DIOS MIRA EL CORAZÓN
"Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella."
Hebreos 11:4
Quiero la fe de Abel y que mi vida de testimonio de Cristo aún después de muerto. Amén
Dios que ve más allá de lo material no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya.
Dios miró el corazón de Caín y no vio un espíritu honesto, sencillo ni humilde sino que, por el contrario, vio un corazón competitivo con su hermano, envidioso, capaz de asesinarlo, un corazón torcido que no le agradó.
Luego miró su ofrenda, que consistía en el fruto de la tierra, ya que Caín era agricultor, pero Dios que ve más allá de lo material "...no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante." (Génesis 4:5)
Dios miró el corazón de Abel y vio que en él había verdadera humildad y sumisión hacia Su Divina Persona. Luego miró el sacrificio que presentó para Él y se agradó porque entregó lo mejor que tenía de su rebaño: "Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda" (Génesis 4:4)
Por la fe Abel intuyó el sacrificio de Cristo, el Cordero de Dios, y así entregó los primogénitos de sus ovejas. Un día el Primogénito del Padre, Jesucristo, sería entregado en sacrificio por la Humanidad, pues "El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación." (Colosenses 1:15)
Podemos ofrendar mucho dinero a Dios, contribuir a la Iglesia, las misiones, dar a los pobres, pero tener un corazón lleno de vanidad, orgullo y soberbia. Es bueno y necesario dar porque así lo aconseja el Señor, pero más importante es purificar el corazón, dejar a un lado toda vanidad y engreimiento, no proclamar lo que damos si no es necesario, no pensar que somos mejores porque damos algo material, no compararnos con el prójimo ni pretender comprar a Dios con nuestras ofrendas.
Antes de dar algo material, tenemos que darnos nosotros mismos al Señor. Antes de desprendernos de dinero o cosas tenemos que desprendernos de nuestro egoísmo y vanidad.