David Restaura el Arca. Bosquejos Bíblicos para Predicar 2 Samuel 6:1-16
«¡Oh corazón! Débil seguidor del débil, Que atravieses tierra y mar En este lejano lugar para aquel Dios buscar Que tanto tiempo ha ya vino a ti» HOUGHTON
El arca era el símbolo de la presencia del Dios invisible entre ellos, y un tipo de Jesucristo, Dios manifestado en carne, pero Israel la había perdido (1 S. 4).
El pecado y la iniquidad siempre harán separación entre vosotros y vuestro Dios (Is. 59:2). La misma PRESENCIA que fue gozo y consolación del pueblo del Señor fue un terror para los impíos (1 S. 5:8). Separados de Él se puede escribir «Icabod» sobre todo lo que hagamos (1 S. 4:21; Jn. 15:4, 5). En este capítulo tenemos a hombres adoptando varias posturas acerca del Arca, recordándonos algunas de las diferentes posturas que algunos adoptan con relación a Cristo. Observemos
I. Los formalistas celosos. «Pusieron el arca de Dios sobre un carro nuevo» (v. 3). Los descendientes de estos fabricantes de carros siguen estando en la actualidad entre nosotros. Hay una exhibición de santidad en sus acciones, pero tienen más gusto en poner su religión en carros nuevos: iglesias nuevas: que en llevarla personalmente (1 Cr. 15:15).
El Arca tenía varas, pero no ruedas (Éx. 25:14, 15). La religión de Jesucristo no puede ser llevada de una manera mecánica. Puede que inventemos nuevas estrategias y organizaciones y que pongamos nuestra fe en todo ello, pero si no está en nuestros corazones la «carga de Jehová» la causa de Cristo no hará progreso alguno a través de nosotros.
II. El profesante autoconfiado. «Uzá extendió su mano al arca de Dios, y la sostuvo… y lo hirió Dios allí por aquella temeridad» (vv. 6, 7). La familiaridad con las cosas santas, sin corazón para apreciarlas, lleva a la presunción (Lv. 10:1-3).
El Arca de Dios necesita tanto de la mano de los hombres para afirmarla como la Columna de Nube. Es posible perecer en el lugar del privilegio por extender la mano en lugar del corazón (Ro. 10:3). Los hay muchos como Uzá, que quisieran defender la fe, y que sin embargo demuestran por sus acciones que no tienen fe. Quisieran salvar la Biblia de caída, y ellos mismos caen y mueren no salvos.
III. El indagador tímido. «Temiendo David a Jehová aquel día, dijo: ¿Cómo ha de venir a mí el arca de Jehová?» (v. 9). David estaba anhelante de tener el arca, como muchos lo están de poseer la salvación, pero la santidad y el poder asociados con ella, y un sentimiento de su propia indignidad, le hacen temer.
¿Cómo va a venir a mí este Santo y Heridor del pecado? ¿Cómo podré jamás vivir en comunión con esta pureza y este poder? ¡Ah, este «¿cómo?» ha turbado a muchos buscadores en pos de Dios. La respuesta se encuentra en la Cruz de Cristo, porque somos reconciliados con por medio de la muerte de su Hijo, y nuestros corazones vienen a ser morada de Dios por el Espíritu. ¿Quién podrá estar delante de Jehová el Dios santo? (1 S. 6:20). Aquel que tiene entrada por la fe (Ro. 5:1, 2).
IV. El creyente humilde. «La hizo llevar David a casa de Obed-edom geteo… y bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa» (vv. 10, 11). El nombre de Obed-edom aparece entre los porteros (1 Cr. 15:18), pero aunque tuviera una ocupación humilde, es evidente que recibió gozoso el arca, porque aquel día vino la salvación a su casa (cf. Lc. 19:5, 6).
David tenía temor de tomar el arca él mismo a su casa, pero aparentemente pensó que no causaría daños en la humilde casa del portero. El arca parecía estar diciendo: «Si alguno… abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y Él conmigo». Hay muchos que tienen temor de dejar entrar a Cristo, el Arca de Dios, en la morada del corazón, por si alguna otra cosa tuviera que ser echada fuera (Mt. 21:12).
V. Testigos denodados. «Llevaban el arca de Dios» (v. 13). No inventaron otro «carro nuevo» con elaboradas decoraciones, para ayudarla en su progreso, ni pagaron a otros para que la llevaran por ellos. Asumieron valerosamente «la carga de Jehová» y la llevaron.
La causa de Cristo no debe ser impulsada por los que no conocen más acerca del Salvador personal que lo que conocían los bueyes acerca del arca. Cristo, como el arca, tiene que ser llevado por aquellos que han sido separados para Él (1 Cr. 15:14, 15; Hch. 9:15).
En ocasiones nos es necesario tener el Arca sobre nuestro hombro, en la calle así como en la casa. A los ojos de algunos, el Arca está siempre fuera de lugar, excepto cuando no se pueda ver.
VI. Confesor gozoso. «David danzaba con toda su fuerza delante de Jehová» (v. 14). Su lamentación se muda ahora en danza, su saco ha sido cambiado por ceñidor de alegría (Sal. 30:11). La bendición a Obededom ha traído la bendición de una fe fortalecida a él mismo. El amor perfecto echa fuera el temor. La presencia de Dios triunfa aquí por medio del sacrificio (v. 13). Así, nos gozamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación (Ro. 5:11).
VII. La escarnecedora buscadora de faltas. «Aconteció que Mical hija de Saúl… vio al rey David que saltaba y danzaba delante de Jehová; y le menospreció en su corazón» (v. 16). Las cosas del Espíritu de Dios son insensatez para el hombre natural (1 Co. 2; 14). En su ignorancia y fatuidad confunden a los hombres felices con locos (Hch. 2:13).
Cualquier necio puede encontrar faltas, pero se precisa de más que lo que pueda dar el mundo para hacer que alguien «dance delante de Jehová». Los ebrios mundanos danzan unos delante de otros, y vienen a ser insensatos delante de Jehová.
Los que miran desde sus ventanas con los ojos de una Mical no pueden ver ni belleza ni gloria algunas en el Arca (Cristo) de Dios, ni tener causa de gozo por su venida. Esconden sus rostros de Él. Cuando Cristo venga, ¿te hallará entre los formalistas, los temerosos, los fieles, o los buscadores de faltas?