"Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis" (Jeremías 29:11)
Escuché el relato de una persona que había estado en un hospital en África. Allí vio cómo una enfermera cristiana, que estaba trabajando como misionera, vendaba la pierna de un niño que tenía llagas y la piel carcomida por una terrible enfermedad;
un cuadro desagradable a la vista. El hombre le dijo a esta misionera, "Yo no podría hacer eso ni por un millón de dólares", y ella le respondió "Yo tampoco lo haría por esa cantidad".
Hay personas que dejan todo en su vida, porque encuentran que han sido creados con una misión, y una vez que la descubren, no les importa el dinero, el reconocimiento o la fama. Nada los hace más felices que cumplir ese propósito.
Dios tiene un plan eterno para cada persona. "Jehová me llamó desde el vientre, desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria" (Isaías 49:1).
Ningún ser humano nace por casualidad. De millones de espermatozoides, sólo uno llega a fecundar un óvulo para que se produzca la concepción.
Si Dios no tuviese un plan para nuestras vidas, no habríamos nacido. "Antes que te formase en el vientre te conocí..." (Jeremías 1:5).
En Efesios 2:10 se nos dice que "Dios nos ha preparado de antemano obras buenas para que las hagamos".
Cada creyente debe orar para descubrir el propósito para el que fue creado. No debemos caminar en sentido contrario a la dirección que Dios trazó para nuestra vida.
El mandato de meditar de día y de noche en la Palabra de Dios tiene la promesa de que "...entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien" (Josué 1:8).
El plan de Dios es que podamos formar una familia feliz, que tengamos una profesión y un trabajo que nos permitan vivir en forma digna, que no tengamos carencias, más allá de aquellas que contribuyan a nuestra madurez.
Dios quiere hacer algo grande a través de tu vida. No te pierdas esta oportunidad. Aprovéchala. Tu tiempo es hoy.