Boga Mar Adentro | Predica Cristiana | James Smith
Lucas 5:1-10
Sin límites tu amor es, oh Cristo,
Más que el cielo en inmensidad;
Hasta honduras insondables llega,
Por cuanto por mi moriste Tú.
Tu amor es «sobreabundante gracia»,
Con plenitud cual vasto mar;
Y aún, aún en derredor proclama
Gratas nuevas para mí.»
"Para que… seáis plenamente capaces de comprender… cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo" (Ef. 3:18).
«Boga mar adentro.» ¡Qué bendita luz, ver a gente agolpándose para oír la Palabra de Dios! ¡Ah, si hoy pudiéramos ser testigos de esta sed del alma por el mensaje de la vida! Bendita ansiedad que apremia a las personas, llevándolas a Jesús. Él sabe como hablar palabra a los cansados. La gracia y la verdad salen de sus labios. Observemos aquí:
I. Una posesión dedicada. «Subió a una de las barcas, que era de Simón, y, sentándose, enseñaba desde la barca a las multitudes» (v. 3). Su barca estaba dispuesta para uso del Maestro. ¡Qué honor, ser el medio de ayudar a Jesús a alcanzar a la multitud reunida! Y lo hizo por medio de la barca de Pedro.
¿Cómo va a alcanzar y enseñar este mismo Jesús a los millones de paganos? De una manera muy similar, por medio de tus posesiones. Pero, ¡cuán pocos están dispuestos a dejar su todo al Señor! El préstamo de Simón fue abundantemente recompensado, incluso en esta vida, con la maravillosa pesca milagrosa.
No hablemos con jactancia ni pensemos presuntuosamente acerca de nuestras posesiones; si las estamos reteniendo de la causa de Cristo, estamos robando a Dios y a nuestra propia alma, Y ¿Qué aprovechará…? etc.
II. Una comisión en gracia. «Boga mar adentro, y echad vuestras redes» (v. 4). Si te has estado sentado y rumiando acerca de tus propias debilidades, «boga mar adentro» hacia la fortaleza divina. Si estás desesperado acerca de tu propia indignidad, «boga mar adentro» hacia las profundidades del amor infinito de Dios (Ef. 3:18, 19)., y suelta la red de la confianza reposada.
Si estás echado sobre los escollos de tus propios sentimientos, boga mar adentro a las profundidades de la fidelidad de Dios. Los grandes peces están en las profundidades, y allí se ven sus maravillas (Sal. 107:24). ¿Eres tú un predicador? Entonces, como ya hiciera Pablo, harás bien si estás «un día y una noche en alta mar» antes de ir a la gente. Llega con un corazón lleno de los tesoros de lo profundo, las profundidades de Dios (1 Co. 2:10).
III. Una confesión humilde. «Después de bregar a lo largo de toda la noche, no hemos pescado nada» (v. 5). Es siempre una gran contrariedad haber estado toda una noche trabajando fervorosa y duramente para pescar hombres, y ver al final que no se ha conseguido nada. Pero no todo esto es pérdida, porque incluso entonces estamos en mejor condición para dar la gloria a Dios cuando Él da la bendición.
¿Te avergüenza confesar tus fracasos en el pasado? ¿Preferirías ocultar el hecho de que tu labor ha sido estéril? ¡Desde luego que no! Como Simón, confiésalo a Jesús, porque esto es necesario antes de echar la red de la fe. Dile todo lo que tienes en tu corazón. No ocultes nada. Él tiene remedio para tu debilidad y fracaso. Y Él puede tornar tu lamentación en danza (Sal. 30:11).
IV. Una resolución que honra a Dios. «Pero, sobre tu palabra, echaré la red» (v. 5, margen). El camino a la victoria es el camino de la fe. Los sentimientos de Simón decían: «De nada valdrá; he estado trabajando toda la noche, la ocasión más favorable, y no he sacado nada»; pero la fe de Simón dice: «Pero».
Esta cuestión no era para ser razonada sino creída. Obrero cristiano que te afanas, no dejes que el pasado estorbe el presente. Como Simón, comienza de nuevo sobre la base de la autoridad de Jesús.
Pedro sabe ahora dónde ir «mar adentro». Sabe ahora cómo encontrar «sobre tu palabra». Los que salen sobre su palabra tendrán buenos motivos para alabarle. Incrédulo, tu caso es triste, afanándote y debatiéndote en las tinieblas de la noche, pensando ganar la bendición de Dios mediante tus propios esfuerzos y no logrando nada. Aquí tienes el camino más excelente: «Sobre tu Palabra echaré».
V. Una satisfacción asombrosa. «Encerraron una gran cantidad de peces» (v. 6). Esta vez tuvieron más éxito «a destiempo» que «a tiempo». La fe en la palabra de Cristo hizo toda la diferencia. Ellos tenían el hábito de pescar de noche; pero a veces se ha de romper con las viejas.
¡Ah, sí, el poder saciador del alma por medio del poder de Cristo solo puede ser disfrutado por medio de hacer su voluntad en su presencia. No dejemos que los hábitos, las formas, o las costumbres, por bueno que todo ello sea, se interpongan en el camino de hacer lo que parece ser ahora claramente la voluntad del Señor. Sigámosle, y Él dará satisfacción al alma anhelante (Sal. 107:9).
VI. Una cooperación fraternal. «Hicieron entonces señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que vinieran a ayudarles. Vinieron y llenaron ambas barcas» (v. 7). Si no hubieran llamado a sus hermanos a que cooperaran, ¿cuánto no se habría perdido? ¡Y cuánto bien se está hoy día perdiendo en la obra cristiana por falta de unidad! ¿Y qué es lo que la dificulta?: El orgullo y el egoísmo.
La bendición vino a la barca de Simón, por medio de la fe en Cristo, pero Él no tenía la intención de que toda se quedara allí. Otros la necesitaban tanto como Pedro, por lo que éste invitó a sus hermanos a que acudieran y ayudaran.
Fijaos que son los que ayudan los que participan de los resultados. Si no acuden los pastores a ayudar en tiempos de bendición, no tienen que asombrarse si no recogen mucho del fruto. ¿Cuándo se juntarán las iglesias creyentes, como estas barcas, para recoger los frutos de la promesa de Cristo?
VII. Una humillación no fingida. «Señor, soy un hombre pecador» (v. 8). Éste es siempre el efecto allí donde uno se hace consciente de su grandeza y bondad. Dios no quiera que el éxito nos lleve jamás al orgullo y a la auto-suficiencia. Y sin embargo así sucede en ocasiones en el caso de obreros cristianos.
¿Te ha llevado alguna vez la bondad de Dios, manifestada en la cruz, a clamar «soy pecador»? Si es así, no será necesario que digas, como Simón, «¡Apártate de Mí!» cuando Él diga «Ven a Mí». Si eres pecador, Jesús es el Salvador de los pecadores. Al invitarle a Él a que se aparte de vosotros no sabéis lo que hacéis.
VIII. Una consagración completa. «Lo dejaron todo, y le siguieron» (v. 11). Uno habría podido pensar que ahora tenían para estar satisfechos durante un buen tiempo, pero no, «lo dejaron todo». No debemos vivir en base de nuestra experiencia, por maravillosamente llena de gracia que sea. Debemos olvidar lo que queda atrás, y proseguir en seguir y conocer.
No podemos alimentarnos acerca de las almas que ganemos para Jesús, por preciosas o numerosas que sean. Tenemos que aprender a seguir a Jesús para nuestro gozo y fortaleza; nuestra vida está solamente en Él.
Amigo, ¿dónde estás? ¿Continúas sentado junto a tu barca gloriándote en tus buenas obras y logros del pasado, amando estas cosas más que a Cristo; o estás sentado reparando las redes de las resoluciones rotas después de muchos esfuerzos vanos? En todo caso, da oído al llamamiento del Maestro, y levántate y sigue a Jesús (Fil. 3:7, 8).