La Prueba de los Seguidores de Gedeón. Bosquejos Bíblicos para Predicar Jueces 7:1-8
No concluyas aún que todas las duras pruebas han pasado, Porque el Cielo hasta el fin nos ejercitará, Algunas veces nos retendrá en nuestra loca carrera, Con dudosas bendiciones y con mezclado temor DRYDEN
Dios había llamado a Gedeón «varón esforzado y valiente». Dios sabe dónde encontrar el instrumento apropiado para su obra. «No es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba» (2 Co.10:18).
Cuando Gedeón tocó el cuerno muchos se reunieron en torno a él (v. 34), encomiándose a sí mismos, pero a quienes el Señor no había encomiado. Así que se tenía que aplicar el proceso de criba. Acamparon junto a la fuente (v. 1), y entre el agua y la batalla fueron puestos a prueba los aspirantes a seguidores. Pero observemos:
I. Un extraño estorbo. El Señor le dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es demasiado numeroso para que Yo entregue a los madianitas en su mano. Esto es para la sabiduría humana, ¿cuán severo?.
Un ejército de 32. 000 ¡demasiados para 120. 000! (8:10). Sí, ésta es la lógica del Omnipotente, para que ninguna carne se gloríe en su presencia (Dt. 8:12-17). Nuestra propia fuerza y sabiduría son siempre demasiados para Dios (1 Co. 1:29). Es a los fatigados a los que les da vigor, y a los que están sin fuerza que les acrecienta la energía (Is. 40:29). Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co. 12:10). «No con la fuerza, ni con el poder (Zac. 4:6).
II. Un llamamiento urgente. El que tenga miedo y tiemble, madrugue y vuélvase. La presencia de los cobardes y de los egoístas es siempre un obstáculo para la obra de Dios (Dt. 20:8).
¡Cuán lentos somos en comprender que nuestro Señor puede pasarse sin aquellos vacilantes y cobardes profesantes! Somos propensos en desalentarnos cuando ellos se apartan de las filas de los obreros de Cristo, cuando de corazón nunca estuvieron de verdad en línea con el Espíritu de Dios. Se apartan porque en espíritu nunca habían estado dentro. Porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros (1 Jn. 2:19).
III. Una revelación sorprendente. Y se retiraron de los del pueblo veintidós mil (v. 3). Este giro de los acontecimientos adelgazó mucho las filas. Solo quedaron diez mil. Los guerreros de Dios tienen que ser debilitados y reducidos para lograr que lleguen a una verdadera eficacia en su presencia.
Cuando la Iglesia de Dios y la enseñanza de Cristo están siendo asaltadas por un número mayor de enemigos, es maravilloso ver cuántos falsos profesantes se descubren al apartarse de la fe. Estas disensiones no pueden dificultar el progreso el reino de Dios, como tampoco el arrebatamiento de ramas podridas por un vendaval puede impedir el crecimiento de un árbol.
IV. Una segunda prueba. «Y Jehová dijo a Gedeón: Aún es mucho el pueblo; llévalos a las aguas, y allí de los probaré» (v. 4). Cuando el llamamiento fue a la propia voluntad de ellos, muchos se volvieron atrás, pero ahora la purificación de los que quedan debe ser según la voluntad de Dios. Mucho de lo que pasaría por trigo su aventador demostrará que es solo tamo (Is. 1:25).
Cuanto mayor sea la victoria que debamos obtener en Nombre de Jesucristo, tanto más ardiente el horno de prueba por el que debemos pasar. Así fue con Abraham, José, Moisés, daniel, Pedro y Pablo. ¿Dónde están los que han sido muy usados por Dios que no se han encontrado con su sacudimiento, con su fuego purificador sobre ellos? Una cosa es que nosotros nos examinemos a nosotros mismos.
Esto seguramente que quitará muchas cobardías de nuestras vidas, pero cuando es el mismo Dios que viene a probarnos con su escudriñador Espíritu, entonces es que somos traídos a una total desesperanza de nuestra propia fuerza, para que ninguna carne se gloríe en su presencia, y para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros (2 Co. 4:7). «Escudríñame, o Dios, y conoce mi corazón; pruébame».
V. Una banda de gente consagrada. «Con estos trescientos hombres que lamieron el agua os salvaré» (vv. 5-7). Una paja es útil para indicar de dónde sopla el viento. Los que lamieron el agua estaban evidentemente más despiertos a la importancia y urgencia de aquella ocasión.
Los que se doblaron sobre sus rodillas para beber el agua estaban especialmente ansiosos de satisfacer sus propios deseos egoístas. No somos idóneos para la obra de Dios cuando nuestro propio confort personal sea nuestra principal preocupación. Es indudable que estaban todos sedientos por un igual, y que el agua debió ser igualmente preciosa para ambos grupos como un don bueno y necesario de parte de Dios.
Pero no vivimos para comer y beber; comemos y bebemos para poder vivir para la gloria de Dios. Como siervos de Cristo, lamamos agradecidos de los pozos que Dios, en su providencia, pueda abrir ante nosotros por el camino; pero no debemos doblarnos ante ellos como meros asalariados, o a la vista de Dios quedaremos descartados para unirnos a los vencedores en la batalla del Señor.
Una cosa hago es el lenguaje de los que se han entregado enteramente para hacer la voluntad de Dios, y que participan de los placeres de este mundo como un perro lame las aguas de pasada, pero cuyo corazón está en la voluntad y obra del Señor. Las almas consagradas lamen las aguas de la tierra con la mirada puesta en la Cruz de Cristo.