Aquí surge el primer gran problema de la iglesia de Corinto: el partidismo, cuya discusión Pablo va a prolongar hasta el capítulo 4. El problema es también nuestro: vivimos de contiendas y divisiones.
Los partidos en Corinto (11-13). En esta iglesia había cuatro grandes facciones. Estaban los pablistas, acaso los gentiles, ya que el apóstol había proclamado el Evangelio de la libertad cristiana. Había los apolistas, quizás los intelectuales y los griegos amantes de la oratoria.
Estaban los pedristas, a lo mejor los legalistas, y por último los crististas o cristianos, cuya falta mayor era querer monopolizar a Cristo y hacerlo objeto de partido. ¡Cristo es el Señor de todos! Algunos piensan que a este grupo pertenecían los intolerantes y santurrones.
La solución: formar un frente (10). Pablo sabiamente hace un llamado a la unidad. Y ésta ha de verse en lo que hablamos, pensamos y en lo que hacemos. Además, las incisivas preguntas del versículo 13 aplastan por completo el necio empeño de mantener grupos egoístas en la iglesia. ¿Qué nos quiere decir todo el pasaje a nosotros hoy?
- Que no hay que glorificar ni sobrevalorar a los hombres, por más inspirados que sean.
- Que los partidos son siempre una peste para la iglesia, y hay que evitarlos a toda costa.
- Que si peleamos entre hermanos nos devoran los de afuera, como dice el Martín Fierro.
Lo lamentable de estos partidos es que tienen sus sucesores entre nosotros.
Para pensar. ¿Qué es lo que da expresión visible al espíritu de partido?
Oración. Señor, somos tuyos y de los demás. No permitas partidos en tu pueblo, ni menos permitas que a ti te constituyan objeto de partidismo.