EL ÁRBOL Y SU FRUTO. Bosquejos Bíblicos para Predicar Lucas 6:41-45
«Oh Señor de gracia lleno, cuando diste Tú Por tu divina autoridad, Exhortación de que para ti fruto los hombres llevaran, Te bendigo que por medio de un árbol fuera» GROSART
Este gran maestro venido de Dios emplea las ilustraciones más sencillas y comunes para apremiar en los corazones de los hombres las más profundas verdades de la revelación. En estos versículos Él habla de la «paja» y de la «viga», del «árbol bueno» y del «árbol malo», de «espinos» y de «zarzas», de «higos» y «uvas».
Toda la naturaleza, como la zarza ardiendo, está encendida con pensamientos ardientes de lo divino. Pero, como Moisés, tenemos que desviarnos (Éx. 3:3, V.M.) para ver esta gran visión, y es para esto que tiene que sernos primero quitada la viga del ojo.
Cristo trata aquí del estado del ojo (la falta de amor) y de la condición del corazón (ausencia de fruto). El corazón corrompido tiene mucho que ver con el ojo dañado. Los de limpio corazón tienen siempre un ojo misericordioso, porque los de puro corazón verán a Dios. Cuando tenemos en el ojo la viga del prejuicio o de la envidia, entonces se ven fácilmente las pajas de la debilidad y del fracaso en los ojos de los otros.
Veamos que no haya ninguna viga dañando nuestra propia visión espiritual mientras hablamos de las pajas que dificultan la visión de otros. El único remedio para una viga o una paja en el ojo es sacárselas.
Es una gran misericordia y un ministerio de gran bendición poder quitar una paja del ojo de un hermano, pero se debe hacer con mucha gentileza, porque el ojo es un miembro de lo más tierno y sensible. Se precisa de la ternura de Cristo para tratar con los problemas de pajas en la doctrina y vida de un hermano. No es una obra para hipócritas. En esta parábola del árbol de buena calidad y el de mala calidad se nos exponen:
I. Dos clases de carácter.
1. EL ÁRBOL BUENO O EL HOMBRE BUENO. Un árbol bueno es aquel que sirve al propósito para el que fue hecho. Es un reflejo de la bondad de Dios, e impele a la gratitud y a la alabanza. Así es con un hombre bueno: es la imagen de Dios, cuyo nombre es BUENO. La bondad de un árbol es el don de Dios por medio de la naturaleza; la bondad de un hombre es el don de Dios por medio de la gracia. El principal fin para el que fue hecho es totalmente alcanzado por medio de su gracia abundante.
2. EL ÁRBOL CORROMPIDO O EL HOMBRE MALO. Un árbol podrido o amargo es la semejanza con la que el Santo compara al hombre malo. El mal no reside tanto en la apariencia como en el carácter. Un árbol cuya raíz sea amarga o cuyo corazón esté corrompido y pervertido puede seguir teniendo todavía un exterior hermoso y atractivo. Esta corrupción de corazón es el resultado de una enfermedad oculta. El Señor mira al corazón.
El hombre malo a la vista de Dios es aquel cuyo corazón sigue estando en hiel de amargura. Un corazón no recto para con Él que es tanto Creador como Redentor. Se trata de aquella persona en cuyo corazón el poder del pecado tiene una influencia desatada, como putrefacción en los huesos.
Puede que se trate de una persona entendida, cortés, a la moda, e incluso religiosa, pero si el corazón no es recto, se trata de un hombre malo. Jesucristo no dice nada acerca de la gran clase de personas que no son ni buenos ni malos, sino solo «mediocres».
En estos últimos días somos llamados a poner a prueba no solo las profesiones, sino los espíritus, si son de Dios (1 Jn. 4:1). encontrado a Cristo como la Roca de la Salvación, como su Expiación por el pecado, pero que se muestran totalmente indiferentes a lo que edifican encima! Reposan sobre el fundamento, pero no edifican sobre él.
Son salvos, pero sus vidas no revelan la estructura de la fe (1 Co. 3:12). Pedro nos dice cómo se debe construir. A la fe añadid virtud, etc. (2 P. 1:5-7). Somos colaboradores juntamente con Dios. Sois edificio de Dios.
II. Dos clases de fruto.
1. EL BUEN FRUTO O BUEN TESORO DEL CORAZÓN. El fruto es el resultado visible del carácter interior. Se trata de una ley universal e inalterable. «No hay árbol de buena calidad que produzca fruto desabrido; ni árbol de mala calidad que produzca fruto excelente.» Los actos de un hombre bueno salen de su corazón, y participan por ello de su verdadero carácter; se les llama «buen tesoro», porque son preciosos y pasan a enriquecer a otros.
«Pobres, pero enriqueciendo a muchos». Si el corazón no es bueno y no está lleno de la bondad de Dios, nunca podrá salir de él ningún buen tesoro. El fruto del Espíritu en nosotros: como la buena savia en el árbol bueno: es amor, gozo, paz, etc. (Gá. 5:22). La sabiduría que es de arriba es primero pura, llena de misericordia, y de buenos frutos (Stg. 3:17).
El hombre bueno saca del buen tesoro de su corazón con tanta naturalidad como el árbol da fruto. No hay un pensamiento consciente, ni idea de exhibición de sí mismo, sino aquel dulce impulso del amor que hace del dar una deleitosa necesidad. Tenemos este tesoro en este vaso de barro porque Dios ha resplandecido en nuestros corazones y nos ha dado el conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo (2 Co. 4:6, 7).
2. EL FRUTO CORROMPIDO O EL MAL TESORO DEL CORAZÓN. El hombre malo saca del mal tesoro de su corazón de igual forma en que un árbol corrompido y polucionado saca mal fruto. La fuente envenenada de la mente carnal nunca manará aguas refrigerantes de pensamiento espiritual.
Parece extrañamente paradójico hablar del mal tesoro de un hombre malo. Se amontona ira para el día de la ira en tanto que se imagina que es heredero de cosas preciosas. El carácter del fruto revela la condición del corazón de un árbol.
«Del corazón mana la vida». Y el mal no está solamente en los ojos o en los labios, sino que va bien adentro, a lo más íntimo del ser. «Cual es el pensamiento en su corazón, tal es él». «Dame, hijo mío, tu corazón».