2 Timoteo 1.7-8; 2.1-5; 4.2-5.
La Disciplina Cristiana: El camino cristiano es una disciplina, no una mera doctrina. La doctrina le da dirección y contenido a la disciplina. La doctrina que no disciplina está muerta.
El cristianismo es, por lo tanto, algo que no sólo se cree, sino algo que se cree de tal manera que nos obliga a actuar. Nuestros hechos son nuestro credo.
Aquello en que creemos nos empuja a la acción, a la práctica. Nadie cree en lo que no práctica. La teoría y la práctica deben ser una misma cosa. Nuestra teoría es nuestra práctica.
El futuro del mundo está en las manos de los disciplinados. Los indisciplinados gastan sus energías inútilmente. Sin embargo a la declaración de que el mundo está en las manos de los disciplinados debe hacérsele una adición y leer:
El mundo está en las manos de los que se disciplinan a los más alto. Si uno se encuentra disciplinado a lo inferior, la disciplina se agota por sí misma, porque carece de algo inmutable que la apoye.
El cristiano está disciplinado o sometido a algo, ¿a qué? “La edificación de Dios es por la fe”. La edificación de Dios es el Orden Divino, el Reino de Dios. Ese orden se personificó en la Persona Divina: Jesucristo.
Nosotros, pues, estamos sometidos a la Persona que personifica un Orden, a esa personificación que hace que nuestra disciplina sea personal y social a la vez; personal por cuánto está relacionada con la Persona de Cristo, y social por cuanto tiene relación con el Orden que Cristo personifica.
Disciplinado al Reino personificado, es decir, sometido a Cristo, el cristiano tiene que pensar, vivir y morir en un plano supremo, porque el Reino es una manera de vivir superior a cualquiera otra. ¡Podemos pues entregarnos sin vacilar a la disciplina cristiana!
Oh Dios mío, esta disciplina tuya a que me he sometido lo es todo. Ayúdame ahora a mantenerme sometido sin reservas y sin vacilaciones. Permíteme que arroje al viento toda duda y todo temor. Ayúdame como el antiguo israelita a decir: “Tomo el yugo del Reino”. Yo sé que ese yugo será ligero puesto que es mi misma vida. Amén.
Tomado del libro: Vida en abundancia