Volvemos a Antioquia donde vimos nacer la iglesia más importante del mundo gentil (12-19-30). Fueron chipriotas, entre otros, los que comenzaron a evangelizar allí, y ahora el Evangelio volverá a Chipre en boca de un chipriota, Bernabé (4.36), y su colega Saulo. La isla está ubicada a unos 100 Kilómetros al oeste de la costa de Siria.
Dando la iglesia se enriquece (1-3). Por la bondad de Dios esa iglesia contaba con cinco profetas y maestros, de quienes por lo menos cuatro no eran nativos de Antioquia. ¡Un hermoso ejemplo de la internacionalidad de la iglesia de Jesucristo!
En el contexto de servicio y sumisión al señorío de Cristo, de disciplina personal y oración, sintieron y obedecieron la voz del Espíritu Santo. Pero la despedida de Bernabé y Saulo no fue una pérdida sino el paso que permitió a esa iglesia sentirse profundamente involucrada en el progreso del evangelio. Si la llegada de estos apóstoles a Antioquia fue de bendición para muchos, ¡cuánto más lo fue su salida! Observa 14.27 y 18.22-23.
El Espíritu que envía, también da palabra (4-12). Desde el momento en que llamó a Moisés hasta ahora, Dios nunca ha enviado a nadie sin capacitarlo acerca de lo que tiene que proclamar.
Aquí las palabras necesarias no fueron solamente las que se predicaron en las sinagogas, sino también las que denunciaron y juzgaron las intenciones diabólicas de un “hijo del diablo”, el falso profeta Elimas.
Si resistir a la verdad es grave, ¡cuánto más lo es intentar apartar a otro de la fe! Es participar en el trabajo de Satanás. Es preferible – como dijo Jesús – amarrarse una piedra en el cuello y lanzarse al mar. Esto indica la gravedad de arrancarle la fe a aquellos que sinceramente creen.
Oración. Señor, obra en tu iglesia para que sea verdaderamente misionera. Danos el gozo de ser entregados a tu Espíritu.