“1 Vinieron los de Quiriat-jearim y llevaron el arca de Jehová, y la pusieron en casa de Abinadab, situada en el collado; y santificaron a Eleazar su hijo para que guardase el arca de Jehová. / 2 Desde el día que llegó el arca a Quiriat-jearim pasaron muchos días, veinte años; y toda la casa de Israel lamentaba en pos de Jehová.” (1 Samuel 7:1,2)
El arca del pacto pasó del exilio a la clandestinidad, de las manos de los filisteos a estar escondida en la casa de Abinadab, custodiada por su hijo Eleazar durante veinte años. El Arca representa a Jesucristo y debe ser defendida. ¿Está nuestro Cristo y Su Evangelio exiliado? Al parecer ha sido robado y enviado muy lejos, cautivo de ateos y agnósticos. Ellos lo usan, mal interpretan y hasta se adueñan del mensaje tergiversándolo.
Vivimos tiempos en que la Iglesia aparece fuerte porque muchos asisten a los templos, las mega-iglesias son características de esta época, nos hemos llenado de músicos y espectáculos cristianos, pero no se ve la influencia que debiera tener el Evangelio en la sociedad, que se hace más pagana y alejada de los mandamientos de Dios. La Iglesia necesita recuperar su poder espiritual. En el último capítulo de esta primera parte del Libro Primero de Samuel, Dios nos muestra qué debemos hacer para ser un pueblo con la fortaleza de Dios.
¿Cuándo se hace fuerte la Iglesia?
1. Cuando escucha y obedece el llamado de Dios.
“3 Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos. / 4 Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a Astarot, y sirvieron sólo a Jehová.” (1 Samuel 7:3,4)
Leemos en estos versos cómo el profeta exhorta al pueblo. Samuel llama al arrepentimiento, a un cambio de actitud. El juez, sacerdote y profeta Samuel transmite al pueblo cuatro órdenes del Señor, las que también son para nosotros hoy día:
1) Convertirse a Dios. “Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová.” Es necesario volverse, convertirse a Dios de corazón. Miramos tanto por nosotros mismos, nuestros intereses y familias, pero poco a Dios. Él nos invita a convertirnos de todo corazón.
2) Dejar la idolatría. “Quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros”. ¡Cuántos ídolos tiene el ser humano! Los pone por sobre Dios y se ata a ellos comprometiéndose en su adoración. Astarot era una diosa de los fenicios y sidonios, esposa de Baal. Su culto fue traído de Babilonia y en Canaán pasó a ser la diosa de la luna, en tanto que Baal era el dios sol. Los inmorales ritos formaban parte de las prácticas idolátricas que los israelitas fueron llamados a extirpar. Su nombre griego fue Astarté.
3) Arrepentirse. “Y preparad vuestro corazón a Jehová”. Preparamos el corazón limpiándonos de toda maldad, pensamiento sucio, palabras inapropiadas, actos incorrectos frente a Dios, en fin cambiando de actitud, arrepintiéndonos de todo pecado. El arrepentimiento es imprescindible para ser perdonado y transformado por Dios.
4) Comprometerse. “Y sólo a él servid”. Hacer un compromiso real con nuestro Señor y Salvador, dedicando la vida a Él. Todo servicio que hacemos debe ser para Aquél que murió por nosotros y nos da la vida eterna. A ningún otro debemos adoración y obediencia. Debemos comprometernos con Dios y Su pueblo.
La exhortación del vidente contiene una promesa de Dios al pueblo: Si los israelitas obedecían, el Señor les libraría de la mano de los filisteos. Sólo debían convertirse a Dios, dejar la idolatría, arrepentirse y comprometerse con Él. Tal cosa nos llama el Señor hoy en día a realizar. Convirtámonos de todo corazón a Él; abandonemos toda idolatría; cambiemos de actitud y adquiramos un verdadero compromiso. ¡No seamos más tibios sino apasionados por Cristo!
2. Cuando hace oración intercesora abundante.
“5 Y Samuel dijo: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová. / 6 Y se reunieron en Mizpa, y sacaron agua, y la derramaron delante de Jehová, y ayunaron aquel día, y dijeron allí: Contra Jehová hemos pecado. Y juzgó Samuel a los hijos de Israel en Mizpa. / 7 Cuando oyeron los filisteos que los hijos de Israel estaban reunidos en Mizpa, subieron los príncipes de los filisteos contra Israel; y al oír esto los hijos de Israel, tuvieron temor de los filisteos. / 8 Entonces dijeron los hijos de Israel a Samuel: No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios, para que nos guarde de la mano de los filisteos. / 9 Y Samuel tomó un cordero de leche y lo sacrificó entero en holocausto a Jehová; y clamó Samuel a Jehová por Israel, y Jehová le oyó.” (1 Samuel 7:5-11)
Samuel dijo: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová. Mizpa era una ciudad de Benjamín donde eran convocadas las tribus en la época de los Jueces. Su nombre significa “atalaya”. No estaba lejos de Ramá y a 13 Km. al norte de Jerusalén.
Después de la batalla de Afec cuando los hebreos perdieron el arca, Samuel había reunido a todo Israel en Mizpa para ofrecer sacrificios al Señor y clamar para que perdonara sus pecados. Para conmemorar este evento, Samuel levantó una piedra entre Mizpa y Eben-ezer, una piedra de ayuda para que el Señor los ayudara: “1 Y Samuel habló a todo Israel. Por aquel tiempo salió Israel a encontrar en batalla a los filisteos, y acampó junto a Eben- ezer, y los filisteos acamparon en Afec. / 2 Y los filisteos presentaron la batalla a Israel; y trabándose el combate, Israel fue vencido delante de los filisteos, los cuales hirieron en la batalla en el campo como a cuatro mil hombres. / 3 Cuando volvió el pueblo al campamento, los ancianos de Israel dijeron: ¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos? Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto de Jehová, para que viniendo entre nosotros nos salve de la mano de nuestros enemigos. / 4 Y envió el pueblo a Silo, y trajeron de allá el arca del pacto de Jehová de los ejércitos, que moraba entre los querubines; y los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, estaban allí con el arca del pacto de Dios.” (1 Samuel 4:1-4)
a) El rito del agua.
En esta oportunidad celebraron el rito del agua. Sacaron el líquido vital y lo derramaron delante de Jehová. También ayunaron aquel día y reconocieron su pecado: “Contra Jehová hemos pecado.” Así fue que Samuel juzgó a los hijos de Israel en Mizpa.
El agua representa las lágrimas, el dolor de haber pecado contra el Señor, pero también significa limpieza, purificación. Las lágrimas nos liberan de nuestra pena, es como si lavaran el corazón. Es lo que nos sucede cuando lloramos. Necesitamos arrepentirnos y llorar ante el Señor, pero ese llanto debe ser sincero, nacido realmente del corazón y no una pose.
El resultado de la oración y rito de Samuel fue que el Señor atemorizó a los filisteos, huyeron y los israelitas obtuvieron la victoria: “10 Y aconteció que mientras Samuel sacrificaba el holocausto, los filisteos llegaron para pelear con los hijos de Israel. Mas Jehová tronó aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, y los atemorizó, y fueron vencidos delante de Israel. / 11 Y saliendo los hijos de Israel de Mizpa, siguieron a los filisteos, hiriéndolos hasta abajo de Bet-car.” (1 Samuel 7:10,11)
Los príncipes de los filisteos Subieron contra Israel. Al comienzo los israelitas tuvieron temor de los filisteos, entonces pidieron a Samuel que clamara por ellos: “No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios, para que nos guarde de la mano de los filisteos.”
b) El rito del holocausto.
Samuel tomó un cordero de leche y lo sacrificó entero en holocausto a Jehová; clamó a Dios por Israel y Jehová le oyó. La respuesta de Dios fue que tronó aquel día con tan grande estruendo sobre los filisteos, que éstos tuvieron miedo y fueron vencidos delante de Israel. Este cordero simboliza al Cordero de Dios, Jesucristo, inmolado por nosotros.
El profeta ora por el pueblo; el pueblo ora por él mismo y por su sacerdote; Jesucristo intercede en los cielos. Los tres oramos unidos en un solo Espíritu al Padre Dios. ¡Cómo no nos dará fortaleza el Señor!
Hay dos tipos de músculos espirituales que necesitamos desarrollar: a) Templanza y b) Fortaleza. La templanza o dominio propio nos sirve para dominar nuestros bajos instintos: el sexo, el hambre, la lengua, el pensamiento, en fin las concupiscencias de la carne. La fortaleza para enfrentar los dolores de la vida: muertes, fracasos, desgracias, etc.
Esta es el poder que Dios nos da por medio de Su espíritu. No sólo el poder para sanar, echar fuera demonios o hablar en otras lenguas, sino para vencernos a nosotros mismos.
Cuando hay oración intercesora abundante, Dios actúa poderosamente.
3. Cuando no olvida las obras poderosas del Señor.
“12 Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová. / 13 Así fueron sometidos los filisteos, y no volvieron más a entrar en el territorio de Israel; y la mano de Jehová estuvo contra los filisteos todos los días de Samuel. / 14 Y fueron restituidas a los hijos de Israel las ciudades que los filisteos habían tomado a los israelitas, desde Ecrón hasta Gat; e Israel libró su territorio de mano de los filisteos. Y hubo paz entre Israel y el amorreo.” (1 Samuel 7:12-14)
El profeta levantó un memorial, una especie de monumento para que el pueblo no olvidara cuánto hizo Jehová por ellos. Samuel puso una piedra entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová. Esta piedra significa “piedra de ayuda” y fue instalada por Samuel después de obtener la victoria sobre los filisteos, como memorial de la ayuda recibida de parte de Dios. Eben-ezer marca tres momentos en la vida de los israelitas:
• Los filisteos vencen a los israelitas en Afec: “1 Y Samuel habló a todo Israel. Por aquel tiempo salió Israel a encontrar en batalla a los filisteos, y acampó junto a Eben- ezer, y los filisteos acamparon en Afec. / 2 Y los filisteos presentaron la batalla a Israel; y trabándose el combate, Israel fue vencido delante de los filisteos, los cuales hirieron en la batalla en el campo como a cuatro mil hombres.” (1 Samuel 4:1,2)
• Los filisteos capturan el arca: “1 Cuando los filisteos capturaron el arca de Dios, la llevaron desde Eben-ezer a Asdod. / 2 Y tomaron los filisteos el arca de Dios, y la metieron en la casa de Dagón, y la pusieron junto a Dagón.” (1 Samuel 5:1,2)
• Los filisteos son sometidos por los israelitas: “12 Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová. / 13 Así fueron sometidos los filisteos, y no volvieron más a entrar en el territorio de Israel; y la mano de Jehová estuvo contra los filisteos todos los días de Samuel.” (1 Samuel 7:12)
Parecería por los textos como si la piedra hubiera tenido este nombre antes de que Samuel la designara así; pero esto puede tener su explicación en base a que todo el relato fue escrito después de que la piedra fuese nombrada así. La palabra ha venido a ser simbólica de la expresión: “Hasta aquí nos ayudó Jehová”
Fueron sometidos los filisteos, y no volvieron más a entrar en el territorio de Israel pues la mano del Señor Todopoderoso estuvo contra los filisteos todos los días de Samuel. Fueron restituidas a Israel las ciudades que los filisteos habían tomado desde Ecrón hasta Gat e Israel libró su territorio de mano de los filisteos. Hubo paz entre Israel y el amorreo.
Nuestro Señor Jesucristo también levantó un memorial cuando instituyó la Santa Cena y dijo: “17 Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; / 18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. / 19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. / 20 De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.” (San Lucas 22:17-20)
Este memorial nos recuerda lo que Dios hizo por nosotros al enviar a morir a Su Hijo en la cruz. Cada vez que comemos del pan y bebemos de la copa, nos alimentamos con el cuerpo y la sangre de Jesús, es decir alimentamos nuestra alma y espíritu con Su vida y afirmamos nuestra esperanza en Él.
CONCLUSIÓN.
Quizás la Iglesia está viviendo una época de decadencia, en que no tiene la suficiente fuerza para convencer al mundo con el mensaje del Evangelio. Muchos son los análisis que se podrían hacer sobre las causas de este debilitamiento. Al examinar la labor del sacerdote vidente Samuel, en el capítulo 7 de su primer libro, podemos concluir que la Iglesia se hace fuerte:
1) Cuando escucha y obedece el llamado de Dios. Es necesario a) Convertirse a Dios, b) Dejar la idolatría, c) Arrepentirse y d) Comprometerse.
2) Cuando hace oración intercesora abundante. La oración del pastor, más la oración del pueblo, más la oración de Jesucristo traen por resultado el derramamiento del poder de Dios sobre la Iglesia.
3) Cuando no olvida las obras poderosas del Señor. El profeta levantó como memorial, la piedra Eben-ezer, “Hasta aquí nos ayudó Jehová”. Nuestro Señor Jesucristo también levantó un memorial cuando instituyó la Santa Cena, la que nos recuerda la eterna obra que hizo Dios por nosotros en la cruz.
© Pastor Iván Tapia Contardo