El misterio de la vida, de la muerte, la fertilidad, la infertilidad, pertenece sin duda a Dios. Realmente Jacob tiene un panorama complicado.
Tuvo que salir escapando de su casa, dejando atrás a su familia, sus afectos, llega a casa de Labán, tiene que trabajar siete años por Raquel y la noche de la boda, le cambian la esposa por una costumbre del lugar.
Pasa una semana con Lea, hasta que le entregan a Raquel por otros siete años de trabajos. Cuando le entregan a su amada Raquel era lógico que Lea pase a un segundo plano, así que Dios vio que Lea era menospreciada y le dio hijos, pero Raquel era estéril.
Entonces a pesar que Raquel, era la elegida del amor de Jacob, ella comienza a sentir envidia de su hermana. Lea podía tener hijos, ya tenía cuatro, y ella Raquel, la amada, no tenía ninguno.
Entonces estalla, reclamando a su esposo algo, que esta fuera del alcance de Jacob, algo que el deseo de su corazón no puede controlar...“Dame hijos o sinó me muero”.
Dios tiene propósitos misteriosos, que a veces los revela, y otras veces no, pero siempre lo que El hace es para nuestro bien. Hay parejas que se desesperan y hacen lo imposible, para poder tener hijos.
Es muy difícil aceptar de buena gana nuestra imposibilidad.
Pero debemos aprender a contentarnos. La declaración de Raquel, parece gritar que, lo mas importante de su vida, es tener hijos y la obsesión, transforma su deseo, en la única razón para vivir. ¡Qué distorsión tremenda!, causada por la competencia con su hermana.
Sin duda esta desesperación por tener hijos, esta obsesión, se convierte en realidad, cegó su sentido y entendimiento de lo mas importante, al punto de pensar que otros pueden hacer las cosas que le corresponden hacer a Dios.
Es interesante recordar que el “Tiempo de Dios” se cumple, La Biblia dice: en el vers. 22 “se acordó Dios de Raquel y le dió a su hijo José”.
¡Señor enséñame a esperar en ti y en tus tiempos!.
Daniel L. Bustamante