LA NOCHE DE LA ENCARNACIÓN . Bosquejo para predicar del
Nacimiento de Jesús basado en Lucas 2:1-20
«¡Oh prodigiosa maravilla
A ser proclamada por el trueno!
Nuestro Dios en la tierra, un Niño.
Pero como luz, no como rayo,
Atrayendo y atemorizando,
Tierra y cielo reconciliados.»
Esto es en verdad lo que uno ha llamado «El nacimiento supremo“ en medio de cosas entreabiertas”». La Luz del Mundo nació en la noche. A su venida, el mundo estaba, natural y espiritualmente, envuelto en tétricas e impotentes tinieblas.
Las frías y estremecedoras neblinas de la forma y de la ceremonia van ahora a fundirse delante del calor y del resplandor de su alborada. Gracias a Dios que Él vino «como luz, no como rayo».
Observemos:
I. Los preparativos. José y María, por cuanto pertenecían a la casa de David, acudieron a Belén para el censo (vv. 1-5). Dios había predicho, por boca de su profeta Miqueas, que Cristo, el Rey de Israel, nacería en Belén (Mi. 5:2). (Ver Bosquejo Bíblico:"Con Jesús en Belén")
El decreto del Emperador de Roma coadyuvó en el cumplimiento de la Palabra de Dios. Igual que nuestra alma, nuestras circunstancias están también en manos de Dios.
II. La llegada. «Lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón» (v. 7). Sin lugar en el mesón. Extrañamente profético de la acogida que iba a tener como Salvador de los hombres. Otras personas y cosas en primer lugar. ¿Y no sigue siendo así? Se nos dice que hay lugar para todo.
¿Qué lugar tiene Jesucristo en la política, en los negocios, en la sociedad (así llamada), en el hogar, o en el corazón? Como sucede con el mesón en Belén, ya está todo lleno. No hay lugar para Jesús con respecto a los asuntos de la vida diaria. ¿No sigue siendo cierto que «el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza»? (Mt. 8:20).
III. Su proclamación (vv. 8-12). Era divinamente apropiado que «Cristo el Señor» fuera proclamado por el «ángel del Señor» y acompañado con la «gloria del Señor». Aquí está el evangelio de la encarnación, declarando «buenas noticias de gran gozo». Buenas nuevas de la gracia de nuestro Señor Jesucristo, despojándose y descendiendo a la pobreza para poder enriquecer a muchos (2 Corintios 8:9).
IV. Su acompañamiento. «De repente, apareció junto al ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios» (v. 13, 14). Si hubo indiferencia entre los hombres de la tierra a la llegada del Hijo de Dios, no la hubo en el cielo. Hay gozo en el cielo todavía por un pecador que se arrepiente y cree en Él (Lc. 15:7).
V. La indagación. «Vayamos ahora mismo hasta Belén, y veamos… lo que el Señor nos ha dado a conocer» (vv. 15, 16). Los pastores creyeron la Palabra, y actuando en base de ella lo encontraron a Él, tal como les había sido anunciado.
Ojalá que los hombres tuvieran la sabiduría de estos pastores, y que en lugar de perderse en razonamientos y cavilaciones, simplemente dijeran: «Vayamos, y veamos ». Probad la Palabra de Dios. Cree, y verás. Buscad, y hallaréis.
VI. Su testimonio. «Y después de verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho» (v. 17). Creyeron, y por ello hablaron. Los que han probado el poder de la verdad revelada de Dios en su propia experiencia son los que mejor pueden comunicarla a otros.
No pueden dejar de anunciarla, por cuanto son tales buenas nuevas de gran gozo. Dan a conocer lo dicho porque es una palabra fiel, y digna de ser aceptada por todos (1 Ti. 1:15).
VII. Regocijo. «Regresaron glorificando y alabando a Dios» (v. 20). Bien podemos cuestionarnos si hemos encontrado al Señor si no hallamos gozo en hablar de Él, y si no somos constreñidos de un pleno corazón a glorificare y alabarle.
Si el Evangelio no son nuevas de gran gozo para nosotros, está claro que nunca lo hemos creído todavía. Los pastores: 1) Oyeron; 2) Creyeron; 3) Obedecieron; 4) Recibieron; 5) Testificaron; 6) Se regocijaron; 7) Alabaron. «Regresaron glorificando a Dios.»
Volvieron a su tarea diaria, pero con una nueva visión en sus corazones, y un nuevo poder en sus vidas. Encontrar a Jesús el Salvador es un descubrimiento muy práctico.