SALMO 120
De repente hemos dejado el continente del inmenso Salmo ciento diecinueve y entramos en las islas e islitas de los Salmos de Grados. Hacemos bien en ocuparnos en una devoción prolongada en alguna ocasión especial, pero esto no ha de ser en desdoro de las minucias sagradas que santifican la vida de piedad día tras día. El que inspiró el Salmo más largo fue también el autor de las cortas composiciones que siguen.
Tema: Cierto autor supone que este himno fue cantado por un israelita después de dejar su casa para subir a Jerusalén. Cree que el buen hombre había sufrido la calumnia de sus vecinos y estaba contento de librarse de su chismorreo y pasar un período en las ocupaciones mas felices de las fiestas sagradas. No podemos negar que sea así, pero dudamos que una persona piadosa creyera justificado para cantar salmos sobre sus vecinos detestables, cuando dejaba el hogar durante unos pocos días. C. H. S.
Todo el Salmo: Vemos aquí a un hebreo, con intenso anhelo espiritual de paz, que exclama al emprender la marcha hacia el Templo: «Señor, permíteme librarme de todo esto, por lo menos durante un tiempo. Que pueda dejar esta fiebre y esta tensión, libre de la vana turbulencia y tumulto confuso del mundo. Que pueda descansar y recrearme un poco en el sagrado asilo y santuario del Dios de paz. Dios de paz, concédeme tu paz cuando adoro en tu presencia; y permíteme hallar un mundo mejor cuando vuelva al mismo, o por lo menos que yo traiga un corazón mejor y más paciente para sus deberes y luchas.» Samuel Cox
Versículo 1. En mi angustia.
La calumnia ocasiona angustia de gran intensidad. Los que han sentido el filo de una lengua cruel saben que es más agudo que una espada. La calumnia excita nuestra indignación por un sentimiento de injusticia, y, con todo, nos hallamos impotentes para luchar con el mal o actuar en nuestra propia defensa. C. H. S.
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Clamé a Jehová. El curso más sabio que podemos seguir. Es de poca utilidad el recurrir a nuestros prójimos en cuestiones de calumnias, porque cuanto más agitamos la cuestión, más se extiende. Lo mismo sería rogar a panteras y lobos que a calumniadores con el corazón endurecido. Sin embargo, cuando el clamar a los hombres sería una debilidad, el clamar a Dios será nuestra fuerza. ¿A quién han de clamar los hijos sino a su Padre? C. H. S.
Salmo 120 - Plegaria ante el Peligro de la Lengua Mentirosa
Tema: Cierto autor supone que este himno fue cantado por un israelita después de dejar su casa para subir a Jerusalén. Cree que el buen hombre había sufrido la calumnia de sus vecinos y estaba contento de librarse de su chismorreo y pasar un período en las ocupaciones mas felices de las fiestas sagradas.
En mi angustia clamé al Señor. Ved la maravillosa ventaja de la tribulación: que nos hace clamar a Dios; y de nuevo vemos lo dispuesta que está la misericordia, que cuando clamamos, ¡Él nos oye! Muy bienaventurados son los que gimen en tanto que están haciendo el largo viaje desde la Galilea de los gentiles, o sea el mundo, en la llanura, a la Jerusalén celestial, la ciudad alta y sagrada de los santos de Dios. J. W. Burgon
En mi angustia. La ayuda de Dios viene en sazón; en el momento en que la necesitamos. Cristo es un bien en sazón... ¿No está en sazón el que tenga el alma a oscuras, y Cristo, la ilumine; el alma muerta, y Cristo la vivifique; el alma en duda, y Cristo resuelva la duda; el alma angustiada, y Cristo la alivie? ¿Y el que tenga el alma endurecida, y Cristo la ablande; el alma engreída, y Cristo la humille; el alma tentada, y Cristo la socorra; y el alma herida, y Cristo la sane? ¿No está esto en sazón? R. Matthew
Versículo 2. Libra mi alma, oh Jehová, de los labios mentirosos.
Se necesitará poder divino para salvar a un hombre de estos instrumentos de muerte. Los labios son blandos; pero, cuando mienten, chupan la vida del carácter y son como navajas homicidas. C. H. S.
Una lengua sin freno es un vehiculum diaboli, el carro del diablo, en que cabalga en triunfo. Míster Greenham describe la lengua muy bien por medio de contrarios o diferencias: «Es un trozo de carne pequeño en cantidad, pero poderoso en calidad; es blando, pero resbaladizo; se mueve ligero, pero cae pesado; su toque es blando, pero hiere profundo; sale rápidamente, pero quema de modo vehemente; pincha muy adentro, y por tanto no cura con facilidad; tiene fácilmente libertad de salir, pero no halla medios fáciles para regresar; una vez inflamada por el fuelle de Satanás, es como un fuego del infierno.» Edward Reyner
Versículo 3. ¿Qué te dará, o qué te añadirá, oh lengua engañosa?
¿Qué hay que hacer contigo? La ley del talión no puede aplicarse aquí, puesto que nadie va a calumniar al calumniador; está demasiado negro para ennegrecerle; y tampoco lo haríamos si pudiéramos. ¡Miserable! Lucha con armas que verdaderamente los hombres no pueden tocar, como los calamares, que se rodean de tinta negra en la cual un hombre honrado no puede penetrar.
Como la mofeta, emite un olor de falsedad que no puede resistir el hombre veraz; y, por tanto, con frecuencia escapa sin que le castiguen aquellos a quienes más ha ultrajado. Su crimen, en cierto sentido, es su propio escudo; nadie quiere habérselas con un enemigo tan ruin. Pero, ¿qué hará Dios a las lenguas mentirosas? Ha pronunciado sus más terribles amenazas contra ellas, y va a ejecutarlas a su debido tiempo. C. H. S.
Versículo 3, 4. Una flecha del arco de un guerrero poderoso que vuela invisible e insospechado a su blanco y cuya presencia sólo se advierte cuando vibra clavada en el corazón de la víctima, puede representar apropiadamente el dardo silencioso y letal de la calumnia; y el fuego de leña de enebro que enciende el peregrino en la arena del desierto y que produce un calor continuo y ardiente, no es menos descriptivo del dolor intenso y la herida duradera de una lengua maliciosa y falsa. Robert Nisbet
Versículo 4. Agudas saetas de valiente.
¿Qué crimen es éste al cual el que es todo misericordia aplica una sentencia tan terrible? Odiémoslo con odio perfecto. Es mejor ser la víctima de la calumnia que su autor. Los dardos de la calumnia errarán el blanco, pero no las flechas de Dios; las brasas de la malicia se enfriarán, pero no el fuego de la justicia. Evita la calumnia como evitarías el infierno. C. H. S..
Está comparando la mala doctrina a una flecha que no está embotada, sino afilada; y, además, que es lanzada, no por uno que es débil, sino fuerte y robusto; de modo que hay peligro por los dos lados, tanto por la flecha aguda y capaz de penetrar, como por el hecho de la gran fuerza con que es lanzada. Martin Lutero
Flechas. Brasas de enebro. Hay una historia maravillosa en la Midrás que ilustra bien esto. Dos hombres en el desierto estaban bajo un enebro y recogían leña para cocer su comida. Un año después pasaron de nuevo por el mismo lugar donde habían encendido el fuego. Había polvo. Lo pisaron, pero se quemaron los pies, pues debajo había las «brasas» que todavía no se habían apagado. H. T. Armfield
Versículo 6. Algunos beduinos son ladrones y traicioneros; sucede a veces que saquean en su camino por la mañana a los que habían recibido con muestras de hospitalidad la noche anterior. Parece persistir en ellos una ojeriza o rencor hereditario implacable, que cumple literalmente la profecía del ángel a Agar, de que «Ismael sería un hombre fiero, su mano contra todos, y las manos de todos contra él». Thomas Shaw
Versículo 6. Nuestro Señor se hallaba entre las fieras en el desierto.
No son pocos los que preferirían verse frente a ellas que entre los espíritus airados que, por desgracia, todavía pueden hallarse en las iglesias cristianas. Wesleyan Methodist Magazine
Versículo 6, 7. El hombre que aborrece la paz es una deshonra para la raza, un enemigo de su hermano y un traidor a su Dios. Aborrece a Cristo, que es el Príncipe de paz. Aborrece a los cristianos, que son personas pacificas. N. Mcmichael