«Y he aquí dos ciegos» (RV). Hay muchas lecciones importantes para nosotros en esta corta narración. Aquí vemos:
I. Una triste imagen. «Dos ciegos.» Eran:
1. POBRES. Estaban sentados junto al camino, evidentemente mendigando. Eran hombres sin promesa que los animara a vivir, sin una esperanza que los alentara. Así éramos todos nosotros, no teniendo en aquel tiempo ni promesa ni esperanza. Todos los que están sin Cristo son bien pobres.
2. CIEGOS. No tenían ojos ni aún para mirar al Salvador que pasaba. Una imagen de aquellos que están destituidos de visión espiritual, andando en tinieblas, y careciendo de luz.
3. IMPOTENTES. Aunque eran dos, el primero no podía ayudar al segundo. Todos son igualmente culpables e incapaces ante el Señor. La ayuda debe venir de arriba.
II. Una oportunidad pasajera. «Jesús pasaba.» La única posibilidad del hombre para conseguir ser liberado del poder de las tinieblas reside en que Jesús se acerque. Estos hombres se aferraron a su oportunidad interponiéndose «en el camino». Jesús se ha acercado mediante la luz de su Palabra. No huyas de Él prefiriendo las tinieblas (Lm. 3:24, Os. 7:13 ).
III. Una fervorosa oración. «Gritaron, diciendo, Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros». Observa su:
1. ATREVIMIENTO. «Gritaron.» No les importaba quién oyera sus voces. Eran pobres, clamando desde lo más profundo de su honda y conocida necesidad.
2. FE. «Gritaron, diciendo, Señor.» Lo reconocieron como Mesías y Señor. ¿Crees tú en el Hijo de Dios? ¿Lo has confesado?
3. PETICIÓN. «Ten compasión de nosotros.» Confiesan su impotenciay necesidad solicitando compasión. La oración del fariseo es: «No soy como los demás hombres» (Lc. 18:11 ), o «ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo» (Mt. 18:26). En contraste: «Dios, sé propicio a Mí, pecador» (Lc. 18:13).
4. SABIDURÍA. «Cuando oyeron...gritaron.» No esperaron a una oportunidad más conveniente. «La fe viene del oír» (Ro. 10:17). «Oíd, y vivirá vuestra alma» (Is. 55:3).
IV. Una multitud reprensora. «Y la gente les reprendió.» Los pecadores ansiosos y indagadores son a menudo reprendidos por una multitud de falsos temores y sentimientos, pero quizá un gran obstáculo lo constituye la multitud de discípulos inconsecuentes, aquellos que externamente siguen a Cristo, pero que no tienen simpatía hacia su gran obra de salvar a pecadores. Haz con los obstáculos que surgen de los fallos de algunos profesos cristianos lo que hicieron estos ciegos con la multitud que los reprendía: «Gritaban más aún».
V. Un Salvador bien dispuesto. «Él no desea la muerte de nadie.» Él
1. SE DETUVO. El clamor de la necesidad tiene un inmenso poder para detener al Salvador en su camino, y para hacer brotar las aguas de la compasión divina. Se detuvo. ¡Qué privilegio! «He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo» (Ap. 3:20).
2. LLAMO. Se les da ahora libertad de acceso. Se les invita a allegarse, buscando la comunión de aquellos a los que bendice. Aquel que está a la puerta y llama sigue llamando: «Si alguno oye mi voz y abre la puerta» (Ap. 3:20). Él ha hecho lugar para ti; haz tú lugar para Él.
VI. Una oferta llena de gracia. «¿Qué queréis que os haga?» (v. 32). Los invitó. Ahora abre ante ellos de par en par la puerta de la plenitud infinita, para poder suplir de manera plena todas las necesidades de ellos. ¡Oh, que maravilloso Salvador es Jesús! La multitud reprensora no puede refrenarle de derramar los tesoros de su amor y gracia sobre todos aquellos que a Él acuden. «Venid a Mí, y Yo os daré... ¿Qué queréis?».
VII. Una curación perfecta. El remedio de Dios para el hombre necesitado es un maravilloso compuesto de infinito amor y de sangre preciosa. El orden es aquí muy hermoso:
1. FUE MOVIDO A COMPASIÓN. La necesidad de los ciegos tocó lo más hondo de su corazón, y toda su alma se movió en una poderosa misericordia que podía fundir toda miseria.
2. LES TOCO LOS OJOS. La presencia de Jesús es siempre una presencia consciente. Para recibir bendición debemos siempre quedar al alcance de su toque. Con Él los muertos viven y el pecado es borrado. Su mano gentil pero todopoderosa toca la causa y fuente de su miseria. Él mismo abrió el corazón de Lidia.
3. RECOBRARON LA VISTA.¡Qué cambio!Las cosas viejas han pasado, todas son hechas nuevas. La salvación es una bendición muy grande y consciente que conocemos.
4. LE SIGUIERON. Él los había tocado. Ahora ellos se mantienen en contacto con Él. ¡Bendita vida! «¡Sígueme! ¿Irás tú con este varón?» (Gn. 24:58).

