EL PODER DE LA FE. Bosquejos Bíblicos para Predicar 1 Juan 5:4
Un antiguo escritor dice: «La fe es el pie del alma; por ello, acude a Cristo. La fe es la mano del alma; por ello, recibe a Cristo. La fe es el ojo del alma; por ello, mira a Cristo. La fe es la boca del alma; por ello, se alimenta de Cristo. La fe es los labios del alma; por esto besa a Cristo».
I. La fe es preciosa. Es infinitamente preciosa, debido a sus infinitas posibilidades. Con ella, nada necesario es imposible. Es la mano que se aferra de modo firme y sin cejar de las fieles promesas del Dios de la salvación. Preciosos son los frutos de la fe.
Por ella somos justificados (Ro. 5:1), santificados (Hch. 26:18). Es por la fe que «vivimos» (Ro. 1:17), «nos mantenemos firmes» (Ro. 11:20), «andamos» (2 Co. 5:7), «esperamos» (Gá. 5:5). Es una gracia que revoluciona el alma, porque involucra la rendición de la voluntad a la Palabra viviente, transformadora de Dios. «Tomar la mitad por confianza y la mitad a prueba no es fe, sino un fanatismo claudicante». Dios glorifica la fe, porque la fe glorifica a Dios. Y sin fe es imposible agradar a Dios.
II. La fe debería ser progresiva. Pablo encomió a los tesalonicenses porque su fe crecía sobremanera. La fe no puede más que crecer cuando hay un creciente conocimiento de Dios y de la plenitud y fidelidad de su Palabra. La fe, como el amor, no puede ser empujada o forzada; tiene que ser alimentada e inspirada.
La manera de su crecimiento es «de fe en fe» (Ro. 1:17). No de una confesión de fe a otra, sino que puede ser de una pequeña fe a una gran fe, de una gran fe a una fe aún mayor, desde la mayor fe humana hasta la absoluta y perfecta «fe de Dios» (Mr. 11:22). La «fe de Dios» es la confianza de Dios en su propia Palabra y obra.
Él no se desalentará; su Palabra no volverá a Él como habiendo resultado inútil. Oh Señor, aumenta nuestra fe, y haz que crezca y se extienda, hasta que alcance a la confianza que Tu mismo tienes en Tu propia Palabra inspirada y en tu obra rociada con sangre.
III. La fe triunfará. La fe se aferra a la más poderosa de todas las armas, cuando se aferra a la Palabra de Dios, que es la Espada del Espíritu. Las victorias mencionadas en Hebreos 11 fueron todas logradas mediante el arma de la fe. Los verdaderos héroes del mundo han sido todos hombres de fe. Las manos de Cristo fueron omnipotentes porque eran las manos de la perfecta confianza. Ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe (1 Jn. 5:4). Por la fe vencemos al mundo:
1. Como ENOC, siendo trasladados fuera de él e introducidos al reino del amado Hijo de Dios (He. 11:4).
2. Como NOÉ, al aceptar la advertencia de Dios, y entrar en el arca de la salvación de Dios (He. 11:7).
3. Como ABRAHAM, obedeciendo el llamamiento de Dios, y saliendo a lo desconocido (He. 11:8).
4. Como MOISÉS, al rehusar ser llamados hijos del mundo: eligiendo antes sufrir aflicción con el pueblo de Dios (He. 11:24-27). 5. Como JOSUÉ, marchando alrededor de las murallas, esperando la caída de las mismas (He. 11:30).
6. Como GEDEÓN y DAVID, sometiendo reinos… y alcanzando promesas (He. 11:32, 33). Todos estos obtuvieron buen testimonio por la fe. «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?»