«Porque Jehová juzgará a su pueblo, y por amor de sus siervos se arrepentirá, cuando viere que la fuerza pereció y que no queda ni siervo ni libre» (Deut. 32:36).
Para los hombres impíos el tiempo de su caída es fatal; no hay levantamiento para ellos. Suben más y más arriba en la escalera de sus riquezas, pero por fin no pueden subir más arriba, se deslizan sus pies y todo ha pasado.
Pero no es así con tres caracteres de los cuales vamos a ocuparnos hoy, los cuales son juzgados en este mundo para que no tengan que ser condenados después (1ª Cor. 11:32).
I. LA PROPIA IGLESIA DEL SEÑOR.
1. Una iglesia puede ser severamente probada, de modo que puede decirse de ella que «su poder se ha ido y nada ha quedado».
• Por falta de un ministerio fiel puede no haber crecimiento, y los que quedan, crecer con flaqueza y falta de espíritu.
• Por lo general, la falta de oyentes y de miembros, etcétera, pone a una iglesia en gran tribulación. Varias circunstancias pueden contribuir a esparcir la gente, como disensiones internas, herejía pestilente o falta de vida espiritual. Donde no hay alimento espiritual las almas hambrientas se marchan (Job 15:23).
2. La prueba permitida:
• Para descubrir a los verdaderos siervos de Dios y apartar a los hipócritas (Is. 33:14).
• Para probar la fe de los creyentes sinceros y fortificarla.
• Para manifestar al Señor su propia gracia sosteniéndoles bajo tiempos de prueba con el fin de edificarles con futuras bendiciones.
• Para asegurar que la gloria será para El cuando días más felices sobrevengan.
II. EL CREYENTE PROBADO.
1. Su poder puede haberse desvanecido. Personalmente, viene a quedar impotente, falto de salud física, quizá debilitado de mente, de habilidad, de valor; aun sus fuerzas espirituales fallan (Lam. 3:17, 18).
2. Su ayuda terrena puede fallar. No queda ni «siervo ni libre».
• El que una persona quede sin amigos mueve la compasión de Dios.
3. Puede ser asaltado por dudas y temores y no saber él mismo qué hacer (Job 3:23-26). En todo esto puede haber castigo por el pecado; así está escrito en el contexto.
III. EL PECADOR CONVICTO.
Es desposeído de todo aquello de que se enorgullecía.
1. Su propia justicia (Job 9:30-31).
2. Su habilidad para hacer buenas obras (Ef. 2:1).
3. Sus sueños románticos y orgullosos han perecido (Isaías 29:8).
4. Sus deleites mundanos, su arrogancia, su incredulidad, su vanagloria, sus descuidos, su vana confianza.
5. Nada queda sino la compasión de Dios (Sal. 103:13). Pero cuando la marea ha llegado a su límite máximo, vuelve.
• El hijo pródigo había gastado todo lo que tenía cuan volvió.
• La extrema necesidad del hombre es la oportunidad de Dios.
• Las situaciones extremas son un motivo para la importunidad en la oración.
Un hombre al cabo de sus recursos no es un hombre al cabo de su fe. - Matthew Henry.
Es curioso el ejemplo de la anciana escocesa de quien nos cuenta Brown, en su Horae Subcesivae, que cuando el pastor preguntó respecto a la base de su fe, diciéndole: «Juana, ¿qué dirías si después de todo Dios quisiera arrojarte al infierno «No creo que quiera hacerlo ---respondió la creyente Juana--- pero si lo hiciera, El perdería más que yo.» Queriendo decir que perdería el honor de su bondad y su crédito, ya que no cumpliría sus promesas. Por tanto, el Señor no puede dejar a su pueblo en la hora de su necesidad.
Una persona que no sabía nadar cayó al agua. Un buen nadador se arrojó inmediatamente al agua para salvarle, pero en lugar de hacerlo de un modo inmediato se mantuvo a cierta distancia hasta que el que se ahogaba cesó de luchar; entonces lo cogió y lo sacó a la orilla. Cuando la gente le preguntó por qué no lo había rescatado inmediatamente, replicó: «Yo no puedo tratar de salvar a un hombre mientras él puede salvarse a sí mismo.» El Señor actúa de la misma manera con los pecadores éstos deben cesar de actuar por sí mismos y dejar a El que despliegue todo el poder de su gracia sobre ellos.
En tanto que un pecador tiene un mendrugo de pan nos alimentará del maná celestial. Dirán que vale más medio pan que nada, pero medio pan significa una existencia de medio hambre; en cambio, el que no tiene ninguna clase de pan corre a Jesús por el alimento que desciende del Cielo. Mientras que el alma tiene un penique para proveerse a si misma, rehusará neciamente el libre perdón de sus deudas; pero la miseria absoluta le fuerza a ir en busca de las verdaderas riquezas.