El Testimonio de Saulo bosquejos biblicos de Hechos 9:20-31
Hechos 9:20-31
Pablo, al escribir a los Gálatas, hace referencia a su conversión con un lenguaje muy notable. Dice él: «Dios que… me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase». Estas
palabras que aquí se dan en itálicas nos dan la recapitulación del Evangelio. Saulo no fue desobediente a la visión celestial.
I. Una postura valiente. «Y en seguida se puso a predicar a Cristo… diciendo que éste era el Hijo de Dios» (v. 20). Le era imposible a Saulo ser unitario, como lo es para todo aquel que, como él, haya sido transformado en su corazón por el poder del Cristo resucitado.
Aquel que era enemigo de Jesús se ha transformado ahora en uno de sus más ardientes reclutadores. No se avergüenza del Evangelio de Cristo (Ro. 1; 16).
II. Una pregunta sugestiva. «¿No es éste el que arrasaba», etc. (vv.21-22, margen). Sí, éste es aquel, pero no es el mismo, porque Saulo el perseguidor ha muerto, y Saulo el predicador ha sido vivificado de entre los muertos.
El león ha sido convertido en cordero, y un carámbano religioso se ha transformado de repente en una llama de fuego santo. Henry Martyn decía: «Si pudiera ver a un converso del hinduismo, vería a un muerto resucitado». ¿Quién puede explicar el proceso de la resurrección? Así es todo aquel que ha nacido del Espíritu (Jn. 3:8).
III. Un enemigo vigilante. «Guardaban las puertas de día y de noche para matarle» (vv. 23-25). Cuanto más «Saulo se llenaba de poder», tanto más acerbos se volvían los enemigos de Cristo. Todos los que quieran crecer en la gracia deben estar dispuestos a una creciente oposición de parte de ciertos sectores.
Los súbditos del «Reino de Dios» serán de cierto menospreciados por los súbditos del «Reino de Satanás». Pero el siervo de Cristo no tiene por qué temer mal alguno, por cuanto siempre habrá para ellos una «canasta» o una «abertura» en el muro en tiempo de necesidad. Se dice que «el hombre es inmortal hasta que acaba su tarea».
IV. Una confesión de discipulado. «Trataba de juntarse con los discípulos» (v. 26). Cuando Saulo se ofreció como miembro a la Iglesia de Jerusalén que había perseguido hasta hacía poco, «todos le tenían miedo», pensando que quizá se tratara de una de sus añagazas para atraparlos, «no creyendo que fuese discípulo».
Pero como había sido introducido en la comunión de Jesucristo, anhelaba la comunión de los santos. Es una señal cierta de discipulado cuando amamos al pueblo de Dios, y buscamos la compañía de los redimidos.
V. Una acción fraternal. «Entonces Bernabé, tomándole, … les relató como Saulo había visto en el camino al Señor» (vv. 27-28). Este «Hijo de Consolación» hizo una obra de gracia al allanar el camino para este nuevo convertido. Hay discípulos que parecen lentos en creer el testimonio de aquellos que han sido repentinamente transformados por la gracia de Dios. Será siempre un ministerio bienaventurado y digno de Cristo ayudar a los que son mal comprendidos.
IV. Un testimonio confirmador. «Hablaba denodadamente en el nombre del Señor» (vv. 29-30).
El hecho de que Saulo había sido transformado pronto se hizo evidente a todos. Estaba ahora llevando a cabo la misma obra por la que Esteban había sido lapidado, y de la misma manera valerosa y poderosa, porque estaba animado por los mismos motivos procedentes del cielo (Gá. 1; 15-16).
VII. Un magno resultado. Este resultado fue quíntuple. Las iglesias a) Tuvieron paz (v. 31). ¡Cuán dulce fue este período de calma tras la fiera tormenta de la persecución! ¡Cuán dulce es la paz tras la batalla interior del pecado y de la incredulidad!
b) Fueron edificadas. Edificadas en la santa fe, fortalecidas por el estudio de las Escrituras.
c) Andaban en el temor del Señor. Vivían sus vidas diarias en presencia de Aquel que dijo: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días».
d) Tenían la consolación del Espíritu Santo. Había venido el Consolador prometido (Jn. 14:16), le habían recibido, y ahora experimentaban la bienaventuranza de su morada en ellos.
e) Se acrecentaban. El éxito es absolutamente seguro para toda Iglesia que conlleve estas características. La paz, la sabiduría, la consolación siguen siendo buscadas anhelantemente por los agitados «hombres del mundo». ¡Oh, si pudieran ver estos dones comprados por sangre exhibidos en las vidas de los miembros de la Iglesia de hoy!