Mateo 5.43-48; Romanos 12.17-21; 1 Juan 4.21.
En relación con lo que Jesús estaba diciendo a sus discípulos añadió: “Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; más si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros”. (Mateo 10.13). En otras palabras, si la gente no acepta nuestra paz, ésta regresa a nosotros; conservamos la paz que tenemos más la paz que dimos. Para nosotros de todos modos es ganancia. Esto es como lanzar una moneda y decir: “Si cae águila, gano yo; si cae sol, pierdes tú”.
Quizás habréis oído el cuento de aquella cerca de piedra que era tan ancha que cuando la derribaron quedó igual que al principio. El cristiano es así; prospera en las dificultades porque las convierte en puertas; sus calvarios son mañanas de resurrección.
¿Nos critican? Si hemos dado motivo para la crítica, hagamos la corrección necesaria. Convirtamos a nuestros críticos en los guardianes de nuestra alma. Todos somos cristianos en formación; por lo tanto la crítica nos ayuda a formarnos debidamente. Si la crítica no tiene razón, pasémosla por alto y no guardemos por ello rencor a nuestros críticos. Pensemos en ellos con oración. Arrancaremos a la injusticia una victoria más. Obrando así no tendremos enemigos, porque en nuestro ánimo no hay lugar para la enemistad. De esta manera nos deshacemos de nuestros enemigos sin luchar.
La única manera de cómo el cristiano debe suprimir a sus enemigos es convirtiéndolos en amigos. Aun cuando nuestros enemigos no quieran reconocer que son nuestros amigos, y continúen actuando como si en realidad fueran nuestros enemigos, los habremos transformado en amigos de dos maneras: Guardando para ellos sentimientos únicamente de amistad y aprovechando sus críticas para perfeccionarnos. Quieran o no quieran, son nuestros amigos, nosotros somos quienes guiamos.
La única manera de superar a nuestros enemigos es procurando ser diferentes de ellos. No tomemos sus armas en nuestras manos. Si ellos nos brindan enemistad, nosotros le brindamos amistad. Conservemos nuestras propias armas. Dos odios no pueden nunca constituir un idilio de amor. Nosotros debemos retener la dirección.
Recordemos la frase que dice: “Un alma que respira paz”. Seamos esa clase de personas: respiremos paz siempre. Si los demás no aceptan nuestra paz volverá a nosotros.
Bendito Maestro, con tu ayuda he de cambiar en medio de la adversidad, con la frente muy alta. Enséñame a inclinarme reverentemente delante de Ti para aprender a hacer tu voluntad. Siguiendo tu camino seré yo quien guía. A Ti nada te detiene ni intimida. Humilde y gozosamente soy invencible en Ti. Concédeme sobreabundar en bondad de tal manera que mi bondad pueda sobrepujar toda amistad. Amén