TUYOS SOMOS. Bosquejos Biblicos para Predicar 1 Crónicas 12:16-18
El verdadero cristiano no es un místico centrado en sí mismo, sino un evangelista centrado en Cristo. No es solo un consumidor de las cosas de Dios, sino que es productor del fruto del Espíritu. A la luz de esta enseñanza, consideremos ahora este pasaje. Involucraba:
I. Un paso decidido. «Algunos de los hijos de Benjamín y de Judá vinieron a David al lugar fuerte». Este lugar puede haber sido la cueva de Adulam, o algún otro lugar secreto, pero para los que acudían a David significaba tomar un paso decidido de ponerse de su parte, y compartir, si era preciso, la vergüenza del rechazo con él.
Los pros y los contras acerca de este paso serían seguramente discutidos minuciosamente antes de tomar ninguna acción definida. Los que quieran identificarse con el rechazado Hijo de Dios harán bien en contar el costo, pero harán mal si siguen contándolo y nunca acuden.
II. Un ofrecimiento condicional. «David salió a ellos, y les habló diciendo: Si habéis venido a mi para paz y para ayudarme, mi corazón irá a una con vosotros.» David tiene más deseo de calidad que de cantidad. Bien sabía él que no sería para bien de su causa tener a una multitud sin corazón siguiéndole. Todos los que estén dispuestos a ayudar en la causa del Señor Jesucristo pueden estar seguros de que los afectos de su corazón quedarán unidos a ellos. La obra del Señor, como la de David, tiene que provenir de lo más hondo del corazón.
David sólo podía ver dos motivos por los que pudieran acudir a él: o bien para ayudar, o bien para traicionar; debían estar por él o contra él. Su corazón estaba listo a unirse a todos los que acudieran a él en la causa de Dios. ¿No dijo también Cristo que «el que no está conmigo, está contra Mí»? (Mt. 12:30). ¿No está su corazón listo también a recibir a los que vienen a Él en sinceridad y en verdad?
III. Una rendición personal. «Amasai… dijo: tuyos somos, oh David, y contigo estamos» (v. 18, V.M.). Dijo esto después que «el Espíritu vino sobre» él. Fue una confesión dirigida por el Espíritu; fue un acto conducido por el Espíritu. No había incertidumbre en cuanto a ello. Implicaba la entrega de sus vidas a David para el avance de su causa y el cumplimiento de su voluntad. Al darse a él, ya no se pertenecían más a sí mismos; venían a ser instrumentos para llevar a cabo su obra.
Estar del lado de David era convertirse en partícipe de sus dolores así como de sus recursos; partícipe en sus tribulaciones así como en sus victorias. Para llegar a ser partícipes en los recursos y triunfos del Señor de David y Señor nuestro debemos también entregarnos plenamente a Él, como dispuestos a padecer por su causa, si ha de ser que su voluntad se ha de cumplir en y por medio de nosotros. Sois esclavos de aquel a quien os sometéis (Ro. 6:16). La consagración del servicio seguirá de cierto cuando, como Amasai, seamos revestidos del Espíritu (v. 18).
IV. Una confesión de fe. «Paz, paz contigo, y paz con tus ayudadores, pues también tu Dios te ayuda.» Quedaron convencidos de que el Dios en quien David confiaba estaba con él, y que Él es mayor que todos los que estaban contra él. Quizá fuera la evidencia de este hecho lo que les llevó en primer lugar a pensar en unirse a su grupo. De una u otra forma habrá hombres atraídos a aquellos a los que Dios ayuda de manera indiscutible. El hombre o la causa que el Todopoderoso patrocina triunfarán a ciencia cierta.
Sabios son los que se unen al movimiento que tiene a Dios como director, y que no puede ser derrotado. Este movimiento lo tenemos en la obra del Mayor que David, el Señor Jesucristo. ¿No le ayudó su Dios poderosamente, y no son sus ayudadores ayudados por Dios? Tenemos abundante prueba de que Dios estaba en Cristo, y que la ayuda poderosa fue puesta sobre Él.
Ello se hace patente en sus palabras y obras, y especialmente en el hecho de que fue resucitado de entre los muertos. Así como podemos en verdad decir de Él, «Tu Dios te ayuda» (1 Cr. 12:18), añadamos también: «tuyos somos, Señor Jesús, Tú el Hijo de Dios; paz a tus ayudadores». Los que quieran servir al Señor no solo debemos creer en Él, sino poseer tal espíritu que lleve a la paz con todos sus ayudadores.
V. Su buen suceso. «Y David los recibió, y los puso entre los capitanes de la tropa.» Acudieron con un espíritu correcto, y encontraron una puerta abierta al corazón y servicio de su Señor. No hubo una recepción formal. Fueron recibidos como Cristo recibe a todos los que así acuden a Él: a los afectos de su corazón y al sagrado negocio de su vida.
Todos los que acuden al Señor Jesucristo son acogidos a su amor y servicio. Pero, así como fue en el caso de David, así lo es ahora; estas dos cosas van juntas. Si estos hijos de Benjamín querían gozar del amor de David debían ponerse a su servicio. Los hizo capitanes, porque aquellos que le honran a Él recibirán honra (Hch. 1:8).