El Llamado de Cristo para Servir a Todos
Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Juan 13.14
Cuando los creyentes se dan cuenta de que todos ellos son esclavos, llamados a modelar la humildad del esclavo principal (Filipenses 2.5–7), se hace evidente cómo deben tratar a otros: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo».
Mientras el evangelio avanzaba desde Israel hasta Samaria y de ahí a los gentiles, derribaba prejuicios previos entre diferentes clases sociales y grupos raciales
Como dijo nuestro Señor a sus discípulos: «El que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Marcos 10.44–45).
El servicio sacrificial y el amor de unos por otros debe caracterizar a los seguidores de Cristo. Después de todo, cada uno de nosotros es esclavo, llamados a imitar el ejemplo abnegado de nuestro propio Amo.
Mientras el evangelio avanzaba desde Israel hasta Samaria y de ahí a los gentiles, derribaba prejuicios previos entre diferentes clases sociales y grupos raciales. Los judíos y los gentiles, hombres y mujeres, esclavos y hombres libres; todos, eran bienvenidos a la iglesia, donde gozaban el mismo estatus espiritual ante Dios como ciudadanos del cielo y compañeros esclavos de Cristo.
El evangelio había puesto fin a todos los prejuicios previos. Como dijo Pablo a los colosenses: «Y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos»