EL CÁNTICO DE LIBERACIÓN DE DAVID. Bosquejos Biblicos para Predicar 2 Samuel 22:17-20
«Oh fortaléceme Tú, que mientras me afirmo Sobre la Roca, y fuerte soy en Ti, Pueda extender una amante mano Para los que se debaten en el turbulento mar» F. R. HAVERGAL
Este cántico de liberación es en sí mismo una de las más maravillosas liberaciones que jamás haya sido lograda por parte de los labios mortales. Es el cántico de uno cuyo corazón ha sido puesto en armonía con el cielo.
¡Qué profundidad de rica experiencia personal se revela en estas palabras gozosamente exultantes (v. 1-7). Un sentimiento lleno de la grandeza de Dios es suficiente para hacer cantar a los mudos con una dulzura que incluso el más elocuente mundano no puede alcanzar. Limitando nuestra atención a los pocos versículos indicados en el encabezamiento, observamos acerca de esta liberación que fue
I. Necesaria. David dice acerca de sus enemigos: «Eran más fuertes que yo» (v. 18). Demasiado fuertes para él, pero no demasiado fuertes para el Dios que estaba con él. El mundo, la carne y el diablo son demasiado fuertes para nosotros, pero mayor es el que está con nosotros que todos los que puedan estar contra nosotros. Los que luchan con sus propias fuerzas descubrirán para su dolor que el enemigo es demasiado fuerte para ellos.
II. Divina. «Envió desde lo alto» (v. 17). La necesidad era tan grande que el auxilio salvador sólo podía venir de lo alto. La ayuda vino de lo alto cuando Dios envió a Samuel a David con el llamamiento divino y el aceite sagrado. Él puso el auxilio sobre Uno que es poderoso cuando envió a su Hijo a buscar y a salvar a los perdidos (Jn. 3:16). «El que no nace de arriba, no puede ver el reino de Dios» (Jn. 3:3, margen).
III. Personal. «Me tomó» (v. 17). Éste es un pequeño pero dulce testimonio. Él hubiera podido tomar a otros y dejarme a mí, pero «me tomó». La mano del gran poder salvador de Dios se alargó para tomarme y sacarme «del pozo de la desesperación» (Sal. 40:2) y fuera del «lodo cenagoso» (Sal. 69:1, 2). La salvación de Cristo es una cuestión muy personal, y, bendito sea su Nombre, todos los que confían en Él serán tomados por Él.
IV. Grande. «Me sacó de las muchas aguas» (v. 17). El Señor sacó a David de las aguas del peligro cuando lo salvó una y otra vez de la mano asesina de Saúl. Lo sacó de las aguas de la aflicción cuando la corona fue puesta sobre su cabeza. Fue sacado de las aguas de la culpa cuando Natán le pronunció la remisión de su pecado (2 S. 12:13). La salvación de Dios es un sacar del reino de las tinieblas hacia el reino de su amado Hijo. Las aguas de la aflicción y persecución pueden estar aún corriendo sobre nosotros, pero de todas ellas nos puede sacar Dios. Él me sacó, o ciertamente hubiera yo quedado abrumado como los egipcios. «La salvación es de Jehová.»
V. Cordial. «Porque puso en mí su complacencia» (v. 20). Su salvación no era solo una cuestión de poder, sino de amor. «Tanto amó Dios al mundo que dio.» Ésta es una nota dulce en el cántico de los salvos: «Puso en mí su complacencia». Frecuentemente encontramos esto sólo después de haber visto nuestros pies establecidos en la roca de su verdad eterna. Este deleite no surge de nada que esté en nosotros por naturaleza, sino que tiene su fuente en la inconmensurable generosidad de su propio carácter. Él se deleita en la misericordia. En esto consiste el amor.
VI. Satisfactoria. «Me sacó a lugares espaciosos» (v. 20). Algunos tienen miedo de ser sacados fuera de las muchas aguas de sus pecados para no ser llevados a un lugar tan estrecho que todo el gozo de su vida sea exprimido de ellos. Aquellos que, por la gracia de Dios, han sido introducidos en el reino de Dios, han sido introducidos en un lugar muy espacioso, porque este reino está limitado por la eternidad. Han sido introducidos en la familia de Dios, y son herederos de la vida eterna. Este «lugar espacioso» puede ser ciertamente tomado como referido también a las posibilidades expandidas que se nos abren en Cristo Jesús como «reyes y sacerdotes para Dios».