a avanzar, aunque sea con pasitos pequeños, hacia el próximo nivel. Ya no permitas que tu corazón permanezca estancado en el mismo lugar.