¿Cuál debe ser la reacción del creyente ante tan grande protección y seguridad divinas?
Reconoce a Dios como su esperanza (2). Más todavía, se lo dice. En el fondo, todo el salmo no es sino la descripción de esa seguridad, estos es, de su deseo de decirlo en forma tal que, miles de años después de escrito, nosotros podemos seguir repitiéndolo. Dios es dos cosas, inicialmente: esperanza y castillo. Esperanza firme y castillo fuerte.
No tiene temor (5). Delante de la situación de guerra, pestilencia, mortandad que describe, ¿Quién no se atemoriza? La respuesta es clara: el que confía en Dios. La primera idea es interesante: no tendrá temor del “espanto nocturno”. ¡Cuántos son valientes de día pero sienten un inexplicable terror cuando se pone el sol! Esa es una experiencia de todos. ¿Hemos sentido temores? ¿cómo anda entonces nuestra fe?
Reconoce a Dios como su refugio (9). La idea aquí es algo diferente a la del versículo 2. Porque en vez de hablar de un castillo, se refiere simplemente a una “habitación”, esto es, la casa que ocupamos habitualmente. No se trata de recurrir a Dios sólo cuando hay un bombardeo, lo que normalmente ocurre pocas veces en la vida, sino que, por así decirlo, vivamos dentro de él, rodeados por él como nos rodean las paredes de la casa en que habitamos.
Le invoca (15). Aun cuando llegare la circunstancia en que nos preguntemos sobre la eficacia de nuestra fe, podemos reclamar la presencia de Dios y Dios nos asegura: “Te responderé”. ¿Clamamos a Dios por desesperación o por amor?
Oración. Quiero agradecerte, Señor, porque sé que siempre estás a mi lado, encima y por debajo de mí, y que nada me puede ocurrir si no es tu voluntad, es decir, mi bien.