Dios es amor
El amor se puede demostrar de diferentes maneras. Una esposa le comentó en cierta ocasión a su esposo: "Mi amor, cuando apenas nos habíamos casado, tú siempre tomabas el bistec más pequeño, y me dabas a mí el más grande. Pero ahora, tú te tomas el más grande, y me da el más pequeño. ¿Es que ya no me amas?"
Su esposo le respondió: "¡Claro que te sigo amando, mi amor! Lo que pasa es que ahora cocinas mucho mejor." Sinceramente, ¡no sé si a su esposa le agradó la respuesta, o no! Pero indudablemente, el amor se puede expresar de diferentes maneras.
Durante estas tres semanas, estamos hablando de lo que significa vivir la vida cristiana. ¿Qué significa ser cristiano? En realidad, vivir la vida cristiana es estar en relación con Dios. Esa relación tiene que reflejar la persona de Dios, sus cualidades personales.
La semana pasada vimos que Dios es luz. Por lo tanto, vivir la vida cristiana significa caminar en la luz, viviendo una vida transparente de obediencia a la voluntad de Dios. Si tropezamos y caemos en pecado, lo confesamos de inmediato para levantarnos y seguir caminando en la luz.
Además de decirnos que Dios es luz, la Biblia también nos habla de otra cosa que Dios es. Seguramente ya la adivinaron: es que Dios es amor. Es una frase tan común que puede haber llegado a perder su significado para nosotros. ¿Qué significa decir que Dios es amor? ¿Qué queremos decir con esta frase?
Vamos a regresar a la Palabra para ver qué nos dice Dios acerca de su amor. Abramos la Biblia en 1 Juan 4:7-12:
4:7 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.
4:8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
4:9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.
4:10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
4:11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.
4:12 Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.
En este pasaje tan corto, encontramos tres cosas importantes acerca del amor. Vamos a ver por qué la vida cristiana tiene que ser una vida de amor.
La primera idea clave que encontramos es ésta: Amémonos los unos a los otros, porque Dios es amor. El verdadero amor viene de Dios. En realidad, es parte de su naturaleza. El amor no es algo que Dios creó. Es algo que Dios es. Por lo tanto, cuando elegimos no amar, nos alejamos del verdadero Dios.
Juan incluso llega a decir que "el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor". Pero, ¿de qué clase de amor estamos hablando? ¿Será que toda pareja enamorada automáticamente conoce a Dios? ¿Y qué de los que aman el dinero, o el vicio? ¿Ellos también conocen a Dios, porque aman algo?
En español, tenemos sólo una palabra principal para el amor; pero en el griego antiguo, había 3 o 4 palabras distintas. La palabra que Juan usa aquí es la palabra ágape. Es una palabra que no se usaba mucho fuera de la Biblia. Los expertos nos dicen que escasamente se usaba antes de los tiempos del Nuevo Testamento.
Se usaba otra palabra para describir el amor filial, que es el amor entre miembros de una familia; otra palabra diferente describe el amor romántico. Estos amores no tienen nada de malo, aunque se pueden pervertir; Dios los creó buenos. Pero el amor divino, el amor ágape, es diferente. Por un lado, es un amor que se sacrifica por el bien de otros. El amor ágape es un amor que se demuestra en acción.
Por otra parte, el amor ágape no se basa en los sentimientos, sino que es un acto de voluntad. Jesús nos dijo que tenemos que amar aún a los que no nos caen bien ni nos tratan bien. Si el amor fuera cuestión de sentimientos, ¿cómo sería posible hacer esto? No se podría.
Pero el amor que viene de Dios no es cuestión de sentimientos, sino de decisión y de acción. Consiste en mostrar amor y actuar por el bien de otros. Es hacerles el bien, sin fijarnos en lo que ellos nos puedan dar. Pero aquí, precisamente, es donde a veces entramos en confusión.
Hay personas que dicen algo así: "Yo no le voy a hablar bien a fulano, porque no me cae bien. ¡No soy hipócrita!" ¿Te das cuenta? Pensamos que tratar bien a alguien que no nos cae bien, o hacerle el bien a nuestro enemigo es hipocresía, porque estaríamos actuando en contra de nuestros sentimientos.
Pero en la Biblia, la hipocresía no consiste en ocultar lo que sientes, sino lo que eres. Considera los fariseos, tan criticados por Jesús. Su hipocresía consistía en esconder lo que realmente eran. Fingían ser muy devotos a Dios, mientras tramaban estrategias para negarles ayuda a sus propios padres - desobedeciendo así la ley de Dios.
Sus sentimientos eran de soberbia y avaricia, y estos fariseos actuaban conforme a sus sentimientos. ¡No los ocultaban! Lo que trataban de ocultar era su verdadero corazón. Representaban un papel falso. Amar como Dios ama es hacer el bien a otro, a pesar de tus sentimientos. Y hay algo extraño que sucede.
En la medida en que les tratamos bien a otros, nuestros sentimientos a ellos también comienzan a cambiar. ¡Pruébalo! Cuando tú decides tratarle bien a otra persona, sin importar lo que sientes acerca de ella, lo que sientes hacia la persona empieza a cambiar también. Pronto descubrirás que realmente te cae bien, a pesar de todo. Pero tienes que empezar con la decisión de amar.
Esto es lo que Dios ha hecho. La segunda cosa que descubrimos en este pasaje es lo siguiente: Debemos amarnos los unos a los otros, porque Dios nos ha demostrado su amor. El amor de Dios no se expresó en lindos sentimientos. Dios no se quedó allá en el cielo, pensando: "¡Pobre humanidad! Qué lástima que se hayan alejado de mí. Bueno, ¡ni modo! ¿Qué se va a hacer?"
Más bien, El nos dio lo más precioso que tenía - la vida de su único Hijo, el que comparte su esencia divina, el que siempre ha estado con El. Jesús nos mostró cuánto nos ama dando su vida en la cruz para nuestra salvación. ¿Qué más nos podría haber dado?
Como lo expresa Jesús Adrián Romero: "¿Cómo te lo puedo decir para que creas, para que veas? ¿Cómo te lo puedo decir? ¿Cómo te lo puedo decir para que entiendas, para que sientas? ¿Cómo te lo puedo decir? Si ya lo dije en esa cruz cuando morí que vales tanto que mi sangre derramé por ti." ¿Qué más podría haber hecho Dios para mostrar su amor? Lo hizo con hechos, no palabras.
Nosotros quisiéramos creer que Dios nos amó porque éramos tan irresistibles, pero no es así. La Biblia nos dice que Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. El vino a dar su vida en la cruz, muriendo para satisfacer la justa ira de Dios contra nuestro pecado.
Si Dios nos ha amado de esta manera, nosotros debemos aprender de El a amarnos unos a otros. ¿Cómo podemos empezar? Podemos empezar en las relaciones de amor que ya tenemos, convirtiendo el amor humano en algo más. Puedes amar a tu pareja con un amor sacrificial, un amor que no dice: Te amo mientras me hagas sentir bien, sino simplemente porque he decidido amarte.
Puedes amar a tus hijos, no sólo cuando se portan bien y te hacen sentir bien, sino todo el tiempo. Puedes amarles aun cuando se enojan contigo y te dicen cosas feas, porque Dios a ti te ama así. Puedes amar a tus compañeros de trabajo, tratándoles bien aun cuando no te tratan bien a ti.
También debemos aprender a mostrar esa clase de amor aquí en la Iglesia. A veces me sorprende la manera en la que recibimos a los visitantes. Mientras algunos de los hermanos los saludan, otros los miran con ojos de sospecha, como queriendo decir: ¿Qué haces aquí? Quizás los tratemos con el nivel mínimo de cortesía, pero no vamos más allá. Y a nadie se le ocurriría invitarlos a su casa, o tratar de irlos a visitar.
Hermanos, si Dios nos ha amado con un amor tan grande, tenemos que aprender a mostrar ese amor también. Porque hay una tercera cosa que nos dice este pasaje acerca del amor de Dios. Si nos amamos los unos a los otros, Dios se manifiesta plenamente entre nosotros.
Dios es espíritu; no lo podemos ver. No hay una luz especial que se prende cuando Dios está presente en la Iglesia. No hay ninguna máquina científica que logre detectar su presencia. Sin embargo, el verso 12 nos dice que, cuando nosotros demostramos verdadero amor hacia nuestros hermanos, Dios permanece entre nosotros. Su amor se perfecciona.
Alguien preguntará: ¿dónde está Dios? Es cierto que El está en todas partes; pero en una Iglesia que ama de verdad, su presencia se convierte en algo palpable. Se nota. En la vida de un creyente que ama de verdad, la presencia de Dios se nota también. Los demás lo observan.
Hermanos, pongamos el amor en práctica. Un escritor contó de su experiencia de amor no expresado. Lo habían invitado para una entrevista en otra ciudad. Mientras caminaba de su hotel al estudio televisivo, vio a un hombre desamparado, acostado en la acera. En pleno invierno, lo único que tenía para taparse era una caja de cartón.
Al pasar, el escritor se dio cuenta de que el hombre no tenía zapatos ni medias en los pies. Pensó en ayudarle, pero tenía prisa; la luz estaba en verde para cruzar la calle, y se apuró para llegar a su cita. Rápidamente se olvidó del hombre desamparado que había visto.
Algunos días después, se encontró solo entre bambalinas con el conserje del lugar. El autor le preguntó cómo estaba, y el conserje le contestó que estaba bien. Le dijo que se había estado lamentando un poco en la mañana por tener que llegar en bicicleta a la estación de televisión con la nieve que estaba cayendo, hasta que vio a un hombre desamparado, con sólo un cartón para cubrirse, sin medias ni zapatos en los pies.
El conserje relató cómo se había sentido tan movido por compasión que fue a una tienda cercana y le compró unas medias y unos zapatos. Fue entonces que el escritor recordó un refrán que había visto alguna vez: "El hecho más pequeño supera la intención más grande."
Amemos, hermanos, no sólo con buenas intenciones, ni buenos sentimientos, sino con hechos y en verdad - porque así nos ha amado nuestro Dios, quien es amor.