LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO EN MANOS DE LOS HOMBRES. Bosquejos Bíblicos Para Predicar Juan 18
Él padeció al ser:
I. Traicionado por un hipócrita. «Y también estaba con ellos Judas, el que le entregaba» (v. 5). Aquel que había acompañado a Cristo, que había compartido el compañerismo de sus discípulos, ahora toma su lugar entre los enemigos de su Señor, y presta su influencia para su caída. «Ay de vosotros, hipócritas.»
II. Defendido por un apasionado. «Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha» (v. 10). El Señor tiene tan poco necesidad del apasionamiento de Pedro como de su espada. La ira del hombre no obra la justicia de Dios. Hay un celo por Cristo y su causa que tiene que causarle más agravio que agrado.
III. Golpeado por los irrazonables. «Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?» (v. 23). Es más fácil para el orgullo y el prejuicio escarnecer y golpear que enfrentarse a la verdad. Las personas egocéntricas están siempre dispuestas a justificarse aunque sea a costa de golpear el carácter del Salvador. Pero las nubes que pueden ocultar el rostro del sol no pueden detener su avance.
IV. Negado por un cobarde. Cuando Simón Pedro fue acusado de ser «de sus discípulos… Él negó, y dijo: No lo soy» (v. 25). El Señor y su causa siguen sufriendo mucho hoy por la cobardía de sus profesos seguidores. Hay otras maneras además de la de Pedro para negar a Cristo. Él lo hizo con su lengua; nosotros podemos hacerlo con nuestros pies o con nuestra conducta general. Cuando el acto o la conducta concuerdan más con los enemigos de Cristo que con su Palabra y enseñanza, ello constituye una negación práctica de él.
V. Rehuido por los justos en su propia opinión. «Llevaron a Jesús… al pretorio… y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua» (v. 28). Cualquier cosa o lugar eran suficientemente buenos para Jesús, pero ellos debían preservar su (supuesta) santidad ceremonial.
«Cuelan el mosquito, y tragan el camello». Esto es lo que alguien ha denominado «una miserable hipocresía». Éstos, como otros fanáticos farisaicos, querrían tener la bendición sin el Bendiciente; querrían tener la pascua sin Aquel que es la Pascua (1 Co. 5:7). Son como personas clamando por la luz, y cerrando los ojos al sol.
VI. Interrogado por un ambicioso. Pilato le hizo tres preguntas a Jesús, y no logró provecho alguno de ellas: (1) «¿Eres tú el Rey de los judíos?» (v. 33); (2) «¿Qué es verdad?» (v. 38); (3) «¿De dónde eres tú?» (cap. 19:9). Con estas preguntas, Cristo fue «oprimido y afligido », y «no abrió su boca». Esos animados por motivos egoístas e impuros siguen oprimiendo a Aquel cuya divinidad es tan clara como el sol, con sus preguntas sobre su carácter y enseñanza. El que quiera hacer su voluntad conocerá si la doctrina es de Dios (Jn. 7:17).
VII. Escarnecido por los frívolos. «Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y se la pusieron en la cabeza… y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos» (cap. 19:2). Estos guerreros menospreciaron al Príncipe de la Paz (Lc. 23:11). Para ellos, el reino del César es el todo, el Reino de Dios no es nada, las cosas materiales son lo importante,
pero las cosas espirituales son asunto para ridiculizar y de las que reírse. Verdaderamente no saben lo que hacen aquellos que frivolizan con la Persona del Señor Jesucristo (Ap. 1:17, 18).