La Ultima Carta de Pablo. Bosquejos Bíblicos para Predicar 2 Timoteo 4:6-18
Hay siempre un patetismo especial en las últimas palabras de los seres amados. Las tales son frecuentemente una revelación del carácter interior y de la vida. Así es con el último mensaje de la pluma de nuestro amado apóstol.
Al inclinar nuestro oído para captar este mensaje, procedente, por así decirlo, de sus labios moribundos, no nos quedamos con dudas acerca de qué es lo que puede significar. Hay un timbre claro en su voz; su mente está clara; sus palabras son enfáticas, y hablan volúmenes de verdad. Hablan de:
I. Una resignación perfecta. «Yo ya estoy para ser derramado como ofrenda de libación» (BAS). Aquel que había derramado su vida en el servicio del Señor Jesucristo estaba ahora para que su sangre fuera derramada como sacrificio por Él.
Hubo un momento en que estaba «puesto en estrecho» acerca de esto (Fil. 1:23), pero ahora estaba listo. Era como uno que ya lo tenía todo empaquetado y listo para subir a bordo de aquella nave que le iba a llevar a un mejor país. Estad también vosotros dispuestos.
II. Un triunfo seguro. «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.» Estaba perfectamente confiado en que su vida y testimonio como siervo del Señor no había constituido un fracaso, sino que se había cumplido en él la voluntad de Dios al llamarlo a su obra.
Como guerrero había peleado y vencido. Como corredor había permanecido en su curso y acabado con honor la carrera. Como custodio había guardado firmemente la fe que le había sido entregada. Él fue fiel hasta la muerte (Ap. 2:10).
III. Una esperanza gozosa. «Por lo demás, me está guardada la corona de justicia», etc. El Señor, que era su Juez justo, le reservaba esta corona, aunque Nerón, el injusto juez, le tenía reservada una espada.
En vista de su día de coronación, Pablo podía cantar con gozo: «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?». El Señor siempre reserva tesoro y honor para aquellos que con fidelidad le sirven ahora en el día de su rechazamiento en manos de los hombres (Stg. 1:12).
IV. Unas experiencias penosas. Fue seguramente con un alma profundamente agraviada que el anciano apóstol se refirió a «Demas», que le había desamparado, «amando este mundo», y a Alejandro, el calderero, que le había «causado muchos males», y al hecho de que «ninguno estuvo a mi lado» durante su primer juicio, sino que «todos me desampararon».
En todo esto Pablo compartió los dolores de su Maestro (Mt. 26:56). «Sólo Lucas está conmigo.» El amor al mundo, el rencor y la cobardía siguen siendo los pecados que traen dolor a muchos fieles siervos de Dios. En el mundo tuvo tribulación, pero en Cristo tenía paz.
V. Un amor perdonador. «No les sea tomado en cuenta.» Es fiel al Espíritu de su Maestro al orar por aquellos que le maltrataban y perseguían (Mt. 5:44). Éste debería ser el deseo de todos los que han experimentado la gracia perdonadora de Dios. Vencer las malas acciones de otros con tus buenas acciones es luchar en la armadura de Dios.
VI. «Pero el Señor estuvo a mi lado, y me revistió de poder» (v. 17). Mientras que daba su «primera respuesta» delante del juez injusto, indudablemente experimentó el cumplimiento de la promesa del Señor: «No sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que está en vosotros» (Mt. 10:19, 20).
El último testimonio de Pablo, como el de Josué, es acerca de la inamovible fidelidad de su Dios y Salvador (Jos. 23:14). «He aquí, yo estoy con vosotros todos los días».
VII. Una confianza firme. «Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial» (v. 18). Venga lo que venga, no hay ninguna sombra de duda ni ninguna vacilación de temor en el corazón de este noble hombre en cuanto a su presente seguridad frente a todo mal y a su futura recompensa y eterna satisfacción en el Reino venidero de su gloria.
Ha recibido la seguridad de que los sufrimientos de esta vida presente no pueden compararse con la gloria que será revelada en aquel día cuando Él «aparecerá». Miremos arriba, porque se acerca el día de nuestra redención.