¿Conocemos ese crecimiento que Dios nos concede al hacer uso de su Palabra para la evangelización o la instrucción de otros?
El Espíritu Santo abre los ojos de aquel creyente que con su lengua da testimonio de Cristo. También el Espíritu desciende sobre los que escuchan (44).
Dios es imparcial (34-35). En la casa de un militar romano Pedro palpaba, como nunca antes, la realidad de un Dios para quien las barreras de clase y raza no existen en absoluto.
¿A qué tipo de comprensión se refiere Pedro cuando dice: “Ahora entiendo…” (34)? ¿Quién puede adquirirlas?
Jesús es para todos (30-43). Cornelio y sus amigos no ignoraban las noticias de las actividades de Jesús de Nazaret (77), pero saber los hechos de su vida no basta.
¿Cuál es la meta (43)? El apóstol debía enfatizar su resurrección, el nombramiento que Dios le hizo como juez de todos, y su poder para perdonar los pecados de todos lo que en él creyeren.
¡Qué privilegio el nuestro poder hablar del mismo Jesús, tan real en el día de hoy como en la historia del primer siglo!
El Espíritu Santo es para todo creyente (44-48). Para estos creyentes gentiles el agua del bautismo fue la confirmación externa de la presencia del Espíritu Santo derramada en sus corazones y manifestada en esta ocasión por el hablar en lenguas.
Oración. Gloria a ti, Señor, por tu Palabra y tu Espíritu.
Para memorizar. “Ahora entiendo que de veras Dios no hace ninguna diferencia entre una persona y otra, sino que en cualquier nación acepta a los que tienen temor de él y hacen lo bueno” (34-35).