?El Día y la Hora
Imagina que a las cuatro de la tarde recibes una llamada de un ladrón, quien te dice: “Para que sea justo, quería avisarte que a las ocho de la noche en punto voy a entrar en tu casa y te robaré todo”. Si lo tomaras en serio, ¿qué harías? Tendrías a todo el departamento de policía esperando al ladrón, y probablemente estarías armado para proteger a tu familia y tus posesiones. Jesús hace una observación similar mientras continúa su Discurso del Monte de los Olivos.
En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles de los cielos. Sólo mi Padre lo sabe. La venida del Hijo del Hombre será como en los días de Noé; pues así como en los días antes del diluvio la gente comía y bebía, y se casaba y daba en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.
Entonces, estarán dos en el campo, y uno de ellos será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán en el molino, y una de ellas será tomada, y la otra será dejada. Por tanto, estén atentos, porque no saben a qué hora va a venir su Señor. Pero sepan esto, que si el dueño de la casa supiera a qué hora va a venir el ladrón, se quedaría despierto y no dejaría que robaran su casa. Por tanto, también ustedes estén preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos lo esperen (Mateo 24:36.44).
La trama se complica al llegar a esta sección del Discurso de los Olivos, y las dificultades de la interpretación no disminuyen en lo más mínimo. En este punto del texto, al parecer Jesús está variando su énfasis. Algunos comentaristas creen que hasta el verso 35, Jesús simplemente había estado hablando de la destrucción de Jerusalén.
Pero en este punto del texto, el desvía su atención hacia asuntos relativos a su venida final en el tiempo de la consumación de su reino. Otros aducen que incluso los pasajes anteriores que se refieren a su venida en gloria no se referían a su venida en el 70 d. C., sino más bien a su venida definitiva y climática al final de la historia. Aún otros sostienen que Jesús está siguiendo un patrón profético del Antiguo Testamento.
Con la profecía del Antiguo Testamento suele ocurrir que tiene un cumplimiento cercano, pero también un cumplimiento último en el futuro. Este pasaje en particular también ha sido considerado como una refutación de mi postura de que estas cosas ya acontecieron en el pasado.
Es importante recordar que todo este discurso se originó con el anuncio de Jesús de que el templo sería destruido en Jerusalén. En vista de este anuncio, los discípulos le hicieron dos preguntas. Primero: “¿Cuándo sucederán estas cosas?”; y segundo: “¿Cuál será la señal de tu venida y el fin de esta era?”.
Sería mucho más fácil si Jesús hubiera respondido la primera pregunta con las señales que da —hambres, terremotos, y guerras— y luego hubiera terminado diciendo: “De cierto les digo, que todo esto sucederá antes de que pase esta generación” (v. 34), y solo entonces prosiguiera hablando de su venida. Lamentablemente para la tarea de interpretación, él dice “todo esto”. La mayoría creería que “todo esto” se refiere a los tres sucesos: la destrucción del templo, la destrucción de Jerusalén, y la venida de Cristo.
Este es el asunto que ha causado tanto escepticismo y crítica acerca de Jesús así como de la confiabilidad de la Biblia.
Me asombra este escepticismo. Según como yo entiendo las palabras de Jesús, él esencialmente está diciendo: “Puedo decirles que todas estas cosas van a suceder dentro de los próximos cuarenta años, pero no sé qué año, mes, día, ni hora”.
Además, muchos lectores se molestan cuando Jesús dice que él no sabe el día ni la hora. De ser así, ¿cómo podría saber que ocurriría dentro de cuarenta años? Se necesitaría conocimiento sobrenatural para poder predecir la destrucción del templo y de Jerusalén con una precisión tan asombrosa. ¿Por qué sus capacidades sobrenaturales se limitarían a generalidades? ¿Por qué Jesús no puede darnos detalles más específicos?
El problema no es tan grave si tenemos una comprensión ortodoxa de la encarnación. El Concilio de Calcedonia en el 451 d. C. claramente reconoció la naturaleza misteriosa de la encarnación, confesando que Cristo posee dos naturalezas —la divina y la humana— en una persona. Los seres humanos son incapaces de comprender exhaustivamente cómo están unidas las dos naturalezas de Jesús en una persona.
Pero Calcedonia sí definió claramente los límites de nuestra especulación respecto al misterio de la encarnación. El concilio declaró que Jesús es vere homo, vere deus, que significa “verdaderamente hombre y verdaderamente Dios”. Su verdadera humanidad está unida a la verdadera deidad de la segunda persona de la Divinidad. El límite que estableció el concilio se aprecia en la insistencia del Credo de Calcedonia en que esta unión fue sin confusión, sin cambio, sin separación y sin división. Cada naturaleza conservó sus propios atributos.
Esto significa que la encarnación no produjo una sola naturaleza compuesta donde la deidad y la humanidad se mezclaran de tal manera que lo divino no es realmente divino y lo humano no es realmente humano, cuyo resultado sería un tertium quid, una “tercera cosa” que no sería ni dios ni hombre sino algo distinto.
El concilio fue muy cuidadoso al insistir en que cada naturaleza de Jesús conserva sus propios atributos. Una naturaleza humana deificada ya no es humana, y una naturaleza divina humanizada ya no es divina. Pero en la encarnación, los atributos de la deidad permanecen en la naturaleza divina y los atributos de la humanidad permanecen en la naturaleza humana.
Hay momentos en el ministerio terrenal de Jesús cuando él manifiesta claramente su naturaleza humana. Por ejemplo, él tuvo hambre, se cansó, y fue susceptible al dolor físico. Puesto que Jesús fue un verdadero ser humano, su naturaleza humana no poseía omnisciencia. Por otra parte, la naturaleza divina frecuentemente comunicó conocimiento sobrenatural a la naturaleza humana de Jesús. Hubo momentos cuando Jesús dijo cosas que ningún ser humano podría haber sabido.
Pero esta verdad no significa que la naturaleza divina le comunicara todo a la naturaleza humana. Así que cuando Jesús dice: “No conozco el día ni la hora”, está hablando de su humanidad. La naturaleza humana no es omnisciente. Según su humanidad, Jesús sabía que el periodo de tiempo para sus profecías sería de cuarenta años, pero desconocía los demás detalles. Nos creamos muchos problemas cuando tratamos de deificar la naturaleza humana de Jesús. En este caso, la naturaleza humana de Jesús conocía el marco de tiempo general de la generación, pero no el día ni la hora.
Jesús prosigue para describir las circunstancias de su venida. Yo no estoy seguro de si simplemente está hablando del juicio a Jerusalén o además acerca de lo que sucederá al momento de su aparición final, pero cualquiera que sea el caso, hay un tono de advertencia y urgencia. Él dice en el verso 37: “La venida del Hijo del Hombre será como en los días de Noé”. ¿Qué tienen en común aquí Noé y Jesús?
Dios le dijo a Noé que venía la lluvia y le ordenó que comenzara a trabajar en la construcción de un arca. ¿Te imaginas cómo debieron burlarse de él sus amigos? Pero Noé simplemente siguió martillando mientras la gente seguía riéndose, sin prestar atención al juicio que se acercaba. En los días de Noé, la gente estaba comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca y comenzó a llover. Todos los burladores descubrieron bastante pronto que Noé sabía muy bien lo que hacía.
Hoy en día, el mundo entero está lleno de gente que se burla como los críticos de Noé. Nuestro Señor advierte que cada uno de nosotros será llamado a rendir cuentas, pero nadie sabe cuándo ocurrirá. Pero nosotros estamos relajados, comiendo y bebiendo, y nos reímos de aquellos que advierten acerca del juicio de Dios. ¿No es Dios un Dios de amor, a fin de cuentas? Como fue en los días de Noé, así será cuando venga el Hijo del Hombre.
El juicio de Dios caerá cuando nadie lo busque o lo espere. Jesús dice en los versos 43-44: “Pero sepan esto, que si el dueño de la casa supiera a qué hora va a venir el ladrón, se quedaría despierto y no dejaría que robaran su casa. Por tanto, también ustedes estén preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos lo esperen”.
Muchos han intentado predecir la hora del regreso de Jesús, pero cada uno de ellos se ha equivocado. Jesús no nos da un calendario, sino que dice: “Estén preparados y vigilantes”. En otro lugar, él concluye preguntando: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8). Jesús se refiere a su regreso final.
Si viene antes que yo muera, quiero asegurarme de que él halle fe en mí. Ya sea que venga ahora o que vamos a él en nuestra muerte, habrá una rendición de cuentas y un juicio del que ningún ser humano podrá escapar. Necesitamos estar listos; necesitamos estar preparados; necesitamos estar vigilando.