El Siervo Fiel y el Malvado
Imagina que vas a cenar a un restaurante y pides tu plato, y el mesero te dijera: “Muy buena elección. Lamentablemente, estamos un poco atrasados en la cocina en este momento, pero si está dispuesto a esperar, tendremos su cena preparada a su gusto dentro de unas tres horas”. Yo creo que no estarías muy feliz de oír eso.
A nadie le gusta esperar su plato una eternidad cuando sale a comer. Estamos acostumbrados a esperar entre diez y veinte minutos una comida, pero si nuestro tiempo de espera se acerca a alrededor de una hora, incluso en un buen restaurante, quizá le preguntaríamos al administrador si hay algún problema. Si nos hacen esperar nuestra comida más tiempo que eso, no cabría duda de que hay algún problema. Alguien no está haciendo su trabajo.
El concepto de cumplir con nuestro deber es un tema importante al continuar el análisis del Discurso del Monte de los Olivos. Al concluir su discurso, Jesús habla del siervo fiel, quien realiza bien y oportunamente sus deberes, y del siervo malvado, quien no lo hace. Jesús ha estado advirtiendo a sus discípulos que vigilen diligentemente su retorno. Analicemos el resto del capítulo:
¿Quién es el siervo fiel y prudente, al cual su señor deja encargado de los de su casa para que los alimente a su tiempo? Bien por el siervo que, cuando su señor venga, lo encuentre haciendo así. De cierto les digo que lo pondrá a cargo de todos sus bienes. Pero si aquel siervo malo dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir”, y comienza a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, el señor de aquel siervo vendrá en el día menos pensado, y a una hora que nadie sabe, y lo castigará duramente, y le hará correr la misma suerte de los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes” (Mateo 24:45-51).
Cuando yo estaba en el seminario, uno de los profesores era el Dr. Markus Barth, hijo del famoso teólogo suizo Karl Barth. Recuerdo que quedé pasmado cuando Markus Barth produjo un artículo académico sobre las primeras palabras de la carta de Pablo a los Romanos: “Pablo, esclavo de Jesucristo”. Se han escrito muchos tomos voluminosos acerca de la palabra Jesucristo, pero lo que me asombró fue que el manuscrito de Barth se enfocaba completamente en la palabra esclavo.
La palabra que usa Jesús que se traduce como “siervo” a veces se traduce como “esclavo”. La gente tiene una reacción negativa a esa palabra, pero la gran ironía de la enseñanza del Nuevo Testamento es que nadie es realmente libre mientras no se vuelva esclavo de Jesucristo. Todos somos esclavos de algún tipo u otro. O somos esclavos de Cristo, o somos esclavos del pecado. No hay otra opción para la humanidad.
Una de las metáforas favoritas de Pablo para el estatus del cristiano en Cristo es “ustedes no son dueños de sí mismos” (1 Corintios 6:19). ¿Qué quiere decir con eso? La idea de Pablo es que los cristianos jamás pueden considerarse autónomos. Él prosigue y explica que no somos nuestros dueños, porque hemos sido comprados por un precio (v. 20). Jesús pagó el precio requerido por nuestra salvación. La metáfora de Pablo es vital para la vida cristiana.
Jesús pregunta: “¿Quién es el siervo fiel y prudente?”. Esta es una cuestión de fidelidad. ¿Quién es un siervo fiel? Es un término extraño referido a un siervo que está sujeto a la total propiedad de otro. Pero el significado más simple de un siervo fiel es uno que está lleno de fe, que es confiable, y que es consecuente en su lealtad a su dueño.
Jesús prosigue en el verso 45: “¿Quién es el siervo fiel y prudente, al cual su señor deja encargado de los de su casa para que los alimente a su tiempo?”. El amo salió de viaje y llamó a uno de sus siervos para que fuera mayordomo de la casa mientras él estaba lejos. Este señor deja a su siervo a cargo de todos los asuntos de la casa.
Observamos que Jesús enfatiza que la puntualidad es importante. Jesús dijo que el siervo fiel no solo era responsable de proveer alimento, sino de hacerlo a tiempo. Él dijo que este siervo sería bendecido si su señor lo encontraba haciendo su trabajo a su regreso. El buen siervo, el siervo bueno y prudente, es aquel que hace lo que su amo lo llama a hacer.
Jesús dice en el verso 47: “De cierto les digo que lo pondrá a cargo de todos sus bienes”. El señor le dará aun más responsabilidad y estima al siervo porque ha sido fiel en las cosas que se le han dado. Esto hace eco de las palabras de Jesús en Lucas 16:10, que el que quiera recibir más responsabilidad en el reino primero debe ser fiel en cosas pequeñas.
Luego, en los versos 48-51, Jesús describe al siervo malvado: “Pero si aquel siervo malo dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir”, y comienza a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, el señor de aquel siervo vendrá en el día menos pensado, y a una hora que nadie sabe, y lo castigará duramente, y le hará correr la misma suerte de los hipócritas.
Allí habrá llanto y rechinar de dientes”. Aquí, el siervo malvado tiene un diálogo interno. Él piensa: “Mi señor se ha ido. ¿Quién sabe cuándo volverá? ¿Quién sabe si vuelva siquiera? ¡Es hora de hacer fiesta! Mi señor se ha tardado y puedo hacer lo que yo quiera”.
Quizá no te identifiques plenamente con el siervo, pero la mayoría de nosotros tenemos trabajos y empleadores. ¿Cómo trabajas cuando nadie te mira? ¿Estás ocupado en tu tarea? ¿Estás comprometido con la responsabilidad que se te ha dado? O cuando no hay un supervisor observándote, ¿te aprovechas de la falta de vigilancia para hacer lo que se te antoje? ¿Por qué nuestra conducta cambia cuando nadie está observando?
¿Por qué las empresas tienen relojes donde los trabajadores tienen que marcar cada día? ¿Por qué simplemente no podemos esperar que las personas lleguen a trabajar y se vayan cuando se supone que tienen que hacerlo? Es porque tendemos a comportarnos de una forma cuando nos vigilan y de forma distinta cuando no estamos bajo supervisión.
Considera la parábola del hijo pródigo en Lucas 15:11-32. ¿No es interesante que el hijo se haya llevado la herencia de su padre a un país lejano para despilfarrarla? Lo hizo así porque en el país extraño nadie lo conocía. Nadie lo vigilaba. Podía estar libre de cualquier restricción.
El siervo malvado no es ni fiel ni sabio. Es como el necio del Salmo 53:1, que dice en su corazón: “No hay Dios”. El autoengaño más grave y fatal del malvado es su convicción de que Dios no lo juzgará. La Biblia nos dice que Dios es benigno y paciente. El motivo de esta bondad y misericordia es darnos tiempo para arrepentirnos y volvernos a Cristo.
Pero nunca deberíamos asumir que la paciente gracia de Dios significa que él no nos pedirá cuentas. Muchos están tentados a pensar de esa forma. En este pasaje, Jesús se dirige a aquellos que asumen que el Señor jamás regresará. Ellos piensan que eso les da licencia para hacer lo que les plazca.
No hay supervisión; no hay fidelidad; no hay confianza; no hay sabiduría. El señor del siervo vendrá un día cuando este menos lo espere, y a una hora que no sabe. Y el señor le dirá al siervo fiel: “Te dejé una responsabilidad. Te bendije. Te di un estatus elevado en mi reino y una mayor responsabilidad”. Pero para el esclavo malvado no habrá más que juicio y separación de la casa del señor. La respuesta del siervo malvado será llanto y crujir de dientes.
¿Has visto a una persona llorar y hacer crujir los dientes? Una vez conocí a un hombre que fue atrapado en un pecado muy grave. Comenzó a llorar, gemir y sollozar. Nada lograba consolarlo. Cuando su llanto comenzó a menguar, el hombre dijo: “¿Cómo pude hacer esto? ¿Por qué lo hice?”. Esta será la escena de aquellos que han ignorado a su señor.
Por lo tanto, la pregunta obvia es, ¿qué estarás haciendo cuando él venga? ¿Encontrará que has sido fiel, no casual u ocasionalmente, sino todo el tiempo? Cristo nos ha comprado para él, y nos ha dado una tarea que realizar, ya sea que podamos verlo a él físicamente o no. Esperamos que cuando él venga nos encuentre fieles.