JOSÉ, EL SUFRIDOR PACIENTE. Bosquejos Biblicos para Predicar Génesis 37
José es una bien conocida y fructífera figura de Jesucristo. Él verdaderamente fue despreciado y rechazado; un varón de dolores y experimentado en quebranto. Como nuestro bendito Señor, cuando fue echado por el hombre, fue exaltado por Dios para ser Príncipe y Salvador. Es instructivo y confortante observar que en todas sus aflicciones habla algunos elementos compensatorios. Si demonios tentaron a Cristo, ángeles le fortalecieron. Dios siempre tiene algún camino de escape para los suyos que sufren (1 Co. 10:13). Cada prueba padecida por Cristo en alguna manera traerá nuevas suministraciones de gracia y bendición.
I. Fue despreciado por sus hermanos, pero amado por su padre (Gn. 37:3, 4). Como Cristo, vino a los suyos, mas ellos no le recibieron; pero aunque sus hermanos le tuvieron en poco, fue reconocido por su padre como su hijo amado, en quien tenía gran placer. ¡Qué consolación para los cristianos tímidos, quizá perseguidos en su propia casa, por sus propios parientes y amigos! «Amado del padre»: dejemos que esto endulce toda prueba amarga. Recuerda que fue la experiencia de nuestro Señor y Maestro. «Ni aun sus hermanos creían en Él».
II. Fue aborrecido por sus palabras, pero honrado con visiones (Gn. 37:8, 9). Sus palabras de sabiduría y revelación fueron como aguijones en sus corazones; hirieron su orgullo mientras manifestaban el propósito de Dios. «Le aborrecieron aún más…, y soñó aún otro sueño. » Esteban fue aborrecido y apedreado por los hombres, pero Dios abrió los cielos a su visión. Podríamos ser aborrecidos más por nuestras palabras si fuéramos como José y Jesús, fielmente declarando toda la verdad revelada a nosotros por el Espíritu Santo de Dios. Si la Palabra no es predicada, las visiones cesarán, y lo que hemos aprendido se tomará rancio y de pura forma.
III. Fue echado en una cisterna, pero no había agua en ella (Gn. 37:24). Los impíos no tienen ningún poder sobre nosotros si no les es dado por nuestro Padre en los cielos. El fuego no tuvo poder sobre los tres hebreos, porque su tiempo de testimonio todavía no habia terminado. Metieron a Pablo y Silas en la cárcel, pero no habla en ella nada que pudiera enfriar el gozo de sus corazones o impedir su comunión con Dios. «Orando, cantaban himnos.» Arrojaron a Cristo al hoyo de la muerte, pero para Él fue el lugar de eterna victoria. No temáis.
IV. Fue vendido como esclavo, pero fue un hombre próspero (Gn. 37:28; Gn. 39:2). Como nuestro José celestial, llegó a no tener ninguna reputación, siendo trocado por el precio de un esclavo común. «Fue varón próspero». «He acabado la obra que me diste que hiciese» (Jn. 17:4). Es siempre próspero el hombre que tiene éxito en hacer la voluntad de Dios. Fue vendido por treinta piezas de plata, pero lo que Dios quería prosperó en su mano. No importa el bajo valor que el mundo pueda dar al siervo de Dios; será un hombre próspero a los ojos de Dios si le complace.
V. Fue falsamente culpado, pero el Señor estaba con Él. Muchos cargos injustos y blasfemos fueron hechos contra el Santo Hijo de Dios. Ningún José amado del padre escapará. Los puros de corazón no solo ven a Dios, sino que sufren por amor de Él. Si tu corazón es ferviente en celo por Dios, los hombres te acusarán, si no con ira y malicia, a lo menos con dureza. Pero si dicen todo mal de ti falsamente, gózate y alégrate (Mt. 5:11, 12).
VI. Fue abandonado por el copero, pero recordado por su maestro. Aunque sus compañeros en la tribulación le olvidaron, el Señor a quien servía se acordó de Él, e hizo que todas las cosas obraran juntamente para su bien. No necesitamos estar desanimados, aunque aquellos a quienes hemos ayudado, y de quienes podríamos esperar que hablaran una palabra en nuestro favor, se olviden completamente de nosotros en su afán de conseguir favores para sí mismos.
El Señor sabe dónde están sus fieles. No necesita ninguna carta de recomendación; Él puede fácilmente crear las circunstancias que harán necesario hacer venir al que está escondido. Como obreros cristianos seamos fieles donde estamos, aunque sea en alguna mazmorra aparentemente olvidada. Es posible para nosotros vivir de manera tal que hasta podamos llegar a ser indispensables a Dios. Los grandes de Dios son, muchas veces, preparados en fosos y prisiones. Él sabe para qué somos útiles, y cuándo y cómo levantarnos. «Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas» (Pr. 3:6).