EL JOVEN PRINCIPIANTE. Bosquejos Biblicos para Predicar Jueces 17; 18
«Los más grandes honores de que pueda el mundo jactarse Son temas en demasía mezquinos para mi deseo; Sus mas luminosos rayos de gloria son, como mucho, Solo chisporroteos de tu viviente fuego; Sin Ti, Señor, las cosas no son lo que son, Ni tienen su ser de Ti mismo en comparación» QUARLES
«En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que era recto a sus propios ojos» (17:6).
Nuestros propios ojos son quizá la más pobre guía debajo del cielo. «El que confía en su propio corazón es necio». Estos capítulos nos relatan una triste historia de corrupción social, religiosa y moral. ¡Qué criaturas más insensatas y pecaminosas no llegamos a ser cuando la mano conductora de Dios no nos dirige! Algunos erais así, pero ya habéis sido lavados.
La vieja vida del yo, incluso la vida religiosa, es simplemente hacer lo recto a los propios ojos. Cuando Saulo dijo: «¿Qué quieres que haga?». había dejado de caminar en la luz de sus propios ojos. El joven anónimo que se nos presenta aquí es digno de un estudio estrecho, debido a:
I. Su carácter. «Y había un joven… el cual era levita» (17:7). Según Números 8 los levitas fueron llamados por Dios, separados y santificados para la obra del Señor. La obra de ellos era cuidarse de las diferentes partes del tabernáculo cuando se movía la columna de nube, y volver a erigir la Casa de Dios. Eran los que habían sido apartados por Dios para su propio servicio (Nm. 4:15-33).
II. Su propósito. «Voy a vivir donde pueda encontrar lugar» (17:9). Está buscando un llamamiento. No desea pasar el tiempo ocioso. Es un joven activo y quizá con mucha conciencia; esperando que si tan solo puede encontrar un lugar pueda ser de ayuda de alguna manera. Es una señal segura de que la Casa de Dios está en ruinas cuando los profesos siervos de Dios buscan trabajo de parte de hombres.
No era así en tiempos de Moisés y de Josué; no era así tampoco en tiempos de Cristo y de sus apóstoles. Es el Señor de la cosecha quien tiene que enviar los obreros. Orad a Él (Mt. 9:38). ¡Cuán a menudo se llama a los jóvenes a que vayan! ¿Por qué no orar al Señor de la mies que los envíe? (Hch. 13:2).
III. Su primer llamamiento. «Micá le dijo: Quédate en mi casa, y serás para mí padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata por año, vestidos y comida. Y el levita se quedó» (17:10). Cansado de su vagabundeo, aceptó la primera oferta. No era un lugar grande, sino solo una pequeña congregación (una familia), y un pequeño salario, que incluía alojamiento y comida.
No había estado haciendo nada durante un tiempo, por lo que «se quedó». Aunque los panes eran pequeños y los peces eran pocos, estarían relacionados con el cargo de una cierta dignidad y provecho personales. Si no hubiera sido traidor a Dios no podría haber servido en tal casa, porque estaba llena de ídolos (v. 5), y el mismo Micá era un supersticioso idólatra. Pero es indudable que los «diez siclos», etc., cerraron la boca del levita. Está más interesado en su provecho personal que en la causa de Dios. Un mero asalariado (cap. 18:4).
IV. Su ordenación. «Y Micá consagró al levita» (17:11-13). La idea raíz de la consagración parece ser la de «llenar las manos», para que la adoración o el servicio pueda ser abundantemente aceptable para Dios (1 Cr. 29:5). Éste fue el aspecto principal en la consagración de Aarón y de sus hijos.
Entonces, ¿cómo podría Micá, un adorador de ídolos, llenar las manos de un levita con lo que agrada a Dios? Tampoco podéis vosotros, a no ser que estéis llenos del Espíritu Santo. Pero el joven ministro parecía totalmente satisfecho con esta hueca y vacía consagración. ¿Cuál es el valor de tales manos vacías puestas sobre la vacía cabeza de un hombre con el corazón vacío? «Sin Mí nada podéis hacer».
V. Su traslado. Entonces los danitas le dijeron: «Pon la mano sobre tu boca, y vente con nosotros, para que seas nuestro padre y sacerdote.
¿Es mejor que seas tú sacerdote de un solo hombre, que de una tribu y familia de Israel? Y se alegró el corazón del sacerdote, y se fue» (18:19, 20). Éste fue un llamamiento a una esfera de labores más amplia con la condición de que «callara» y no denunciara la astucia criminal de ellos.
Él aceptó su llamamiento, prometiéndoles virtualmente tener cerrada la boca acerca del pecado de robo. Un ministro hecho por el hombre es solo un ministro según los hombres (véase Gá. 1:10-12). Si un hombre no tiene una revelación de parte de Dios, no tiene comisión de Él.
Debemos ver a Jesús si queremos ser testigos de Él. El temor del hombre trae lazo. Una esfera de servicio más grande no mejoró en absoluto al infiel levita; solo sirvió para mostrar más plenamente su espíritu impío y oportunista. Las posiciones más elevadas y congregaciones más grandes no son suficientes para llevar a un ministerio eficaz. Un siervo de Cristo que busque sólo lo suyo será siempre impotente frente a la impiedad y a la iniquidad abierta.
VI. Sus sucesores. «Los hijos de Dan levantaron para sí la imagen de talla; y Jonatán… y sus hijos fueron sacerdotes en la tribu de Dan» (18:30, 31). El levita carente de escrúpulos desaparece repentinamente de la escena como algo carente de vida e indigno. No efectuó ninguna reforma entre los idolátricos danitas; no ha dejado ningún ejemplo de fidelidad tras sí. Llegó como un ave inmunda, devoró la carne que pudo, y voló no sabemos a dónde. Pero la imagen de talla de Micá sigue ahí en medio de ellos, usurpando el puesto del Dios de Israel.
Su sucesor no fue mejor que él. En este caso, «a tal pueblo, tal sacerdote». Aquí se revela la total indignidad de un ministerio no espiritual, y se implica enérgicamente la necesidad del bautismo del Espíritu Santo (Jn. 15; 16:26, 27).