La Caída de David y su Perdón. Bosquejos Bíblicos para Predicar 2 Samuel 12:1-14
I. Su naturaleza. David se hizo culpable de adulterio y asesinato (cap. 11). El asesinato de Urías fue una sutil manera de cubrir la vergüenza de su pecado con Betsabé. ¡A qué bajezas puede descender un hijo de Dios en un momento de descuido! Observemos aquí la fidelidad de la Biblia al exponer las faltas y los fracasos de sus héroes. David no es el único hombre santo que se ha visto arrastrado a la ciénaga del pecado por la influencia de una mirada (11:2). Eva vio antes de tomar el fruto prohibido.
La recaída de Lot comenzó cuando «vio… y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma», y también una mirada fue la ruina de su mujer. El primer paso que llevó a la destrucción del mundo antiguo fue «viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas» (Gn. 6). Las palabras de Cristo son muy escudriñadoras con respecto a esto (Mt. 5:28). Al encontrarnos bajo la luz de este foco del cielo, ¿quién será el primero en echar una piedra contra David?
II. Su fruto. «Por cuanto con este asunto diste ocasión de blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá» (v. 14). Que se casara con Betsabé antes del nacimiento del niño no podía cubrir la culpa de su pecado delante de Dios (11:27). ¡Cuán triste cuando la conducta de un profeso siervo de Dios llena las bocas de sus enemigos con argumentos en contra de Él y de su causa! Las malas acciones de los cristianos le dan al enemigo ocasión para decir cosas que blasfemen su Santo Nombre. ¿No ha dicho Él acaso que «sabrán las naciones que Yo soy Jehová, dice el Señor Jehová, cuando Yo sea santificado en vosotros delante de sus ojos»? (Ez. 36:23; véase también Ro. 2:24).
III. Su convicción. «Tú eres ese hombre» (v. 7). Esta flecha no fue lanzada al azar. Los que están viviendo en pecado no deben ser convencidos con una mera insinuación, sino que tienen que ser «compungidos de corazón» (Hch. 2:37). Así como Cristo fue traspasado por nuestro pecado, así debemos nosotros quedar traspasados por la compunción.
El pecado secreto de David estaba a descubierto delante de Dios. Lo mismo que el pecado de Caín y de Acán, ningún medio humano podía cubrirlo. El mensaje enviado por medio de Natán era singularmente idóneo, como lo son siempre los mensajes de Dios; y como Latimer y Knox, no temió el poder del rey. Cuando un hombre tiene un mensaje de Dios, su forma de hacer será valiente y su manera de hablar inequívoca. ¿No fue así con Jesucristo?
IV. Su confesión. «Dijo David: Pequé contra Jehová» (v. 13). No busca ningún tipo de exculpación, ni menciona ninguna circunstancia atenuante, ni acusa a nadie de haber traicionado el secreto al profeta. Está demasiado herido para ofrecer ninguna resistencia. No dice: Pequé contra Urías, sino, Pequé contra Jehová. Cuando un hombre descubre que ha pecado «contra el cielo» (Lc. 15:18), dejará de justificarse a sí mismo (Sal. 51:4).
Cuando la mujer de John Brown, el mártir, le pidió al asesino Claverhouse cómo respondería de la obra de este día, contestó escarnecedoramente que «en cuanto a los hombres, les responderé; en cuanto a Dios, lo tomaré a Él en mis propias manos». Una conciencia muerta hace al hombre tan arrogante como el mismo Satanás. Job dijo: «He aquí que soy vil: ¿Qué te responderé?» (cap. 40:4). «Dios, sé propicio a mí, pecador» es el incienso que asciende de los carbones encendidos de una convicción ardiente (Lc. 18:13).
V. Su perdón. «También Jehová perdona tu pecado» (v. 13). Continúa siendo cierto que «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Jn. 1:9).
FUE INMEDIATO. Tan pronto como hizo su confesión le fue declarado su perdón. He aquí la buena disposición de Dios para bendecir, tan pronto como el corazón del hombre está en el estado correcto para recibir esta bendición.
FUE TOTAL. «Jehová ha remitido tu pecado» (v. 13, RV). ¿Quién podrá jamás encontrar lo que Dios ha remitido? Dios nunca vuelve sobre lo hecho cuando hay una honrada confesión, sino que, mediante el poder de su gracia omnipotente, barre aquel engendro infernal para siempre de delante de SU rostro. «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn. 1:29).
FUE ACOMPAÑADO DE PROMESA. «No morirás.» El perdón de Dios va acompañado de la promesa de la vida (Hch. 13:38, 39; Ef. 1:6, 7; Jn. 5:24). Él perdona, y después da la certidumbre al perdonado mediante su Palabra. Aunque nunca oigamos una voz como viniendo del cielo, diciéndonos como le dijo a John Bunyan: «¿Te quedarás con tus pecados e irás al infierno, o los abandonarás e irás al cielo?». Pero no somos justificados hasta que confesamos nuestros pecados y creemos en el Señor Jesucristo.