FE Y OBRAS. Bosquejos Biblicos para Predicar Santiago 2:14-26
Éste es el verdadero corazón de la Epístola, mostrando que la verdadera fe viva es siempre conocida por sus frutos. Son muchos los que se han imaginado que Santiago escribió estas frases para combatir la enseñanza de Pablo sobre la justificación por la fe tal como se expone en la Epístola a los Romanos. En realidad, Santiago escribió su Epístola varios años antes que Pablo escribiera Romanos. No hay conflicto entre las dos Epístolas, siendo una complemento de la otra. La fe y las obras son inseparables, como lo demuestra esta ilustración:
Un viejo barquero, hombre muy reflexivo y observador, aunque de pocas palabras, lector de la Biblia y firme creyente en sus verdades, tenía entre sus pasajeros habituales a dos hombres de negocios, que pasaban el mismo día una vez a la semana. Su conversación pasaba frecuentemente a esta cuestión de la fe y de las obras, pensando uno de ellos que podría pasarse sin obras si tenía fe, y creyendo el otro que podría pasarse sin fe si tenía obras.
La paciencia del barquero estaba sometida a prueba por la frecuente e infructífera repetición de «fe» y «obras», siendo que estaban siendo empleadas en un sentido tan diferente de su verdadero significado y de una manera tan destructora de su armonía escritural, por lo que al final se sintió compelido a intervenir. No dijo nada, pero acudió a esta estratagema.
En uno de sus remos pintó la palabra «Fe», y en el otro «Obras». Cuando, a la siguiente travesía con sus dos amistosos disputantes, llegó al lugar más peligroso, puso dentro el remo «Fe» y se puso a remar con «Obras» con toda su fuerza. La embarcación fue dando vueltas y vueltas, para enfado y miedo de los dos pasajeros. «Use el otro remo», dijo uno de ellos irritado y gritando.
«Muy bien», dijo con calma el viejo barquero, poniendo «Obras» en la barca y sacando «Fe», usándolo como había hecho antes con el otro. Naturalmente, esto produjo el mismo resultado, y los dos pasajeros comenzaron a pensar que estaba fuera de sí. Pero el viejo barquero siguió un poco más su demostración práctica, y luego llamó la atención de ellos a los nombres pintados en los remos.
«He probado su manera», dijo, «y la de usted; y ya han visto con qué resultado. Ahora, observen mi manera de hacer». Y remando con brío con ambos remos, la barca reconoció en el acto el poder de sus armónicos golpes lanzándose adelante, y en pocos minutos estaban en el embarcadero. «Y así es», añadió él, «que la fe obra por amor». Así que la fe sin obras, o las obras sin fe, no serán suficientes para llevarnos a nuestro puerto deseado. Pero que haya ambas cosas, y se llegará a salvo a puerto.
I. Una fe viva. Las obras son una evidencia de una fe verdadera y viva. Se declara aquí la posibilidad de una fe muerta (14, 15, 17, 18, 20, 26). Así como un cuerpo vivo manifestará su vida en acción, así la fe viva moverá.
II. Una fe provechosa. Las obras hacen provechosa la fe (14). «¿De qué aprovechará?» es una gran pregunta. Aquí tenemos provecho asociado con fe. Es esencial que tengamos una fe provechosa.
III. Una fe que obra. LA FE LLEVA A TEMBLAR (19). La verdadera fe nos lleva a creer en un Dios viviente. Pero ¿a qué conduce tal fe? Hace incluso temblar a los demonios, o, como se traduce: «También los demonios lo creen, y tiemblan». ¿Te ha llevado a temblar tu fe en la existencia de Dios?
LA FE LLEVA AL SACRIFICIO (21). La fe de Abraham lo condujo al monteMoria, y a ofrecer su hijo. La verdadera fe nos llevará al Calvario, y a aceptar el sacrificio que Cristo ha hecho. 3. LA FE CONDUCE A LA JUSTIFICACIÓN (24). Esto es, la verdadera fe viviente.
IV. La perfección de la fe (22). La fe puede madurar. La prueba de una fe fuerte y madura se verá en una plenitud de obras.