El Verdadero Cordero de la Pascua
Porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad. 1 Corintios 5.7–8
La Pascua era la primera fiesta del calendario judío, se celebraba cada año «en el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes» (Levítico 23.5). En ella todas las familias de Israel conmemoraban la liberación de la nación de Egipto con el sacrificio de un cordero sin mancha.
En ella todas las familias de Israel conmemoraban la liberación de la nación de Egipto con el sacrificio de un cordero sin mancha
Cuatro días antes de la Pascua, el 10 de Nisán, cada familia en Israel debía seleccionar un cordero sin mancha y separarlo del resto de los rebaños hasta la Pascua, cuando el cordero debía ser sacrificado (Éxodo 12.3–6).
Los registros históricos de la época de Jesús indican que tanto como un cuarto de millón de corderos eran sacrificados en una típica temporada de Pascua, requiriendo cientos de sacerdotes para llevar a cabo la tarea.
Dado que todos los corderos eran sacrificados durante un período de dos horas justo antes del crepúsculo, el 14 de Nisán (Éxodo 12.6), se habría requerido unos seiscientos sacerdotes, matando un promedio de cuatro corderos por minuto, para llevar a cabo la tarea en una sola noche.
La cantidad de sangre que resultaba de todos esos sacrificios era enorme. Se permitía que la sangre fluyera fuera de la empinada ladera oriental del monte del templo hacia el Valle del Cedrón, donde se convertía en un arroyo brillante carmesí por un período de varios días.
Era un recuerdo gráfico del precio terrible del pecado. Por supuesto, toda esa sangre y todos esos animales en realidad no podían expiar el pecado (Hebreos 10.4). Los corderos solo simbolizaban un sacrificio más perfecto que Dios mismo proveería para quitar los pecados. Por esto Juan el Bautista miró más allá de los sacrificios de animales y señaló al verdadero «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1.29).