LAS CONDICIONES DEL ÉXITO. Bosquejos Biblicos para Predicar Josué 1:1-9
«Obrero tras obrero muere, E inacabada queda su tarea; Mas su obra tuya es, oh Cristo, Y Tú mantendrás tu promesa dada.
Mantén tu palabra prometida, Que envíes obreros a servirte; Nuestro Dios dará renovado ardor, Mueren los obreros, mas Tú vives.»
«Después de la muerte de Moisés… Jehová habló a Josué.»
Aunque Dios sepulta a sus obreros no sepulta su obra. Antes que Elías sea llamado su manto cae sobre Eliseo. Los grandes propósitos de Dios, originados y abrigados en una eternidad pasada, no dejarán de cumplirse en el tiempo. Lograr el éxito en la obra de Dios es simplemente caer dentro de su voluntad, y hacerlo a su manera. Todo lo que le agrada es un éxito. En estos versículos se nos da una receta infalible para el buen suceso, o como obrar sabiamente.
I. Un entendimiento del propósito de Dios. «Jehová habló… diciendo: … levántate y pasa este Jordán» (vv. 1, 2). Josué no tuvo que decir: «Señor, ¿qué quieres que haga?». Nunca podía dudar de este llamamiento. El camino estaba para él perfectamente claro, y al emprenderlo estaba plenamente consciente de que estaba haciendo la voluntad de Dios. A no ser que hayamos asegurado nuestra vocación todo lo demás será incierto (Gá. 1:1). Lo que sigue es: «Entendiendo cuál sea la voluntad del Señor».
II. La fe en la promesa de Dios. «Yo os he entregado… todo lugar que pise la planta de vuestro pie» (v. 3). Todas las cosas son posibles para los que creen. La tierra tenía que ser reclamada con los pies. Toda promesa reivindicada es una herencia que se nos da. Creed que recibís, y lo tendréis. ¿No hay acaso mucha tierra todavía sin poseer en los «lugares celestes»? (Is. 36:3; 2 Co. 2:14).
III. La certidumbre de la presencia de Dios. «Estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé» (v. 5). Para la fe, esta triple promesa es un legado inagotable. Su presencia con nosotros significa que todo lo que Él es en Sí mismo para nosotros. «He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días.» «En mi Nombre expulsarán demonios.» Esta certidumbre conduce a una actitud valerosa y a la victoria (Dn. 3:17). ¿No sabéis que Dios mora en vosotros?
IV. Valor en el Nombre de Dios. «Esfuérzate y sé valiente» (v. 7). Si creemos que Él está con nosotros, entonces podremos ser valerosos como un león para enfrentarnos a nuestros gigantescos enemigos (1 S. 17:45). ¿Qué es lo que alentó a Elías a enfrentarse a un total de 450 engañadores? Mayores obras que éstas haréis si creéis en Él (Jn. 14:12-14). «Robusteceos en el Señor, y en el vigor de su fuerza» (Ef. 6:10). «Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece.»
V. Fidelidad a las indicaciones de Dios. «No te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra.» La Palabra de Dios tiene que ser para nosotros nuestra única e infalible guía. En observarla hay gran galardón. El ejemplo de nuestro Señor Jesucristo debería ser el nuestro. ¡Cuán consagrado estaba a las palabras de su Padre! «Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta». Rechazar su palabra es quedar rechazado (1 S. 15:26). Los hijos de Dios son conducidos por el Espíritu de Dios.
VI. Deleitarse en la Palabra de Dios. «De día y de noche has de meditar en él [este libro de la ley]» (v. 8). Los que realmente encuentran su deleite en las Escrituras de verdad serán como árboles plantados junto a ríos de aguas (Sal. 1:2), siempre lozanos y llenos de fruto. Los que guardan su Palabra en sus corazones podrán, como buenos hombres, sacar buen tesoro de ellos (Mt. 12:35). ¿No es acaso en estos corazones nuestros que el Señor pone sana sabiduría para los justos por la operación de su Espíritu Santo por medio de la Palabra? (Pr. 2:6). El mismo Cristo recibe el Nombre de Palabra [o Verbo] de Dios (Ap. 19:13).
VII. Obediencia a la voluntad de Dios. No fue suficiente que Josué oyera el llamamiento y conociera la voluntad de Dios, si no seguía a ello una obediencia y sumisión cordiales. La rendición de nuestra voluntad a Dios es tan indispensable para la vida y prosperidad espirituales como lo es la respiración para la vida natural. La respuesta que el pueblo dio a Josué es desde luego la respuesta que deberíamos dar a nuestro Señor y Capitán: «Haremos todas las cosas que nos has mandado, e iremos adondequiera que nos mandes» (v. 16). «Entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien» (v. 8). Aquel que es nuestro gran Ejemplo se hizo obediente hasta la muerte. Haced todo lo que Él os diga. Entonces obrarás con sabiduría.