EL LLAMAMIENTO DE DAVID. Bosquejos Bíblicos para Predicar 1 Samuel 16:1-13
El rezachamiento y fracaso total de Saúl al apartarse de la Palabra de Dios es un faro de advertencia para cada siervo de Jesucristo. Es en vano que edifiquemos si no estamos haciendo las palabras de nuestro Señor (Mt. 7:26). La sabiduría de este mundo será siempre insensatez para Dios. Observemos:
I. La elección. «Me he provisto de rey» (v. 1). Le fue prohibido a Samuel que prolongara su duelo por Saúl. La voluntad del Señor debería sernos más preciosa que la prosperidad de nuestros amigos. Otro rey ha sido preparado y proveído para su pueblo. David estaba siendo preparado para el trono de Israel mediante su fiel pastoreo y defensa de las ovejas de su padre (17:34-36).
Como lo ha dicho un bien conocido predicador: «Dios siempre comienza muy atrás». Dios puede escoger las cosas necias de este mundo, pero nunca escoge las holgazanas. No es a la promoción a lo que debemos aspirar, sino a la fidelidad a Dios. El conocimiento personal con Él, y la devoción a su voluntad y obra, es la vía al éxito y a la recompensa abierta.
No temas que tus dones y capacidades sean ignoradas porque te muevas en una esfera oscura de la vida; el Señor conoce dónde se encuentra el instrumento idóneo para la obra especial que se necesite hacer. Haz de ti una saeta pulimentada, y lo seguro será que Dios te esconda en su aljaba.
II. La comisión. «Dijo Jehová a Samuel: … Llena tu cuerno de aceite, y ven» (v. 1). Por cuanto David, el hijo de Isaí, había venido a ser su escogido, también escoge Él el medio por el que se llevará a cabo este propósito. Las providencias de Dios jamás contradecirán sus propósitos. El que ha comenzado la buena obra en nuestro favor la llevará a buen fin. El aceite de la unción para la cabeza de David pasa al cuerno de Samuel por orden de Dios, y no será puesto allí en vano.
Como tampoco es en vano cuando el Espíritu Santo llena el corazón de cualquier siervo de Dios, todos aquellos que sean ordenados a vida eterna por medio de ellos, creerán. Samuel fue, como debería ir todo embajador de Cristo, en Nombre de Dios, con el mensaje de Dios, llevando con ellos el santo poder de la unción. ¿Acaso debemos asombrarnos de que «los ancianos de la ciudad salieron a recibirle con miedo»? (v. 4). El verdadero varón de Dios siempre será un hombre de autoridad.
III. La búsqueda. «Envía por él» (v. 11). Isaí hizo pasar a siete de sus hijos delante de Samuel. Pero no se puede engañar al Señor con apariencias ni con la estatura. Es con el corazón que cree el hombre, y es por ello que «Jehová mira al corazón» (v. 7). «Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.» Porque David era el menor de ellos, fue el último en quien pensaron; pero los últimos serán los primeros, porque no se pudo hacer nada hasta llegar David.
«Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba» (2 Co. 10:18). El que se anonadó a Sí mismo fue exaltado «por encima de todo». La autodefensa es frecuentemente una confesión de debilidad y de vanidad. En opinión de los hombres las dotes intelectuales y las apariencias externas tienen gran peso; pero en la balanza de Dios la escala se abate en favor de los de corazón humilde y contrito.
Eliab y Aminadab pueden hinchar el pecho y estirarse todo lo que quieran, pero no pueden ocupar el puesto del pastorcillo, cuyo corazón es recto para con Dios. «No os dejéis engañar, de Dios nadie se mofa.» Ninguna cantidad de falsas pretensiones ni de sobornos podrá jamás lograr aquello que solo puede venir de ser LLAMADOS POR DIOS. Haz seguros tu llamamiento y elección.
IV. La unción. Tan pronto llegó David, el Señor le dijo a Samuel: «Levántate, y úngelo, porque éste es». Y así Samuel «lo ungió en medio de sus hermanos» (v. 13). Quizá fue por envidia que sus hermanos no muestren señal alguna de regocijo ante el enaltecimiento de su hermano. Este miserable sentimiento de ahoga la alegría es totalmente indigno de todo hijo de Dios.
Pero el escogido viene a ser el ungido. Éste es el orden de Dios; y éste es nuestro privilegio. «Desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David.» Fue una experiencia concreta y memorable en la vida de David. ¿No va cada vida verdaderamente consagrada acompañada de la unción del Espíritu de Poder? (Hch. 4:31).
No somos mandados a la lucha a nuestras expensas. Para cada tarea especial a la que somos llamados hay una especial distribución del Espíritu de gracia. David era «un varón conforme al corazón de Dios» (cf. 1 S. 4:31) antes de ser ungido, pero precisamente porque era tal hombre fue derramado sobre él el sagrado y simbólico aceite del poder. «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las revelaste a los bebés» (Mt. 11:25). «Él da vigor al cansado, y acrecienta la energía al que no tiene fuerzas» (Is. 40:29).