TREINTA DÍAS DE GRACIA. Bosquejos Biblicos para Predicar Números 9:6-14
En este capítulo vemos gracia sobre gracia. La Pascua debía ser observada en el día catorce del primer mes, pero aquí surge la cuestión: Si alguien no estaba en condición de observar la fiesta en el día señalado,
¿debía verse privado de ella durante todo un año? Algunos que se encontraban con este problema fueron oídos diciendo: «¿Por qué somos impedidos?» (v. 7).
Ésta era una nueva dificultad, y Moisés trata con ella cómo nosotros deberíamos tratarlas cuando surgen repentinamente ante nosotros. La presentó al Señor. Si alguno carece de sabiduría, pídala al Señor, que da a todos con liberalidad. La respuesta es dada con claridad. Se debía celebrar una fiesta especial de la Pascua en el día catorce del mes segundo. Era una provisión especial para afrontar una necesidad especial. Así son las riquezas de su gracia, gracia suficiente para cada necesidad.
Aquí se enseña con claridad el camino de la salvación.
I. Inaptitud. «Algunos que estaban inmundos a causa de muerto, … no pudieron celebrar la pascua aquel día» (v. 6). La causa de su inaptitud para tomar provecho de la provisión dada por Dios en el día catorce del mes primero era la impureza en que estaban. No estaban en estado de recibirla. Ésta era la condición del hombre al promulgarse la ley, la primera provisión de Dios. Siendo ya pecadores, la ley no podía salvarlos, sino solamente servir para mostrar su condición de pecadores. Por medio de la ley es el conocimiento del pecado. La incredulidad hace inapto al hombre para recibir los beneficios de la muerte redentora de Cristo. La impureza era la propia obra de ellos.
II. Confesión. «Le dijeron aquellos hombres: Nosotros estamos inmundos » (v. 7). Confesaron su inaptitud, e intentaron no justificarse a sí mismos. Se presentaron como descalificados a causa de su impureza, y rogaron la misericordia y gracia que pudiera alcanzar a su necesidad y dar satisfacción a sus almas. La gracia de Dios, como un río, desciende a toda grieta abierta, o, como la luz del sol, nunca rehusa entrar, por oscuro o sucio que esté aquel rincón, si tan solo hay una abertura hacia allí. Si alguien abre la puerta, dice el Señor, Yo entraré a Él. La confesión es la apertura de la puerta. «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos» (1 Jn. 1:9).
III. Provisión. «Celebrará la Pascua a Jehová en el mes segundo, a los catorce días del mes» (vv. 9-11). Entre la primera y la segunda Pascua había treinta días. Estos eran días de gracia. Después de ellos no había posibilidad de recibir una bendición pascual durante aquel año.
Esta Pascua pequeña, instituida para beneficio de los que se veían impedidos, es una hermosa pequeña ilustración de la gracia de Dios al trazar un plan de salvación para el hombre pecador e impotente.
Moisés era totalmente incapaz de ayudar a estos hombres. Solo podía decir: «Esperad, y oiré lo que ordena Jehová acerca de vosotros» (v.
8). La salvación es del Señor. La ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. Es sugerente que esta provisión de gracia especial fuera para los contaminados y para los que estaban de viaje, «lejos», no pudiendo por ello observar la gran fiesta de la Pascua. El Evangelio de su gracia ofrece purificación a los contaminados, y acercar a Dios a los que estaban alejados (Ef. 2:12, 13).
IV. Advertencia. «Mas el que esté limpio, y no esté de viaje, si deja de celebrar la pascua, la tal persona será cortada de entre su pueblo» (v.13).
La Pascua habla de redención: «Nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros». Para los que voluntariosamente la descuidan, no les queda otra cosa que una horrenda expectación de juicio. Es considerar inmunda la sangre del pacto, y afrentar al Espíritu de gracia (He. 10:26-31). El menosprecio o el descuido de la gracia es elegir la muerte. ¿Cómo escaparéis si descuidáis una salvación tan grande?
V. Invitación. «Si mora con vosotros extranjero, y celebra la pascua a Jehová, conforme al rito de la pascua y conforme a sus leyes la celebrará » (v. 14). Cualquier extranjero que peregrinara entre ellos podía venir a ser partícipe de la bendición de esta fiesta memorable.
Se nota que la redención mediante la Sangre del Cordero se ofrece a todos los que quieran entrar en el campamento. ¡Cuán apropiado es todo esto, como tipo de la gran salvación, por medio de la Sangre del Cordero de Dios! «El que tiene sed, venga, y el que quiera, tome» (Ap. 22:17). Una vez hayáis venido y tomado vuestra parte de esta gracia que Dios os ofrece, ya no seréis más extraños, sino conciudadanos con los santos y miembros de la familia de Dios (Ef. 2:17-19).