Ungidos para Amar y Liberar
“cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret,
y cómo éste anduvo haciendo bienes
y sanando a todos los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él.”
Hechos 10:38
Dios Padre estuvo siempre con el Hijo, Jesucristo Hombre, salvo cuando Éste cargó todas nuestras culpas y se inmoló por nosotros en la cruz, exclamando “...Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (San Mateo 27:46)
El Padre le acompañó durante toda Su vida; en cada sanidad y milagro estuvo presente con Su gran misericordia. Jesús fue ungido por el Padre con Su Espíritu de Poder, Amor y Santidad.
Del mismo modo acompaña a los cristianos en el cumplimiento de Su mandato: “Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.” (San Mateo 10:7,8)
Por el Espíritu Santo hemos sido ungidos para hacer las obras de nuestro Maestro.
Pedro no quería predicarles a los gentiles, solo hablarles a los judíos porque consideraba que todos los que no eran judíos eran inmundos pero el Señor lo obligó a ir a la casa de Cornelio a predicar Su Palabra. Quedó sorprendido Pedro cuando el Espíritu Santo se derramó en las vidas de estos gentiles. Por eso Pedro “abriendo la boca dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia.”
Dios no solo ama al pueblo de Israel, sino que ama a todo el mundo, incluidos nosotros. Él ama a toda la humanidad sean estos budistas, mahometanos, mormones, testigos de Jehová, cristianos, judíos o no judíos, Dios ama a todo ser humano. “En toda nación se agrada del que le teme y hace justicia.”
“Dios envió mensaje a los hijos de Israel -dice Pedro- anunciando el Evangelio de la paz por medio de Jesucristo. Este es Señor de todo.” El evangelio de la paz llegó a nuestras vidas por medio del Señor Jesucristo, el Maestro de Galilea que predicó este evangelio y lo vivió plenamente y dio su vida por ese mensaje y por nosotros.
Y luego dice que “este es Señor de todos”. Cristo no solo es Salvador, no solo es Maestro, no solo es Padre, no solo es Creador; Cristo es Señor, o sea Dueño de todo lo que existe, Dueño de toda la humanidad, de todo ser humano. Su mensaje y hechos se divulgaron por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan el Bautista.
El versículo que ahora nos interesa dice que Dios Padre ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús cuando entró en las aguas del Jordán para ser bautizado por el Bautista. Venía Jesús hombre, pero también Jesús Dios porque Jesucristo es verdadero Dios y hombre a la vez.
Cuando Juan el Bautista lo bautizó, al salir de esas aguas se escuchó una voz en los cielos que decía: “Este es mi Hijo amado en que tengo contentamiento”. Pero no solo se escuchó esa voz, sino que también se vio el Espíritu Santo en forma de una paloma. En ese instante podemos ver la Trinidad en la voz del Padre, la paloma del Espíritu Santo y Jesús, el hijo de Dios. Padre, Hijo y Espíritu Santo se manifestaron en el Jordán cuando Juan bautizó a Jesús
¿Por qué lo bautizó? Jesús lo dijo: “Es necesario que se cumpla toda justicia”. Él nos dio ejemplo de obediencia. Así como Jesús se bautizó, también nosotros nos bautizamos para declarar que estamos bajo el Reino de Dios.
Ungir es derramar aceite sobre la cabeza de alguien. Esa es una unción material, pero hay una unción espiritual que es el Espíritu Santo. Éste se representa por el aceite. Hay muchas formas de representarlo: una paloma, el agua, el viento, el fuego, etc. Mas el Espíritu Santo es espíritu, no se ve, no se toca, pero se siente.
El Padre Dios ungió con el Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y también lo hizo con poder. Por lo tanto “anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.
Cristo recibió y fue ungido con el Espíritu y anduvo con poder haciendo el bien a los demás, sanando a todos los que estaban oprimidos en sus almas por Satanás y realmente Dios estaba con Él. Si Él, siendo nuestro Salvador, Señor y Maestro actuó asó ¿no debemos los cristianos también vivir de esa forma? Hemos sido ungidos con el Espíritu Santo por lo tanto hemos sido ungidos con el poder de Dios para vencer el pecado en primer lugar en nuestras vidas; poder para levantarnos por sobre nuestras deficiencias y por sobre nuestros pecados: mentiras, envidias, orgullo, vanidad, idolatría. Todo esto puede ser quitado de nosotros con el poder del Espíritu Santo.
Para eso tenemos la poderosa oración en el Espíritu, para derribar a todo enemigo. Primero trabaja en nosotros y luego en los demás. Podemos orar por alguien y el Señor sanarlo y liberarlo. Él puede hacer grandes cosas si nos entregamos en Sus manos y somos ungidos con Su Espíritu. Ese Espíritu que movió a Cristo es el mismo Espíritu que nos mueve a nosotros.
Jesús “anduvo haciendo bienes” y es lo que nosotros tenemos que hacer: el bien a los demás, nunca es mal, jamás devolver un mal con otro mal, aunque nos impulse la rabia o un sentimiento de venganza. No debemos dar curso a esas pasiones sino callar y amar, orar por quien nos hizo mal.
Dice la Biblia que Jesús anduvo “sanando a todos los oprimidos por el diablo”. Y hay antas personas oprimidas por Satanás, que llevan una carga negativa. Son espíritus inmundos que las oprimen y no las dejan ir, las alejan y apartan de Dios.
Muchos se engañan pensando que están bien con Dios y que tienen una relación con Él pero solo tienen una religión, palabras, supersticiones. Hacen oraciones, rezos y otras prácticas, pero siguen oprimidos por el diablo. Por eso es tan necesario que hagamos oración de intercesión por todos aquellos que están oprimidos por la enfermedad, la depresión, problemas de salud mental o física, problemas económicos, familiares, matrimoniales, con los hijos, miedos que tiene la gente… Orar por todos los oprimidos por el diablo.
Dios está con nosotros desde el momento en que le dijimos “Sí” al Señor, cuando le entregamos nuestra vida, ese día en que nos encontramos con Él y en que Él se encontró con nosotros, cuando perdonó nuestros pecados, nos lavó con Su sangre, limpiándonos de toda cosa mala y nos ungió con el Espíritu Santo. Desde entonces mora en nosotros Su Espíritu, la Tercera Persona de la Trinidad, como lo había prometido Jesús cuando dijo que era necesario que Él se fuera para que viniera el otro Consolador, el Espíritu Santo que nos iba a llevar a toda verdad y a toda justicia, que nos capacitaría para enfrentar toda deficiencia y para tener el poder de ayudar a nuestro prójimo y de llevarlos a la Verdad.
¡Qué el Señor nos ayude a hacer de esta Palabra una realidad en nuestras vidas y podamos verdaderamente vivir como Jesucristo, ungidos por Su Espíritu, haciendo el bien a los demás y sanando a todos los oprimidos por el diablo!
Encontraremos en nuestro camino personas cuyas expresiones les delatan que no tienen a Dios, sino que las mueve un espíritu maligno, tienen pensamientos muy negativos, buscan la discordia y generan en el ambiente una extraña tensión.
Nosotros debemos ser instrumentos de paz que traigamos armonía al medio, sanidad y liberación a las almas. Y para eso necesitamos activar el Espíritu Santo por medio de orar, escuchar, meditar la Palabra de Dios y actuar como fieles discípulos de Jesús.